Ante situaciones críticas, no caben propuestas absurdas

No podemos minimizar el riesgo que esto supone para el país; y lo digo con las palabras que me parecen más precisas: esas alianzas constituyen el germen del fascismo.

Leonardo Garnier Rímolo, Economista (Dr.).

Ciertamente muchos costarricenses estamos molestos con los eventos de los últimos días. Los bloqueos, la paralización de clases, las amenazas, el pedir la cabeza de un ministro como condición para negociar, no son la forma en que a los costarricenses nos gusta resolver nuestros problemas. Más grave aún cuando detrás de estas protestas encontramos, por un lado, dirigencias sindicales anquilosadas y cada vez más concentradas en la defensa de sus privilegios y, por otro, fuerzas político-religiosas que hacen gala de su irrespeto a los derechos humanos. Todo eso es muy grave.
Y precisamente porque es muy grave, no debemos caer en la trampa que nos tienden otros sectores que pretenden aprovechar este descontento justificado para llevar agua a sus molinos. Particularmente preocupante ha sido la propuesta del sector empresarial – representado por la UCCAEP y algunos de sus voceros – que, frente a las protestas, han propuesto nada más y nada menos que “disolver ANEP y otros sindicatos que destruyen valor y bienestar cada minuto”.

“disolver ANEP y otros sindicatos que destruyen valor y bienestar cada minuto”.

Puede no gustarnos – con sobrada razón – el uso que hacen personajes como Albino Vargas del sindicalismo costarricense, al que han capturado desde hace muchos años y en el que se han enquistado como dirigentes eternos. Pero eso no puede llevarnos a la confrontación brutal que busca destruir de plano estas organizaciones sindicales.
En primer lugar, porque históricamente (y en todas partes) los sindicatos han jugado un papel importante para lograr un balance de poder en la sociedad. Muchas de las reformas sociales de las que hoy disfrutamos en Costa Rica y en el mundo, se originaron precisamente en las luchas de los trabajadores y sus organizaciones: el salario mínimo, la jornada laboral, la prohibición del trabajo infantil, la garantía de condiciones sanas y seguras de trabajo y, por supuesto, la seguridad social y los códigos laborales. Nada de eso habría existido sin las luchas sindicales; y las organizaciones de los trabajadores deben volver a jugar ese papel en la construcción de una Costa Rica en la que quepamos todos.
Pero, además, porque la propuesta de UCCAEP es soberanamente ingenua – para usar una palabra amable. ¿Quién en su sano juicio puede creer que proponiendo la disolución de ANEP y otros sindicatos van a debilitar a las actuales y nefastas dirigencias de esos trabajadores? Todo lo contrario: esta propuesta es “música” para los oídos de dirigentes como Albino Vargas. Amenazar con destruir las organizaciones sindicales no hace más que fortalecer a los Albinos de este mundo, porque los justifica frente a sus bases y frente a la población, y hacen totalmente creíbles sus fantasías de la conspiración. Ya no tienen que inventar que “¡los ricos nos quieren destruir!” porque las propias organizaciones empresariales les están haciendo ese favor al gritar: “¡los queremos destruir!”.

“¡Los queremos destruir!”

Ciertamente, buena parte del sindicalismo costarricense ha perdido su rumbo. Se ha centrado en defender gollerías y privilegios indefendibles y a oponerse a muchas reformas que no solo son indispensables para el país, sino que incluso tienden a fortalecer al mismo Estado costarricense al que ellos dicen defender. Pero ante esa realidad, lo que corresponde es una estrategia firme pero responsable de negociación y no una absurda confrontación que lo que busca es “destruir al otro” para prevalecer.
Para empezar, esto es así porque muchos de los temas por los que protestan diversos sectores, son legítimos y merecen ser analizados y atendidos con seriedad, hasta encontrar soluciones razonables y factibles. Otros, son temas en los que simplemente no tienen razón, y en esos el gobierno debe ser claro en la comunicación y explicación, pero firme en sostener su posición. Y otros son simplemente absurdos, y deben ser rechazados de plano.
Pero esto va mucho más allá de las protestas de esta semana y, por eso, termino con una advertencia. No minimicemos la gravedad de la alianza que hemos visto surgir en estos días entre algunas de estas fuerzas sindicales y movimientos político-religiosos fundamentalistas que, no solo desprecian la democracia, sino que atentan contra los derechos humanos.
Esta alianza, que desembocó ya en la innecesaria destitución del ministro de educación, no se detiene ahí: es una alianza que se va gestando de cara a las próximas elecciones municipales y a las elecciones presidenciales y legislativas del 2022 y que busca transformar radicalmente a Costa Rica desde una óptica teocrática, conservadora y antidemocrática. No quieren una Costa Rica para todos, sino una Costa Rica para quienes piensan como ellos. Paradójicamente – no lo olvidemos – muchos de los dirigentes de UCCAEP que hoy se rasgan las vestiduras, apoyaron a esas fuerzas político-religiosas en las pasadas elecciones.
No podemos minimizar el riesgo que esto supone para el país; y lo digo con las palabras que me parecen más precisas: esas alianzas constituyen el germen del fascismo.
Eso es lo que nos jugamos.

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