La fase final del campeonato de fútbol desató, como muchas cosas en nuestra aldea, fascinantes pasiones. Los principales clubes asumieron bien las afinidades provinciales, obedeciendo a su tradicional enfrentamiento. Se “volaron” como siempre, porque saprisistas, liguistas, heredianos y cartagos en esta oportunidad, se dieron sin reparo, como saben hacerlo. Lo que se evidenció al final con el triunfo de Cartago, muy a la tica, es que podemos unirnos con afecto, cuando el que triunfa no es nuestro adversario antagónico. Igualmente cierto sin embargo es, que las heridas y fisuras por las rivalidades entre clubes no se desvanecen fácilmente. La Liga toma revancha con Marcel devolviéndolo al plantel por unos meses, mientras Heredia se trajo a Campos de vuelta; siendo este jugador quien hizo la hermosa aventura de retornarle a Cartago su pretérita gloria.
Para todos sin embargo era preferible que triunfara el Club Sport Cartaginés luego de más de ocho décadas sin un título, antes que lo asumiera cualquiera de los otros tres. Esto es razonable dada la animosidad perdurable y reconocida entre ellos. En el fondo, el afecto por el más vulnerable prevaleció, y esto era preferible a la arrogancia de cualquiera de los restantes, porque la sola idea de ver campeón a un contrario real, es a ciencia cierta insoportable.
En lo que respecta al Club Sport Cartaginés, logró finalmente desenterrar el muñeco, pedirle arrepentimiento sincero a la Virgen de los Ángeles, al punto que todo el equipo fue, a brindarle su trofeo con humildad y devoción. Lo hizo al tiempo que miles de cartagineses hacían su propio exorcismo expresando sentimientos inigualables y compartidos; incluso hasta en el cementerio con quienes no llegaron a ver este día…y como dijera alguien por ahí “Nadie puede sentir como un Cartago lo que esto significa”. La parte curiosa es que algunos de los principales protagonistas, a diferencia del pasado en este equipo, no eran en realidad cartagos. Había un cubano luchador y polémico y como él otros liguistas, un saprissista, algún herediano y un entrenador de Rio Claro, asistido por otro de origen limonense y saprissista. Hermoso sí el hecho que este inigualable triunfo, coincidiera con el aniversario celestial del nacimiento de Fello Meza, catalogado como el mejor jugador en la historia del Cartaginés. A la mente vienen entre otros, Leonel Hernández, Bobby Alvarez, o Randall “El Chiqui” Brenes, quienes también dejaron sangre y sudor en el campo de juego años atrás, sin lograr su anhelo. Las emociones, la devoción, y las lágrimas de miembros de tan diferentes generaciones, han dejado una imagen incomparable de este momento histórico. Su triunfo simboliza la esperanza, la fe, la convicción de que todo sueño es posible alcanzarlo sí hay determinación y convicción. Este equipo tuvo que cancelar toda carga emocional relacionada con su fastidioso pasado, para triunfar como anhelaban y merecían tanto ellos como su pueblo.
La nación entera sintió un gran alivio, porque no hubo costarricense; futbolero o no, que de alguna manera no estuviera pendiente de este partido y su eventual resultado. Cartago hoy es el maravilloso ejemplo de que todo sueño es posible, y que podemos ser mejores si luchamos de verdad; podemos triunfar incluso sobre nuestros propios mitos y temores, y hasta sobre esos muñecos que se cargan a veces en el alma. ¡Salud Campeones!
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