Diana Ávila Solera.
Del libro Contracanto
Habitante
empezar a quererte
y aprenderte
es mi alimento
crecer por tu piel
solo porque tu piel existe
como un pájaro dulce para los días
tiemblo
herida por ese arado en las yemas de tus dedos
herida por tu boca
que llueve
no heredé la luz
me oigo respirar lejanamente
como si me hubieran abandonado en un sueño
el vuelo de la luna
sigue aún de madrugada
la sangre baja por los poros
al pie descalzo del mendigo
sumergido en la noche
con su grito alado bajo las alcantarillas
Nerudiana
I
la poesía
mi amor,
el origen
la raíz
la decisión de volver al silencio
la búsqueda del principio
de la otra cara
de las hojas prehistóricas que se murieron en el viento
dejando en el aire las semillas:
simiente perdida.
En tu raíz encuentro
pesadas historias de mí misma
orígenes confusos
piedras pulidas que se parecen a mi cara
ternuras oscuras
deshabitantes que se van y vienen
tristes esqueletos familiares
y nombres de amigos
día y noche
y animales
calles hermanos y asesinos
multitudes y sillas rotas y alacranes
y me encuentro yo
contemplando estas latitudes
estos sueños
estos oficios
sorprendida por tanta respiración desesperada
II
la lluvia vegetal abre canales
para que la vida pase
y se reúnan piedras
caballos
horizontes y aguas
dientes y abedules
montañas de cuarzo y dendritas
oscuridades y verdores
pájaros y mariposas
huesos y silencio
la lluvia que reúne los olores de la tierra
los animales y el viento
todo
libre
entrando en la fertilidad me encuentro
entrando en la respiración animal
reverdeciento en la tierra mineral de tu boca
en tus ríos
tu saliva me fertiliza
me cubre con la serenidad del agua
me enseña
todo
libre
vos sos
habitante en mis sueños
semillero de mi sangre
vos sos mi helecho
mi silbido
mi sillón
de mis ojos de perro mordido salgo a cantarte
vos sos mi tibieza apresurada
donde mi espalda golpeada
y mi espalda traicionera
se duermen
Del libro Contracanto (1981)
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