
Si bien es cierto, muchas personas y actores sociales, ante la frustración, el desencanto y el enojo apuestan su suerte a los cantos de sirena, también lo es, que líderes populistas han hallado una veta de oro en la decepción de la colectividad con los partidos, las instituciones, la democracia y los liderazgos del pasado. Vivimos en un mundo altamente complejo, donde los desengaños producto del pasado, se han convertido en un arma letal a la conciencia democrática.
Cada día alguien subraya que todo está mal, que no hay que confiar en nadie, y que debemos escupir sobre el pasado. La fórmula de la mentira y la desconfianza se acentúa ante los ojos de la ciudadanía. Y esa es a la vez la trampa, por cuanto un sector de la población ha llegado a aceptar que nada es bueno, que nada vale la pena, y que el resentimiento, el rencor y el odio se deben anteponer a cualquier posibilidad de esperanza, de optimismo o de ilusión. Su forma de resolver es dando poder a uno de los suyos, a alguien con suficiente resentimiento y emocionalmente dispuesto a tumbar todo vestigio del ayer, aunque su noción del futuro y de los problemas sea escasa. Hay sin embargo generaciones: los más mayores, una buena cantidad de la siguiente y jóvenes, que al haber conocido o reconocido un pasado mejor en oportunidades y bienestar, procura incidir ahora en el rumbo, dejando a un lado lo que ha sido dañino.
Luchar bajo estas condiciones no es una tarea sencilla, y sin embargo lo único que realmente se puede hacer es evitar el histrionismo, y alejarse de quien se infatúa en el poder. Se debe tener claro que la atención está siendo distraída cada vez más frente a la pequeña pantalla del móvil, de la tele o del ordenador. Ahora se piensa, respira y actúa irreflexivamente, delante de los medios digitales. Las emociones se encuentran presas en una especie de pecera invisible y ese es el fenómeno de la época.
Apostar es un juego muy delicado que en realidad esté sucediendo en diversos países de América Latina. Repudiar lo que no se quiere se ha convertido la motivación principal que nutre al populista. El asunto es que no se apuesta a lo que se anhela, o a lo mejor como aspiración, sino precisamente a recrear todo aquello que a fin de cuentas está relacionado con el rencor y el enojo. El ejercicio de vivir entonces es hoy día complicado; no sólo no hay respuestas a los desafíos sino que eso no interesa.
El futuro no es apostar a ciegas, sino tener conciencia de lo que ocurre, de advertir la presencia de líderes que demandan mucha atención, pero sin la menor idea de como atender o resolver los problemas estructurales que afligen a la colectividad. Por eso es imprescindible, que cada persona consciente y comprometida haga un alto en el camino, para ver con cuidado las señales del entorno.
El objetivo es recuperar el timón y no seguir navegando en aguas peligrosas, a cuyo capitán le entretienen las aguas turbulentas, tanto como adherirse irracionalmente al timón. Hay que dejar de apostar a ciegas, leer más, interesarse, entender mejor lo que ocurre y asumir una posición responsable con el futuro y con Costa Rica. Este continúa siendo un camino posible pero el valor y la determinación son igualmente necesarios.
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