Ani Brenes.
Mi abuela fue poeta
De la olla de las cajetas, la bandeja del pan dulce y de las bolsas de su gran delantal sacaba metáforas cotidianas.
Echaba al viento sin licencia alguna sus creaciones, en el patio enorme mientras jugábamos en la acequia con barquitos de cáscara de limón dulce con vela de hojitas de mango.
Y cuentan que yo fui su mejor poema.
Abandono
Esta ventana no es mi ventana
Por ella no puedo ver mis siembros, ni mi palito de cas, ni mi chayotera en flor.
Esta ventana tiene rejas oscuras y al otro lado, solo veo largos pasillos, gente vagando sin rumbo y un cielo sin pintar.
Esta puerta no es mi puerta.
La mía estaba abierta de par en par. Por ella entraban en tropel los nietos, el viento y el gato del vecino.
Esta puerta está cerrada y solo se abre por fuera. Yo no tengo llave porque nunca la necesité.
Este corazón no es mío. Está apretado y prisionero como un pájaro enjaulado. Ya no canta porque no sabe a quién dirigirse. Apenas palpita, obediente al rótulo de “SILENCIO” que adorna este lugar.
Este miedo no me pertenece. Yo no sé de dónde vino. Tal vez lo recogí en el camino cuando me traían para acá. Y no me lo puedo quitar de encima, como la ropa que cuelgo en esa silla antes de acostarme.
Es un miedo ajeno, desconocido, que se me ha pegado en la piel y del que no puedo desprenderme.
Este dolor sí es mío, me reconozco en él. Y no me queda más remedio que abrazarlo. En la soledad de este cuarto, que tampoco es mío, será mi compañero, hasta el final.
Cambio
La niñita pobre no tiene zapatos,
pero corre libre a través del campo.
La niñita pobre se muere de risa
cuando a su carita golpea la brisa.
Con vestido roto, muñeca de trapo
(la niñita pobre no tiene zapatos)
Su hada madrina de pronto aparece
y mil cosas bellas a la niña ofrece:
vestidos de seda, encajes y raso,
zapatos azules, rosados y blancos.
A cambio le pide su dulce sonrisa,
su rota muñeca, del campo la brisa.
La niñita pobre ya tiene zapatos,
hermosa muñeca, vestido de raso.
Y sobre la huella de sus pies descalzos,
un mortal silencio cubre todo el campo.
Yo he visto la paz
Yo he visto la paz sentada
en la orilla del mercado,
con sus manos extendidas
para pedir un bocado.
Yo he visto la paz dormida
en unos sucios cartones
esperando que amanezcan
algunos días mejores.
Yo he visto la paz vendiendo
flores en manos de niño,
solicitando dinero,
solicitando cariño.
La vi debajo del puente
entre latas escondida.
La vi tirada en un caño
con la mirada perdida.
Y ¿Por qué dicen que es blanca
si tiene sucia la cara?
Y ¿Por qué dicen que vuela
si por el suelo se arrastra?
La paz es algo distinto
que construimos cada día,
es compartir mi alimento,
es compartir mi alegría.
Es saber que somos uno
sin importar diferencias.
Es respirar, es soñar,
es asumir consecuencias.
Nuestra paz no tiene alas,
tampoco tiene color,
la paz no es una paloma
¡porque la paz es amor
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