Carlos Francisco Echeverría: La vida

Carlos Francisco Echeverría.

El documental “Los caminos del amor”, de la cineasta Patricia Howell, no es sobre la cantante y compositora Guadalupe Urbina.

Es un documental sobre la vida, sobre sus desafíos y su riqueza, sus gozos y dolores, desde la doble perspectiva de dos artistas: Guadalupe, que lleva el eje narrativo con un claro y elocuente testimonio personal, y Patricia, que ilustra y acompaña esa narración con un delicioso y certero repertorio de metáforas visuales.

El que una persona desnude su existencia delante de nosotros es algo que siempre nos cautiva porque, ya sea por afinidad o por contraste, amplía nuestro horizonte de la experiencia humana y nos ayuda a conocernos mejor, a entendernos mejor.

En este caso lo hace una mujer que ha experimentado la vida desde condiciones muy diversas – como campesina, como joven rebelde, como madre emigrante, como artista, como superviviente de cáncer – y todo lo narra con claridad, lucidez y valentía impresionantes.

El hilo verbal que va trazando Guadalupe es ilustrado por Patricia (con la inestimable colaboración de Gabriel Serra como director de fotografía) con imágenes que le hacen eco y al mismo tiempo amplían el espacio de la reflexión. El lenguaje visual es alusivo, sutil, meditativo.

Quedaron especialmente en mi retina un cometa que se sostiene contra el viento mientras Guadalupe habla de su pequeño hijo, y una hoja verde que flota en la superficie de un riachuelo, tropieza y se estanca, y luego vuelve a fluir corriente abajo. Imágenes que no podrían ser más sencillas ni más poderosas.

El ritmo cinematográfico es sostenido pero sereno, puntuado aquí y allá con fragmentos de canciones de Urbina, incluso alguno dicho “a capella”, con una musicalidad asombrosa.

Pero repito: el tema del documental no son sus canciones, ni siquiera es ella misma. El tema es la vida, la de todos nosotros y la del mar, la selva y las fuerzas espirituales que nos unen, nos enlazan, nos conectan. Allí está el mérito de sus dos creadoras: en la capacidad de elevarse por encima de lo cotidiano, de lo sentimental, de lo mundano, y ver la vida de frente con todas sus aristas y toda su belleza.

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