Álvaro Darío Moya Araya, Estudiante universitario
Leyendo el artículo “¿Por qué criticar la Biblia si es ficción y no sirve de guía moral?” del señor Pablo Chaverri, publicado el día 11 de marzo del 2023, algunos puntos que considero importantes para tomar en consideración.
Lo primero que tendría que decir es que toda información valiosa, expande el pensamiento, no sin cierto “dolor”. Es parte de todo crecimiento, lleva consigo una cuota de dolor que le es inherente, y, hasta cierto punto, es necesario. Este proceso nunca será nada fácil. Escuchar otras voces, ampliar el margen de interpretación de la realidad nunca será algo sencillo. Significa escindir el «propio yo», darse cuenta de una realidad más amplia, pero tiene la ventaja de que redunda en una mayor riqueza. La “crítica” y la “crisis” son necesarias. Como decía A. Machado “el ser humano embiste con la razón”, y, ¡está bien que así sea!, pero si se tienen los elementos de juicio claros y distintos (Descartes) y agregaría, suficientes para hacerlo, aunque también reconozco que todos estos elementos tienen una vertiente de construcción en conjunto, de consuno, diría, “social”.
Es por eso que después de algún tiempo de leer algunos artículos y principios que en ellos subyacen, según el criterio del señor Chaverri, sobre todo el más reciente, con respecto a temas de fe, religión y cristianismo, quisiera esbozar, siquiera, algunos otros que considero necesarios y, más que eso, justos.
Si bien es cierto, el señor Chaverri apunta a puntos considerables, hay otros, que están siendo dirigidos sin el suficiente rigor científico y método que esos mismos elementos tienen y ameritan con el fin de realizar una crítica honesta y sesuda. Obviarlo, sería no solo negligente, sino imprudente y atenta contra toda forma de pensamiento sensata, depurada y valiosa.
En el último artículo en cuestión (cosa recurrente en los demás con la misma temática), los puntos que menciona el señor Chaverri, hacen ver con respecto a la Biblia principios que son evidentemente correctos en su apreciación, precisamente por inexactos en su interpretación. El señor Chaverri esgrime las armas con las que se ataca a él mismo porque en el fondo lo que descubre de erróneo en los temas que considera, son los mismos con los que interpreta de forma equivocada y, con los cuales, cualquiera, incluso sin la suficiente instrucción, estaría total y absolutamente de acuerdo con él, por el simple hecho de que no son así. Evidentemente lo que se hace ver de la religión, la fe y la Biblia es precisamente lo que éstas se esfuerzan en decir que no son de sí mismas. Al contradecirlas, más bien las apoya, precisamente por la visión desde el estrado en el que intenta posicionarse. Negativo por negativo, positivo, según enseña la ciencia, aunque también ella tenga su principio de indeterminación y de falsación o falsabilidad (Popper, Bunge) y eso es precisamente lo que la hace más apasionante, más llena de preguntas que a su vez propician más respuestas, lo que Morin llamaría la capacidad “organizacional recursiva”, es decir, el ir en varias direcciones y fecundarse mutuamente. Lo que rompería este entrelazamiento sería lo que desgraciadamente sucede hoy con el mismo saber, la tecnología o el desarrollo de la inteligencia artificial que se traduce desgraciadamente en poder y control y no en los grandes postulados de libertad, igualdad, fraternidad, servicio y equidad. Pero, en todo caso, ¿qué no tropieza con este límite en este mundo “ancho y ajeno”, según el decir de Ciro Alegría?
Ante la complejidad de la realidad, sería absurdo e irresponsable interpretar o acercarse a una dimensión bajo un único enfoque, sabiendo que las aristas son múltiples y cada vez más complejas. Como dijo un filósofo latinoamericano, “todo punto de vista, es vista desde un punto”. Siempre la «realidad» será superior a la «idea» y el «todo» mayor a la «parte». Y la realidad de esto y el todo de una parte que es una de las dimensiones de la realidad del ser humano (¡qué paradoja!), termina, al final de cuentas imponiéndose.
Si hoy reinara la razón y esa fuera la causa del desarrollo humano, si hoy fuéramos más civilizados y pacíficos que el medievo, las instituciones que menciona el señor Chaverri habrían erradicado los problemas a los cuales apunta, el siglo pasado no hubiera sido el más sangriento del que se tenga contabilización con dos guerras mundiales a cuestas y cientos de conflictos bélicos cuyos movimientos a manera de ondas expansivas siguen teniendo al mundo bañando en sangre: Ucrania, Armenia, Azerbaiyán, Irán, Yemen, Etiopía, República Democrática del Congo, Haití, Myanmar, Pakistán y, para no ir muy largo, Nicaragua. Me temo, como dije arriba, la realidad termina imponiéndose, y, en cuanto a esto, nada más diría lo que afirmara algún día el gran A. Schopenhauer, “contra negantem principia non est disputandum”.
En cuanto a promulgación de derechos de expresión, libertad, tecnología y demás, dejaría eso en manos de un manual serio de Historia sobre cuál ha sido el papel del “oscurantismo cristiano” al que se refiere el señor Chaverri. La absolutización de una parte de la verdad, conlleva a la misma muerte de la verdad. En esto los seres humanos no terminamos de comprender el principio fundamental de la mediotés aristotélica. Han pasado 2400 años de su promulgación, al menos evidente por boca del Estagirita, y seguimos propendiendo a los precipitados y resbaladizos extremos.
“¡Muera la razón!”, le espetaron una vez a don Miguel de Unamuno el 12 de octubre de 1936 en el paraninfo de la Universidad de Salamanca y el respondió: venceréis, más no convenceréis. Mutatis mutandis, lo mismo aplica acá, con la única diferencia, que, allá si fue lo primero por el músculo del poder, en este caso, ni lo último ni lo primero. Solo vencería y convencería la ignorancia, la cual, sustancialmente consiste en ignorar lo que ignora.
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