En un reciente artículo de Foreign Affairs sobre Vladimir Putin, se hace un interesante análisis sobre el tipo de autoritarismo que caracteriza al gobernante ruso, el cual es calificado de personalista, para diferenciarlo de otros autoritarismos que obedecen más a sus élites económicas, o militares, no siendo este el caso. Putin ha encontrado adeptos a su estilo de liderazgo, que se tipifican principalmente aunque no exclusivamente en dos clases: los “minions” * y los aduladores. Los primeros son aquellos que le siguen y hacen cualquier cosa que su jefe les pida. Evocan los divertidos personajes amarillos del cine; muy pequeños, y que se han hecho famosos porque se vuelven fans de prácticamente cualquier cosa o personaje que sea capaz de atraer temporalmente su atención. En cuanto a los segundos, la característica predominante es derivar algún beneficio particular en aras de la constante complacencia hacia su jefe, a quien y al cual se pasan reforzando en su autoridad y decisiones de cualquier naturaleza, por descabellada que sea. El líder ruso, a propósito, no usa teléfono celular y se maneja con pequeños grupos de monigotes recibiendo insumos de círculos manejados a su antojo. Remember Ortega-Murillo.
Es fácil deducir que en este tipo de liderazgo no son importantes, ni la transparencia ni la rendición de cuentas, por cuanto sus decisiones, y a menudo sus opacas ocurrencias, son las que determinan el rumbo. Se trata de alguien, quien fácilmente puede cambiar de opinión y dirección según las valoraciones y “oportunidades” que se le presenten en el camino. En este tipo de regímenes, errar se convierte en un resultado sin mayores consecuencias para el tomador de decisiones, por cuanto no existe institucionalidad, ni mecanismo identificado o concreto, capaz de hacer variar el rumbo del líder personalista. Tampoco los “minions” por su naturaleza errática, y menos a los aduladores interesa; aunque sean capaces de comprenderlo, hacer notar a su “boss” los errores que puede estar cometiendo. Los aduladores ni se atreven, ni arriesgan.
En esta etapa de la contienda electoral, hacia lo interno, hay una clara tendencia que favorece esta clase de liderazgo, pero a la tica. Esto se da posiblemente por la carencia o el desinterés de los grupos cercanos al candidato, que al parecer no brindan buena retroalimentación a sus jefes, sobre el estado del país, en conexión con las verdaderas necesidades ciudadanas, o bien, porque claramente su interés no es el del bienestar general. Se navega así sobre la superficie de los temas, incluido el barniz de internacionalismo al que apelan. Se plantean consignas y propuestas ambiguas, se adolece de autocrítica, y evidencian claras lagunas en el análisis del acontecer nacional. Una pizca de esperanza asoma al Congreso, donde habrá ahora una representación; en su conjunto, mejor preparada que la actual, con protagonistas más activos a nivel nacional. (No incluimos en este editorial, otros temas muy importantes que están agitando el entorno).
Pareciera entonces, que nos encontramos ante dos tipos liderazgos personalistas frente a frente: uno más articulado a una estructura añeja y conservadora que le es leal, apegado a importantes conquistas del pasado y al oasis energético del futuro y otro que proclama la ruptura por el desencanto y la frustración de una democracia cada vez más erosionada y lejana, para que rompiendo esas cadenas el país pueda progresar. ¿Cuál es la que hoy día nos sirve de andamio? en esta compleja transición que nos ha de guiar hacia algo mejor, esa es la decisión en esencia.
- En Internet se dice que los minions, son ingenuos y torpes ayudantes de villano, llevan buscando, desde el principio de los tiempos, un verdadero malhechor al que servir. A lo largo de una evolución de millones de años, los minions se han puesto al servicio de los amos más despreciables.
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