Ana Victoria Badilla: Nuestro compromiso con la paz

Ana Victoria Badilla Villanueva, Licenciada en Derecho por la Universidad de Costa Rica, Máster en Derecho Público

El primero de diciembre se celebra en Costa Rica una efeméride cuyos alcances se manifiestan en todos los aspectos de nuestra vida, así como en el reconocimiento que en el conglomerado de las naciones tiene Costa Rica. Fue el 1 de diciembre de 1948 al finalizar la guerra civil que el Presidente de la Junta Fundadora de la Segunda República, José Figueres Ferrer en un acto público en el que además de los costarricenses estuvieron representados varios países a través de sus diplomáticos acreditados en Costa Rica, estipuló la abolición de todas las fuerzas armadas en nuestro país. El simbolismo mismo de ese acto, al celebrarse en el Cuartel Bellavista, sitio cuya construcción y propósito era el ejercicio de actividades bélicas y en el que el ejército que en ese momento se abolía realizó muchas de sus actividades, pues en ese lugar se mantuvo la bodega de armas y desde ahí luchó con denuedo, las huellas de las balas son pétreos testigos que recuerdan el dolor y la tragedia que significa una guerra.

La trascendencia de este acto, en muchos casos no es valorada en su justa dimensión, pues en nuestro ideario nacional, el ejército es una figura desconocida; nunca, después de esa fecha hemos visto un soldado fuera de las películas y la verdad es que cuando, estando en otros países nos topamos con miembros del ejército, sentimos una especie de pánico.  Sin embargo, el hecho de ser un país sin ejército, y el primero que lo abolió sirviendo de  ejemplo para otros,  hace que para muchos Costa Rica sea un destino exótico pues consideran que un país no puede existir sin tener una fuerza armada que lo respalde. Visitando en un país asiático alguien nos presentó a un amigo que ostentaba un importante puesto en el ejército y nos describió como unos amigos provenientes de Costa Rica, “un país sin ejército” la otra persona, un caballero, educado y agradable nos pidió que le explicáramos la sensación de vivir en un país “desprotegido”, pues él no podía imaginarse como puede existir un país sin ejército. Él y muchos de sus coterráneos consideran que el ejército es absolutamente necesario para “defender al país” y de ahí la sorpresa del amigo militar, no sé si al final comprendió realmente que para nosotros “la paz produce paz” pues no necesitamos defendernos ni tememos ser atacados si mostramos al mundo que en nuestro territorio no tenemos ejército porque tenemos paz. Y es por esta razón que en el ámbito internacional la ausencia de milicia otorga a este pequeño país una aura de seguridad y paz, garantía de tranquilidad para quienes desean viajar a disfrutar de nuestra naturaleza.

En el entorno nacional ese acto del 1 de diciembre de 1948, tuvo un impacto económico que se muestra en progreso nacional, pues al derogarse el ejército se eliminó un gasto innecesario, lo que ha permitido que nuestro país pueda dedicar, hasta ahora, más fondos a temas tan importantes como la salud y la educación y la infraestructura. Asimismo la ausencia de fuerzas armadas, lejos de poner en peligro nuestra seguridad nacional, ha propiciado un ambiente de paz y mayor seguridad y ha dado lugar a que Costa Rica juegue un papel importante en el escenario internacional, lo que ha propiciado el establecimiento en nuestro país de organizaciones de prestigio internacional como la Universidad para la Paz, la sede de la Corte de Derechos Humanos y el Colegio del Mundo Unido.

Para las familias costarricenses, la eliminación de fuerzas armadas conlleva paz y tranquilidad a las madres, esposas e hijas de ciudadanos que en otro contexto podrían ser “víctimas” de labores bélicas, pues como es conocido, en los países en que hay ejército, el servicio militar es obligatorio para los jóvenes, que a tempranas edades son alejados de sus familias y sometidos a férreas labores a favor de la milicia. La admiración que por esta razón provoca nuestro país en otras latitudes, fue románticamente expuesta en las hermosas palabras de un visitante japonés, el señor Ryoichi Sasakawa quien en una intervención que realizara a la Universidad para la Paz, dijo en su discurso “Dichosa la madre costarricense que sabe que su hijo al nacer jamás será soldado”. Esta hermosa descripción de cómo se vive la paz en Costa Rica quedó esculpida en el Monumento para la paz, en la Universidad para la Paz, sitio en el que se erigió un busto en honor de quien dijo esa bella expresión. Quiera Dios que Costa Rica pueda continuar siendo un remanso de paz, ejemplo y esperanza.


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