César López Dávila: La conmemoración del bicentenario, ¿placebo o antígeno?
Para eso sirve la independencia, pare conquistarla y reconquistarla, para pensar el justo camino, para no bajar las banderas de las grandes consignas, para el apoyo mutuo, para proteger las conquistas sociales anteriores y construir las del presente siglo, para sabernos libres y artífices de nuestro destino.
César López Dávila.
La situación que actualmente atraviesa nuestra sociedad en los planos económico, político, y social; hace que en Costa Rica crezca el desconcierto sobre el rumbo del país. Tal incertidumbre, genera sin duda un malestar, que contrasta con el pundonor y las profundas convicciones, que se guardan hacia el país y su legado en fechas propias de nuestras tradiciones cívicas.
Lo anterior, hace que para estos días, en no pocos compatriotas, surjan los sentimientos encontrados, que llevan a conmemorar los 200 años de independencia con una mezcla entre fervor y desencanto… Es que la llegada del bicentenario, cual espejo, nos presenta ante nuestros ojos el reflejo del proyecto de país en curso.
Error es sin duda, pretender conmemorar dicho acontecimiento, refugiándose en pomposos, pero acartonados protocolos, que pretendan buscar en la llana celebración de fechas, el deseado efecto placebo que permita meter bajo la alfombra el sinsabor de un presente de respuestas incompletas y soluciones imprecisas en cuanto a la problemática y el bienestar de las mayorías.
Pero error también sería, evadir el simbolismo de la histórica fecha, buscando diluir la memoria de nuestro patrio espíritu común, escudándose en una comprensión fatalista del destino que sentenciando un “nada cambiará” conduzca a un presentismo estéril.
Ante esa engañosa tentación, se debe sin duda, recurrir como antígeno de nuestro organismo social, al necesario optimismo de la voluntad capaz de superar todo atisbo de desánimo, en procura programar la esperanza, como escala necesaria en el itinerario hacia nuestros nuevos destinos en el siglo.
La independencia no se reduce a una fecha. Es más bien un proceso político y social, en el cual, si bien con lo firmado en Guatemala la noche del 15 de setiembre, inicia nuestra marcha irreversible hacia la libertad, el mismo, hunde también sus raíces en una serie de acontecimientos subsiguientes, como la llegada del acta a Costa Rica, las discusiones de octubre, la creación del Pacto de Concordia, e incluso rebasa esas fechas para adentrarse más en la historia de los primeros pasos de nuestro pueblo al intentar construir el propio camino.
Sin duda en las decisiones tomadas por nuestro pueblo para 1821 destacan importantes hijas e hijos de la Patria. Pero basta preguntarse quiénes son los próceres de nuestra independencia para comprender, que fue durante la Campaña Nacional, que la defensa de la soberanía permitió a nuestros antepasados dimensionar, comprender y apropiarse del valor cotidiano de conceptos tan abstractos como independencia, y libertad.
Pocas veces comprendemos, que cuando en 1889 Martí aseveraba que “a la América española le había llegado la hora de declarar su segunda independencia”, le adelantaba la gesta del Presidente Mora y la Campaña del 1856. Por ello no se equivoca el maestro Dionisio, cuando bien dice que “Mora es “Costarrica” puesta de pie, y es su silueta recortada contra el sol del mundo”.
Fue así, como nuestro pueblo fue construyendo capa sobre capa, colectivamente y a través de distintos periodos, un espíritu común, una identidad ante el mundo, una cosmovisión que supo expresar en el surgimiento y evolución de sus instituciones.
El pacto de Concordia, las proclamas del 56, la reforma educativa del periodo liberal, la gran reforma social de la década de los cuarenta, la abolición del ejército, la creación del ICE, la creación de Parques y Reservas Naturales, son solo algunas de las decisiones que encarnan aquello que señalara Joaquín García Monge al afirmar que: “la libertad hay que conquistarla y reconquistarla cotidianamente, que sólo se pierden los pueblos que se cansan de ser libres; porque si importa saber cómo fuimos libres, importa más saber cómo conservarnos libres” … permítanme tomar esas palabras prestadas y extenderlas al proceso constante logro y búsqueda de nuestra independencia.
Entre más se olvide nuestro pasado, nuestras raíces y nuestro ser nacional, entre menos nos apropiemos de la importancia de la independencia para afrontar los retos del presente, más fácil será que impongan su particular visión de modelo, los intereses del individualismo exacerbado, el sálvese quien pueda, el “austericismo” frenético de programas sociales y el fanatismo de todo mercado y nada estado.
Actualmente, y hoy más que nunca, la búsqueda permanente de la independencia, es resguardar la economía de las recetas que sólo crean desigualdad, y mantener a buena distancia cualquier intento de sujeción política pactado para promover el retroceso de nuestros derechos o el debilitamiento y desmantelamiento de Instituciones diseñadas para el bienestar de las mayorías, como el ICE, La CCSS, el CNP o FANAL.
Se es independiente para ser libre. Se es libre para ser justo. Se es justo para no ser indiferentes al sufrimiento humano. Se es independiente para construir el camino propio con alto sentido de justicia y equidad
Por ello, en la búsqueda y conquista constante de nuestra independencia, nos debe llevar a comprender la importancia del modelo costarricense, que en distintos periodos de la historia, ha tomado decisiones que han despertado la atención del mundo. Pero entendiendo que conservarlo y actualizarlo a la realidad de los tiempos, implica saber que si el camino es, no poner al ser humano en el centro de los esfuerzos, sólo habrá más desigualdad, y seremos menos libres y soberanos de nuestro destino.
Para eso sirve la independencia, pare conquistarla y reconquistarla, para pensar el justo camino, para no bajar las banderas de las grandes consignas, para el apoyo mutuo, para proteger las conquistas sociales anteriores y construir las del presente siglo, para sabernos libres y artífices de nuestro destino.
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