Editorial: Autocracias versus Democracias
La verdadera democracia es aquella que conlleva tener conciencia de la responsabilidad propia, teniendo los derechos y ejerciendo los deberes que la convivencia social demanda. No es válido por ello, endosar y dar la responsabilidad a un hijo de vecino con pretensiones mesiánicas, antes que asumir la propia.
La alusión que hiciera el Presidente Biden en el discurso sobre el Estado de la Unión en estos días, en sentido de que el mundo enfrenta una batalla entre autocracias y democracias, no deja de tener importante validez. Lo cierto es que las autocracias; dejando de lado aquellos países y regiones, donde prevalecen aspectos culturales, militares o religiosos; o su combinación, ganan terreno ante democracias cada vez más frágiles y erosionadas.
Los partidos políticos y los proyectos enmarcados dentro de esta concepción política-ideológica llamada democracia, vienen sufriendo sus propios cambios, en un mundo de constante evolución y transformación. Las agrupaciones tradicionales se evidencian débiles en la atención de las necesidades ciudadanas y dan espacio; como ha sido evidente en los últimos años al manejo de una narrativa dirigida a revolcar resentimientos y frustraciones, con cierto revanchismo hacia los causantes de nuestro infortunio. Es claro que el objetivo de quien así manipula, es alcanzar el poder por la vía, revolcando los sentimientos de malestar en sectores marginados y excluidos en la sociedad democrática.
Otro fenómeno es el de las migraciones forzadas por razones políticas, sociales, o por enfrentamientos étnicos en el mundo, factor que ha posibilitado el desplazamiento de millones de seres humanos. Ello ha venido poniendo presión en las sociedades visualizadas como más solventes y generando a nivel interno fuertes reacciones nacionalistas por el impacto que estos fenómenos masivos, tienen a nivel local. En este sentido se viene experimentando un proceso de creciente xenofobia y radicalización hacia la derecha en el mundo; favorable a partidos y liderazgos de orientación autocrática.
A fin de cuentas las democracias representativas se han quedado cortas; no sólo en brindar respuestas para satisfacer el clientelismo dependiente del aparato estatal, sino en romper paradigmas a través de la participación activa de la ciudadanía. El ciudadano común prefiere que sean las élites o un líder, quien asuma responsabilidad por sus decisiones para mantenerse en zona de confort. Así mueren también las democracias. La institucionalidad además, parece haberse convertido en un fin en sí misma, funcionando; en la percepción pública, como una máquina cada vez más deshumanizada.
Esto no es algo entonces, que vaya a resolver alguien que se auto defina como “líder de los cabreados”, salido de la nada y rodeado de personajes similares a él, asumiendo actitud anti todo y elevando la demagogia populista a su más alto nivel. La verdadera democracia es aquella que conlleva tener conciencia de la responsabilidad propia, teniendo los derechos y ejerciendo los deberes que la convivencia social demanda y esto comienza por casa.
No es válido por ello, endosar y dar la responsabilidad a un hijo de vecino con pretensiones mesiánicas, antes que asumir la propia.
Ese es el camino que debemos seguir, y aunque lo parezca no es fácil.
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