Eli Feinzaig, Economista.
Hubo un tiempo en el que hacer las cosas “a la tica” era sinónimo de hacerlas bien, de buscar soluciones innovadoras a los problemas y ponerlas en práctica, de ser ejemplo para el mundo y fuente de orgullo para los costarricenses. Haber declarado en 1869 la obligatoriedad y gratuidad de la enseñanza primaria para ambos sexos es un magnífico ejemplo de ello. La abolición del ejército en 1949 es otro.
Hoy, lamentablemente, hacer las cosas “a la tica” se ha convertido en sinónimo de chambonada, de patear el tarro, de subir el gato al techo y de no tomar decisiones en la proverbial espera de que se aclaren los nublados del día.
Ejemplos abundan. “A la tica” reparamos la platina del puente 3 ó 4 veces, a un costo superior al de un puente nuevo, para finalmente atrevernos a hacer lo que debimos hacer desde el principio: reparar el puente de la platina, pero sin el costo adicional. “A la tica hicimos” la ruta 257, una carretera de 2.5 kilómetros que une a la ruta 32 con la nueva Terminal de Contenedores de Moín, con una desviación -una pifia, dijo con cinismo el expresidente- de 80 metros con respecto al punto donde debió haber concluido. Muy “a la tica” decidimos -el gobierno lo hizo por nosotros- invertir recursos que Hacienda no tenía, en un intento por rescatar un banco -el Crédito Agrícola- que a todas luces no era viable. Al final nos quedamos sin el banco, con una pérdida mayor, y casi casi sin los 130.000 millones de colones que Hacienda colocó en ese retrete. “A la tica”, también, llevamos varias décadas construyendo sin terminar la famosa nueva carretera a San Carlos, el primer anillo de Circunvalación y la carretera de ingreso a Monteverde.
Hace dos semanas tuve la oportunidad de visitar la Terminal de Contenedores de APM Terminals, un puerto de primer mundo construido mediante una alianza público-privada a menos de 500 metros cruzando la bahía de esa otra joya de la ingeniería tercermundista que es el puerto de Moín administrado por JAPDEVA. Pude constatar varias cosas.
PRIMERO: Cuando queremos podemos. Todavía quedan arrestos en Costa Rica para hacer las cosas bien, sobre todo cuando logramos superar ciertos prejuicios que nos impiden avanzar al ritmo del primer mundo. La Terminal de Contenedores es una de esas infraestructuras de las que podemos sentirnos orgullosos, y su impacto en la zona atlántica y en la economía nacional será muy significativo una vez que entre en operación.
SEGUNDO: Para ser un país que profesa una inquebrantable fe en la capacidad de planificación central del gobierno, somos manifiestamente incapaces de planificar la ejecución de obras de vital importancia para el desarrollo nacional. La ruta 32, esa que une al Valle Central con la región del Caribe atravesando el denso bosque del Braulio Carrillo, es una pesadilla peor que la imaginada por Julio Cortázar, el maestro del realismo mágico latinoamericano, en su cuento de 1966, La Autopista del Sur. La ruta 32 es la vía de acceso y salida a la TCM. Desde hace más de una década está colapsada, tanto por el tránsito vehicular como por la inestabilidad de los terrenos adyacentes en la zona montañosa, y con la entrada en operación del nuevo puerto, va a recibir una mayor cantidad de furgones trayendo y llevando mercancías a todos los rincones del país e incluso de Centroamérica. Su ampliación y reacondicionamiento, sin embargo, es una quimera que avanza al paso de la tortuga.
TERCERO: Quizás lo peor de esta triste saga es reconocer el hecho de que la TCM va a generar una enorme cantidad de dinero para el desarrollo de la región atlántica del país, y no tenemos la menor idea de qué vamos a hacer con esos recursos. Solo el próximo año se estima que la TCM generará $20 millones para desarrollo regional, y un total de $1000 millones a lo largo de los 30 años de la concesión. JAPDEVA, la Junta de Administración Portuaria y Desarrollo de la Vertiente Atlántica, ha tenido 6 años para planificar el destino de esos recursos, y no hizo nada. A estas alturas ni siquiera se tiene un inventario de necesidades y sus costos.
CUARTO: La entrada en operación de la TCM hará redundantes alrededor de 600 puestos de trabajo en JAPDEVA. Las autoridades lo sabían desde el primer día, y de hecho fue parte de la negociación que el gobierno tuvo que hacer con los sindicatos portuarios para poder avanzar con la concesión del nuevo puerto. Hoy, a 5 meses del inicio de operaciones, no se ha movido uno solo de los 600 funcionarios. Más aún, las autoridades confiesan que la prioridad es no despedir a nadie. Si queremos darnos una idea de lo que puede llegar a pasar, solo tenemos que fijarnos en otra empresa estatal que tiene operaciones significativas al otro lado de la bahía: Recope, la refinadora que no refina pero mantiene un departamento de refinación, con personal especializado en labores que desde hace alrededor de una década no se realizan. Todo, por supuesto, con cargo a las tarifas que pagamos los costarricenses.
Es hora de resignificar la frase “a la tica”. ¿No les parece?
El autor es Economista, consultor y empresario. Liberal, demócrata y librepensador.
Presidente del Partido Liberal Progresista.
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