Arabella Salaverry: Paz, violencia y procesos creativos
El problema para el creador es que, para que sea capaz de analizar su entorno en toda su dimensión cuando la violencia existe, pero embozada, al no enfrentar un estamento militar que sea el “enemigo declarado”, necesita adquirir y utilizar un instrumento de análisis preciso, que le permita tomar conciencia de lo que no es evidente, de lo que subyace y no se muestra, y que en el caso de nuestro país, significa la mayor porción del iceberg. De lo contrario, su visión de mundo quedará cercenada y se adecuará a una visión idílica de su entorno, y posiblemente termine generando obras sin peso y sin consistencia.
Arabella Salaverry, Escritora, actriz y gestora cultural.
“Porque éste, como ya se dijo, es un país condenado a la paz. Y la paz, es lo que tiene: un precio alto y mudo. Algo de sabiduría habrá, o por lo menos astucia… en negarse ante todo a la violencia, aunque sea sin negociar….. En este país se ha logrado un hallazgo: ha encontrado su caricatura la paz” Así se manifiesta la novelista Catalina Murillo.
En este supuesto reino de la paz que es nuestro país, esta paz es relativa. Los acontecimientos que nos han marcado no han sido tan descarnados, ni tan cruentos como en los otros países de istmo, al menos en fechas relativamente recientes. No se han padecido desde la segunda mitad del siglo XX enfrentamientos signados por las armas. Aun cuando Costa Rica no ha sufrido los embates guerreristas padecidos por el resto de la región, no quiere decir que como sociedad la costarricense haya estado exenta de manifestaciones de violencia, entre ellas la represión. No la represión ejercida desde los estamentos militares.
En Costa Rica dicha represión se fue reemplazando por otro tipo, la que se diseña desde la educación estatal, que, a partir de la década de 1880 sustituye paulatinamente la presencia del ejército como aparato represivo y tiene injerencia en “la formación de un consenso que tiende a introproyectar como propios de todo ciudadano los designios de la élite dominante”. Cito a Alvaro Quesada en su valioso artículo “Enajenación y Nación”. Es decir, el aparato ideológico sustituye al aparato militar, ya no habrá violencia física, pero sí manipulación de la conciencia, una forma de violencia de más profundo enraizamiento y más efectiva que la represión militar. Violencia que se ha manifestado no en la confrontación armada, sino en la identificación de la ciudadanía con los sectores dominantes. Se convive con la violencia económica, violencia política embozada, -que se revierte actualmente en la sistemática desarticulación del estado benefactor, el cual fue edificado a partir de la consolidación de conquistas sociales alcanzadas también a la tica-. Violencia esta tal vez más difícil de asimilar que la otra, por irse gestando de manera casi invisible y sostenida en el tiempo.
Si los escritores son el pulso de una sociedad, es evidente que en su obra se reflejará aquello de lo que la sociedad adolece. Lo interesante es que, la mayoría de los que han trascendido nuestro cerco cultural, -nuestra condición de isla no siéndolo- han sido aquellos que han examinado esa realidad solapada, se han metido con ella, la han sacado a la luz en sus obras. Pienso en Don Joaquín Gutiérrez, en Carlos Luis Fallas, nuestro Calufa, con su Mamita Yunai, o la presencia de Yolanda Oreamuno de quien a propósito de “La ruta de su evasión: Flora Ovares y Margarita Rojas, escriben: “Como se ha dicho, la sociedad costarricense se ha representado mediante la imagen de la familia, tradicionalmente imaginada como un grupo sin conflictos, en armonía, como se suponía que era el país. Oreamuno muestra, en cambio, una familia que se debate en violentos antagonismos; de esta forma, indirectamente alude a una realidad social violenta”. Y añado, se maneja el concepto de sociedad costarricense entendiéndolo como la clase media josefina, respondiendo a esa extrapolación que se ha realizado desde cierto núcleo. O en Carlos Cortés con obras como Cruz de Olvido, Daniel Quirós con sus “supuestas” novelas negras, y digo supuestas porque han trascendido esa clasificación; aun cuando mantengan rasgos del género, son un espejo crudo y desnudo de las formas que toma la violencia en nuestra sociedad; Alfonso Chase, nuestro Alfonso Chase, siempre alerta y dispuesto a la denuncia y a la reflexión política, autodenominándose “poeta político”, después de haber transcurrido el camino de la reflexión ontológica y que como narrador hace en sus obras un análisis exhaustivo de nuestra realidad en sus más crudos aspectos, (aludo, por ej “Cara de Santo, Uñas de gato”. Y así varios otros escritores.
