Abel Pacheco: Me despido con un grito sabanero ¡¡¡Vivas Vargas carajo!!!
Pero lo que en mi mente prevalece son esos y esas leales hombres y mujeres que a lo largo de una vida que es por allá con frecuencia centenaria torean, montan y vaquetean con valentía un destino que muchas veces ha sido triste e injusto para tan noble gente.
Abel Pacheco de la Espriella, Médico, Ex Presidente de la República.
El querido amigo José Manuel Peña “pañia” por excelencia, me pide una anécdota vivida en Guanacaste para ser publicada en su periódico Anexión.
Vivencias por esos rumbos tengo muchas y bellas, que alguna vez en este mismo medio las relaté.
Pero más quiero ahora contar las cosas que a mi mente llegan cuando pienso en aquellos lares.
Como por arte de magia y en torbellino de guitarras y marimbas me nubla la mente de notas vibrantes.
Macho Zúñiga, Manuel Chamorro, Ulpiano Duarte y Solón Sirias, son inolvidables amigos que me acompañaron en mis noches de alegre farra o de cabanga larga.
Dios mío esos sones pamperos, aunque ya viejo como estoy, ay me aceleran el corazón y me reviven los pasos a ritmo de punto y parranderas.
Cuánta emoción sentí en tarde de corrida y monta. Unicos son los guanacastecos para, con una sonrisa, enfrentarse, torear y vaquetear a la muerte.
Sólo en Guanacaste se practica el arte del toreo con una pieza de cuero de venado. Único en el mundo es el vaqueteo y al mencionarlo me parece escuchar el chasquido de la vaqueta contra el suelo de la plaza para llamar al toro.
Y no es posible remomerar esa tierra bendita sin que se me haga agua la boca al recuerdo del sabor de un arroz de maíz, carne mechada, tortillas palmeadas y ¡¡ claro¡¡¡ un buen jarro de vino de coyol. Digno de admiración.
¡Paisajes?. Esas costas que brindan desde playas multicolores hasta imponentes y rocosas murallas que se levantan desafiando el mar.
Montes y volcanes que suceden en cordilleras oradas de leyendas únicas. Ahí, prisionera en el cráter del rebelde Rincón de la Vieja, ruge, maldice y hace estremecer la tierra la Dabaiba, malvada bruja que castigaron los dioses encadenándola en las entrañas del coloso.
Y en esos montes, en noches de luna incandescente, bailan y cantan los duendes.
Lo hacen también a la luz de las candelillas (discendelas, dicen por allá).
Pero no todo es alegría, porque esas parpadeantes lucecillas alertan a unas malvadas brujas llamadas Cicreacas que comen duendes. Provocando fin de fiesta y fuga precipitada.
Sí , hay más leyendas que granos de pajuaga en un pozol…
Por los pasillos de mi casa lucen tinajas de barro con curiel. Y en libreros y repisas alternan figurillas de dioses idos, venados, y mascaritas de barro horneadas en tierras de Santa Bárbara y Nicoya.
Por supuesto que en la cocina hay un comal que pare tortillas gordas.
Y me despido con un grito sabanero ¡¡¡ Viva Vargas carajo!!!
Publicación compartida con el medio “Anexión”.
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