Bernal Herrera: “USA hoy. Tercera parte: el salpique”, en Miscelánea

Los Estados Unidos padecen hoy día una aguda disfuncionalidad interna. Su condición de principal potencia mundial provoca que esta disfuncionalidad acabe afectando a muchos otros países. Se comenta este efecto de salpique, ejemplificándolo con algunos casos concretos en América Latina.

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Bernal Herrera Montero.

USA hoy. Tercera parte: el salpique

Las dos Misceláneas anteriores hablamos de la actual condición de los Estados Unidos como primera potencia mundial y de su disfuncionalidad interna. Hoy hablaremos de los fuertes efectos de esta disfuncionalidad en el exterior, sea por políticas emprendidas por instancias públicas y privadas estadounidenses, o por el efecto de demostración de lo que allí ocurre.

No me refiero aquí a políticas como las agresiones militares y económicas practicadas por Estados Unidos en el mundo, pues estas no obedecen a su actual disfuncionalidad interna, sino a políticas de estado muy asentadas. Me refiero, más bien, a los efectos negativos que diversas dinámicas estadounidenses generan en las dinámicas locales de otros países. Veamos un par de ejemplos.

Un rasgo muy propio de la cultura estadounidense es el culto a las armas, que lleva a muchos a considerar su posesión y portación como un derecho, recientemente fortalecido por la Corte Suprema de ese país, y es un tema central en la agenda del Partido Republicano. Pues bien, en el 2005 Brasil sometió a referendo una ley que restringía la venta de armas. La propuesta arrancó con un apoyo mayoritario y se preveía una fácil aprobación. El poderoso lobby estadounidense de las armas decidió intervenir, en especial la NRA, National Rifle Association, una de cuyas principales actividades es el lobby político. La NRA propagó en Brasil sus temas usuales: que regular las armas amenaza la libertad individual, y que los ciudadanos deben armarse contra la delincuencia. La campaña tuvo éxito, y la propuesta de ley fue rechazada. Una disfuncionalidad propia de la cultura estadounidense alteró la dinámica interna de un país de la magnitud de Brasil. No era esta la primera vez que la NRA actuaba en el exterior, ni tampoco fue la última.

Siguiendo en Brasil, la estrategia de Trump para negar los resultados electorales si estos no lo favorecían, que arrancó meses antes de las elecciones, ha sido adoptada por el presidente Bolsonaro, quien se ha dedicado a plantear dudas sobre el internacionalmente respetado sistema electoral brasileño, el mismo con el que Bolsonaro ganó las elecciones anteriores.

Campañas como estas se van volviendo frecuentes. En Bolivia, reclamos infundados del candidato perdedor y apoyados por el secretario general de la OEA, acabó en un golpe de estado contra el entonces presidente Morales.

Los chanchullos electorales son tan viejos como las elecciones, pero lo cierto es que las acciones de la presidencia estadounidense son muy seguidas en el exterior, y proporcionan estrategias que acaban siendo imitadas en otros lugares. Estados Unidos posee una fuerte institucionalidad, y un ejército dedicado a pelear fuera, no a reprimir a sus compatriotas, así que Trump debió dejar el poder, pero países como Brasil no tienen ni esa fortaleza institucional ni ese tipo de ejército. Otra vez, una disfuncionalidad estadounidense salpica a otros países.

También está el fenómeno del creciente poder político de las poblaciones evangélicas en América Latina, impulsado sin duda por  factores como el crecimiento de dichas poblaciones, pero también por el apoyo de grupos evangélicos estadounidenses, que tienen un inmenso poder en la política estadounidense, en especial en el Partido Republicano, buena parte de cuya agenda es la de estos grupos. Aunque la modernización hizo creer a muchos que la religión pasaría a ser un asunto privado, en los Estados Unidos la política está muy influida por agendas y fuerzas religiosas ultra-conservadoras. Otra disfuncionalidad de la sociedad estadounidense, recientemente reforzada por la Corte Suprema de los Estados Unidos al anular el derecho federal al aborto legal, que tiene un profundo impacto en la vida sociopolítica de otros países. Es probable que una de las razones de la creciente importancia política de la religión en muchos países del mundo, incluidos no-cristianos como Israel y la India, responda al efecto de demostración de la situación estadounidense.

Otros ejemplos son tanto o más dramáticos y negativos. Pensemos en los efectos que los insostenibles patrones de consumo de la cultura estadounidense, tan admirados y copiados en otros países,  tienen en el medio ambiente del planeta; y sumemos tanto los  movimientos que en Estados Unidos niegan la existencia o la peligrosidad del cambio climático, como los efectos locales y globales de otro reciente pronunciamiento de la disfuncional Corte Suprema de ese país, negándole al gobierno federal la posibilidad de establecer regulaciones en favor del ambiente, y vemos como los Estados Unidos lideran e impulsan la marcha global hacia una catástrofe ecológica.

Los ejemplos pueden multiplicarse fácilmente. Pensemos, para ir terminando, en el impacto que las teorías de la conspiración, de las que Estados Unidos parece ser el principal productor y exportador, van tomando en todo el mundo. Desde quienes juran que Trump ganó las últimas elecciones, a quienes han regresado a la idea de que la tierra es plana, pasando por quienes creen que tanto el Covid-19 como las vacunas contra este padecimiento son  maniobras para liquidar o controlar a buena parte de la población mundial, una infinita cantidad de teorías conspirativas recorre el mundo, muchas de ellas provenientes de las tierras del Tío Sam.

En definitiva, que un tomate podrido ayuda a podrirse a los demás, en especial si ese tomate es, ni más ni menos, que el papá de los tomates.

 

 

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