Bernal Herrera: «Dilemas de la izquierda (II)» en Miscelánea

El episodio anterior comenté uno de los dilemas actuales de la izquierda: la multiplicación de sus posibles agendas. Lejos de ser un problema por sí misma, dicha multiplicación podría incluso reforzarla, atrayendo a la izquierda nuevos grupos de simpatizantes. El problema radica en las dinámicas que, en la práctica, tal multiplicación ha generado. Se comentan algunas de estas dinámicas, y el impacto del cristianismo en ellas.

Bernal Herrera Montero.

El episodio anterior comenté uno de los dilemas actuales de la izquierda: la multiplicación de sus posibles agendas. Lejos de ser un problema por sí misma, ella podría incluso reforzarla, atrayendo a la izquierda nuevos grupos de simpatizantes. El problema radica en las dinámicas que, en la práctica, tal multiplicación ha generado.

Es importante recordar que algunas de las nuevas luchas también las pueden dar grupos conservadores, opuestos a una mejor distribución de la riqueza. Un ejemplo reciente lo vimos en Chile, cuando el Partido Verde Ecologista votó con la derecha para rechazar la reforma fiscal propuesta por el gobierno de Gabriel Boric, que aspiraba a hacer más progresivo el sistema tributario, y a recaudar fondos para algunas de las principales propuestas del gobierno, como aumentar las muy bajas pensiones y mejorar los servicios públicos de salud y educación. Pero aun dejando de lado a tales grupos, las nuevas luchas han acentuado las dificultades para alcanzar consensos amplios entre los distintos colectivos de izquierda.

A menudo cada uno de ellos parece excesivamente enfocado en su lucha particular, lo que, insisto, no siendo por sí mismo un obstáculo, en la práctica ha dificultado lograr llegar a grandes acuerdos y alianzas. Las razones son claras. Por un lado, algunas de las nuevas luchas, como las feministas y las de identidades sexuales diversas, son rechazadas por una parte importante de quienes apoyan la tradicional agenda socioeconómica de la izquierda. Tal ha sido el caso, por ejemplo, de la lucha por el matrimonio igualitario. Por su parte, algunos de los colectivos que impulsan nuevas luchas no están interesados, o no le dan la importancia necesaria, a las luchas por una mejor distribución de la riqueza. Juntas, ambas situaciones dificultan mucho agrupar todas las posibles luchas de izquierda bajo una sola bandera electoral o liderazgo político. La situación en nuestro país del Frente Amplio es un buen ejemplo. De forma correcta y coherente, el partido se sumó a las nuevas luchas, pero manteniendo la centralidad de la lucha por redistribuir parte de la riqueza. Ello ocasionó que hoy día buena parte de su electorado venga de clases medias educadas que apoyan las nuevas luchas, no de los sectores populares convocados por la lucha socioeconómica, a pesar de que el partido mantiene esta última. En temas socioculturales, el partido se volvió demasiado liberal para muchos sectores de la izquierda tradicional, al tiempo que muchos sectores de la clase media que apoyan las nuevas luchas, lo juzgan demasiado de izquierda en temas socioeconómicos. En resumen, la decisión ideológicamente correcta del partido de apoyar todas las luchas de izquierda, decisión que idealmente debería fortalecerlo, de momento podría haberle puesto un techo a su crecimiento.

Justo cuando la proliferación de las luchas vuelve más necesaria una visión matizada del contexto político en que se insertan, asistimos al reforzamiento de posiciones que ignoran los matices, y juzgan desde visiones reductivas. Si la persona que en un momento podría representar mejor una agenda amplia de izquierda no sostiene, en una lucha concreta, las posiciones de los colectivos que dan esta lucha concreta, a menudo le niegan el voto, y se le juzga casi tan inaceptable como las candidaturas conservadoras. Cada colectivo en lucha exige que quien aspire a algún tipo de liderazgo, comparta las posiciones del colectivo en su lucha concreta. Pero un compromiso de la izquierda con todas las luchas aleja a todos los grupos que no comparten, o incluso rechazan abiertamente, una o más de estas luchas, lo cual  acaba por fragmentar e incluso enfrentar a su posible electorado. Es esta una variante de la vieja lucha por una supuesta pureza ideológica, que tantos daños ocasionó al interior de la izquierda tradicional. Este rechazo al compromiso hace que quienes podrían acordar alianzas alrededor de puntos básicos de acuerdo, prefieran ir cada cual por su lado.

A esta situación, que grosso modo afecta a la izquierda en muchas regiones del mundo, se le suma, en América Latina, y en menor medida en otras regiones, otra dificultad: la fuerte implantación del cristianismo, en especial en sectores populares. Hubo en América Latina un momento en el que sectores cristianos, como las comunidades de base y los defensores de la Teología de la Liberación, se sumaron a la izquierda. Pero varios factores contrarrestaron esta prometedora alianza. Uno de ellos fue la represión contra estas tendencias emprendida por la reacción conservadora de la Iglesia Católica durante el largo papado de Juan Pablo II. Luego, el crecimiento de los movimientos evangélicos conservadores, impulsado desde los Estados Unidos, reforzó un cristianismo más de derecha que el catolicismo. Y en diversas elecciones, como las presidenciales del 2022 en nuestro país, algunos de los sectores más conservadores del catolicismo apoyaron a Nueva República, pues a pesar de la tradicional rivalidad religiosa, ambos grupos apoyaban la misma agenda ultra-conservadora. Pero tal vez lo crucial en este tema es que, si bien es factible compatibilizar el cristianismo con la lucha por la distribución de la riqueza, resulta mucho más difícil hacer lo mismo con luchas como la equidad de género o el matrimonio igualitario. Pues si bien a lo largo de la historia sectores del cristianismo lucharon por una mayor justicia socioeconómica, este siempre ha sido patriarcal y homófobo.

La multiplicación y fragmentación de los colectivos agrupables bajo la bandera de la izquierda, la fuerte impronta cristiana de las sociedades latinoamericanas, y el creciente impacto político de los movimientos evangélicos, le presentan a la izquierda dilemas de difícil pero no imposible solución. Existen otros dilemas, unos pocos de los cuáles espero poder comentar en una próxima Miscelánea.

 

 

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