Afirmo que corresponde al escritor desplegar la mirada atenta, la mirada inquisidora sobre su realidad. Y en la medida en que responda a ella, se afirmará su obra.
El problema para el creador es que, para que sea capaz de analizar su entorno en toda su dimensión cuando la violencia existe, pero embozada, al no enfrentar un estamento militar que sea el “enemigo declarado”, necesita adquirir y utilizar un instrumento de análisis preciso, que le permita tomar conciencia de lo que no es evidente, de lo que subyace y no se muestra, y que en el caso de nuestro país, significa la mayor porción del iceberg. De lo contrario, su visión de mundo quedará cercenada y se adecuará a una visión idílica de su entorno, y posiblemente termine generando obras sin peso y sin consistencia.
En alguna medida, ese imaginario colectivo por el que transita el país, nuestra supuesta “suiza centroamericana” y nuestra tradición civilista se podrían transformar en trampa mortal para el creador que se quede nada más con esa visión, y que la enarbole como verdad absoluta. Porque en aras de esa visión nuestra sociedad ha obviado la presencia de violencia, persecución ideológica, asesinatos (como ejemplos el amargo pasaje del Codo del Diablo, el asesinato de ambientalistas, (Jairo, María del Mar Cordero, Oscar Fallas y Jaime Bustamante, el poeta David Maradiaga,Gerardo Cruz (San José germina en la tragedia del silencio, nos dice el poeta). O bien de políticos, como el caso de Viviana Gallardo, asesinada a los 18 años; entre muchos otros que se quedan en el limbo. Y de eso hace alusión de manera clara la novela de Mirta González, quien nos lleva de la mano por 30 años de historia nacional teñidos con asesinatos impunes. Me refiero a la novela Crimen con sonrisa. La sonrisa proporciona esa manera particular del ser costarricense y ese podría ser uno de los aportes a la ausencia de conflictos armados, la capacidad de no asumir, al menos en apariencia, los aspectos más sórdidos de nuestra realidad.
Entonces, podríamos afirmar como conclusión que la visión de una Costa Rica idealizada como paraíso civilista, ignorando los ríos subterráneos que corren, con su carga de deshumanización y de intereses creados ajenos a los principios de solidaridad y de justicia social, podría conducirnos a la parálisis creadora, o la creación de obras sin peso y sin sustancia. También mencionar que aquellos creadores que tienen presentes esos ríos subterráneos en su producción, son quienes nos han dado obras sustantivas y trascendentes. Y me permito mencionar además de los ya citados a Rodolfo Arias Formoso, con textos como Guirnaldas Bajo Tierra, excelente radiografía de la sociedad costarricense contemporánea; Elefantes de Grafito de Warren Ulloa sobre la permeabilización de la sociedad por el narco, o La loca de Gandoca donde el tema de la transnacionalización de CR, la presencia de lo extranjero y la violencia económica que conlleva están presentes, así como la defensa de la naturaleza. O la narrativa de Laura Fuentes, con su Antierótica Feroz, retrato descarnado de las relaciones a partir de la sexualidad.
Es desde una óptica humanista que podremos explorar la realidad con nuevos ojos, analizarla y transformarla en sustancia y vigor para el proceso creativo. Y evidentemente de esta proceso participan escritores del resto de Centroamérica, los que han pasado por los horrores de las confrontaciones armadas, de la persecución política directa y desembozada, así como algunos escritores costarricenses, pese a que no han vivido circunstancias similares, pero que han tenido la lucidez de mirar su realidad con sentido crítico.
Y en referencia específica a mi obra, aparece la sensibilización sobre los extremos de las guerras en algunos poemas de Violenta Piel, y Llueven Pájaros. Comparto en ese sentido un poema:
En la ciudad del desierto
trocamos los pájaros
Ahora el cielo entintece
su desnuda claridad con los misiles
Ya no hay alas bordeando el horizonte
En la ciudad del desierto
anulamos los pájaros
Solo un resplandor de plata que encandila
solo el pulcro estallido de las bombas
usurpa el espacio de los pájaros
En la ciudad del desierto
trocamos los pájaros
Ahora el cielo entintece
su desnuda claridad con los misiles
Ya no hay alas bordeando el horizonte
En la ciudad del desierto
anulamos los pájaros
Solo un resplandor de plata que encandila
solo el pulcro estallido de las bombas
usurpa el espacio de los pájaros
En la ciudad del desierto
con la misma golosa dedicación
sacrificamos pájaros
asesinamos niños y mujeres
Y nos desinfectamos las manos
NOTA:
Esta charla se compartió en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, México.
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