Editorial: Desinformación, estafas y hackeos…
Todos estos fenómenos descritos son parte de una misma realidad nueva, que es también perversa y contundente. Esto obliga a los gobiernos y a los ciudadanos a ser triplemente más cautos sobre el uso, la detección de la fuente y el manejo de la información.
No sólo la pandemia nos ha obligado a ingresar al futuro de una manera abrupta, la desinformación constante elaborada para dañar lo que sea y a quien sea, así como el fenómeno de una criminalidad tecnológica, que desde el extranjero puede poner a un Gobierno en situación de elevada vulnerabilidad, tal como parece ser el caso al que se refieren estos días los medios en Costa Rica. Todo ello nos hace añorar un pasado muy distinto, cuando ignorábamos que las oportunidades del futuro, nos traerían semejantes amenazas. No menos inquietante es el robo de información para cometer estafas y vaciar cuentas de los bancos. Muchos ladrones hoy en día no tienen que entrar a la casa para robar, porque lo pueden hacer fácilmente con ayuda de la tecnología y el apoyo de alguna ingenuidad.
En lo que respecta a la información falsa, es importante señalar que el ciudadano común no cuenta con suficientes instrumentos, ni interés genuino para poder hurgar en la verdad y evitar ser engañado. La desinformación prevalece, agudizando de forma crítica la percepción sobre los acontecimientos reales y los hechos ineludibles. La tecnología en vez de aliada se convierte en un instrumento de conspiración para la colectividad.
En estos días también varios medios de información nos recuerdan, que las cuentas falsas son parte de la nueva normalidad; un hecho ante el cual, la legislación costarricense apenas aprende a reaccionar. Mediante el uso aceptado de cuentas en realidad ficticias, se genera información perversa y dañina que se usa para generar animosidad hacia el contrario. La práctica al parecer es utilizada por todas las partes con una frialdad pasmosa. Si a ello le sumamos una crisis con respecto a la educación y a la formación ciudadana, no es aventurado decir que las corrientes de opinión están hoy en día mucho más expuestas que en el pasado. Ni que decir de los delincuentes informáticos que están al acecho del robo de información sensible de los clientes del Estado; inclusive de la banca, para poder saquear sus cuentas corrientes. Sabemos así de verdaderos actores que se hacen pasar por empleados bancarios y de otras entidades, con datos parcialmente ciertos para atrapar a cualquiera en forma muy convincente. Y ahora esto: criminales tecnológicos organizados a nivel internacional, para desestabilizar gobiernos y con gran descaro pedir sumas multimillonarias en dólares. Esta supuesta compensación es para devolver y restablecer los sistemas malévolamente filtrados; que en todo caso les pertenece a la colectividad.
Todos estos fenómenos descritos son parte de una misma realidad nueva, que es también perversa y contundente. Esto obliga a los gobiernos y a los ciudadanos a ser triplemente más cautos sobre el uso, la detección de la fuente y el manejo de la información. Debe tenerse presente sin duda alguna, que la ignorancia y la ingenuidad son a fin de cuentas cómplices de esta aberrante situación.
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