Albino Vargas: Un billón 886 mil 968 millones de cólones

Nos resistimos a creer que estamos condenados de por vida, tanto la generación presente y la venidera, a vivir bajo la dictadura de la deuda pública y su más que obsceno pago de intereses bajo el esquema tan fanáticamente ideológico que al respecto nos vienen imponiendo.

Albino Vargas Barrantes, Sindicalista.

Un billón 886 mil 968 millones de colones (₡ 1.886.968.000.000), es la cifra del pago de intereses de la deuda pública, la del Gobierno Central, al término del pasado año 2022.

Decidimos titular el presente comentario mencionando la indicada cantidad, misma que desagregamos de la siguiente manera: 3 millones 590 mil ₡ (3.590.000), por minuto. 215 MILLONES 407 mil ₡, por hora (215.407.000). 5 mil 170 millones ₡ (5.170.000.000), ¡diarios!

Buscamos, de esta manera, aportar para incrementar la necesaria sensibilización de conciencias ciudadanas que, con real preocupación, están alarmadas por el nivel de retroceso social y de exclusión económica que experimenta la Costa Rica de estos momentos; pretendiendo nosotros que se repare bien en que, 5 mil millones de colones al día, es una cantidad tan grande de dinero como para no preguntarnos cuestiones tan elementales como las siguientes: ¿a quién o qué entidad -pública o privada-, se le paga ese dinero diario?; ¿cuál es el origen de esa acreencia?; ¿qué organizaciones/personas intermedian en la correspondiente transacción de todos los días?; ¿hay fiscalización contralora?, etc., etc.

Nosotros seguimos insistiendo en que este grave problema, el de la deuda pública y su pago de intereses, no está recibiendo la debida atención política por parte de la clase gobernante en el dominio hegemónico de la cosa pública, pese al paso de las sucesivas administraciones ejecutivas de los últimos períodos constitucionales de gestión.

Y decimos debida atención política por cuanto se está atrofiando el mismísimo desarrollo socioeconómico del país ante la espantosa pasividad de quienes tienen cómo y deben hacerlo, incidir en el impuso de algunas medidas de racionalidad y de sentido común en esto de la deuda pública, porque estamos ante un extremismo fiscalista de repercusiones impredecibles en la propia institucionalidad democrática.

En lo específico, se está manifestando un grave retroceso en cuanto a inversión en infraestructura pública la cual, como se sabe, es un fuerte dinamizador de la economía. Y, por otro, sigue en crecimiento la población que va quedando rezagada en cuanto a integración social pues, precisamente, tampoco está dándose inversión social acorde con el avance de la exclusión económica que estamos sufriendo. Por el contrario, los recortes presupuestarios en el campo de la política social resultan inadmisibles.

Notamos que en círculos macroempresariales y de especialistas financieros, nada proclives a posiciones políticas muy propias de los movimientos sociales, ya existe preocupación por la alta drasticidad en las decisiones de congelamiento del (mal llamado para nosotros), gasto social, por ejemplo.

Hace tiempo venimos planteando que se necesita una auditoría de la deuda pública. Cuando salen estas cifras fiscales de pago de intereses, la indignación que nos genera es igual al sentimiento de total indefensión en que nos sentimos sumidos.

Es imperioso la construcción de escenarios del manejo de este problema para que, con perspectiva independiente y con espíritu de integración social, nos “liberemos” de un esquematismo dogmático y totalitario que nos imponen las autoridades ideológica-políticas que controlan el Banco Central y el Ministerio de Hacienda.

Nos resistimos a creer que estamos condenados de por vida, tanto la generación presente y la venidera, a vivir bajo la dictadura de la deuda pública y su más que obsceno pago de intereses bajo el esquema tan fanáticamente ideológico que al respecto nos vienen imponiendo.

Necesitamos, por tanto, subvertir este “orden” a fin de imponerle al mismo obligaciones ético-morales y contenidos humanistas como los que, por lógica de sobrevivencia, nos llama a pensar en el bien común.

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