Editorial. El imperativo en la formación ciudadana: ética y política
Sí no dedicamos esfuerzo a la responsabilidad irrenunciable que poseen las organizaciones políticas y el mismo Estado en esta materia: de forjar una ética y una formación cívica ejemplar, la ignorancia y la mala fe habrán abonado para entonces demasiado terreno a su favor. Quizás nunca será demasiado tarde para emprender este enorme desafío.

Es importante tener presente, que la educación ciudadana ha venido también a menos durante los últimos tiempos. Sin una buena base educativa y con escasa formación cívica y política, los dirigentes de las organizaciones político partidistas llegan mal preparados, aunque el aporte del servidor público sea crucial para atender demandas y necesidades de la población. A manera de ejemplo se puede mencionar la comparecencias de jerarcas en el seno del Congreso, en donde de tiempo en tiempo, y ahora con mayor frecuencia; tanto de un lado de la mesa como del otro, se escuchan intervenciones insulsas e intrascendentes. En este contexto no es de extrañar que una forma de suplir las buenas argumentaciones, sea generar redes pagadas de personajes (mejor conocidos como troles) aquí y en la India, con el propósito de aplaudir y alabar las paupérrimas intervenciones, o bien para atacar opositores, en espacios del poder político que otrora fueron respetables. Esto en el caso de los comparecientes; y con frecuencia también de quienes interpelan, en virtud de la absurda cantidad de preguntas y comentarios inocuos que dan al traste con la oportunidad de realizar control político real.
El ejemplo dado por parte de quienes ostentan posiciones de poder, es entonces reflejo de una pobre formación cívica y también ética. Eso es simplemente así. Y como hemos retrocedido tanto en la educación pública, se manifiesta a la vez, ese evidente deterioro en los valores ciudadanos, dando espacio a la violencia verbal y a la grosería, como armas para desacreditar la argumentación contraria; sólo que ahora se hace a través de las autopistas de la información y de las redes sociales. Como no hay argumentos se grita a través de los renglones de facebook, twitter, instagram e incluso de los chats de whatsapp… Pensamos que debe haber algún modo de recuperar los buenos argumentos, y hacer acopio de una digna participación, en donde la ética para debatir y sustentar posiciones, emerja como un elemento diferenciador.
El decaimiento o colapso evidenciado en el comportamiento y manifestaciones por parte de funcionarios públicos de los diferentes poderes, debe ser un tema de atención prioritaria para los próximos años, por cuanto el ocaso de la democracia se encuentra precisamente asociado a ello y su génesis está en la crisis de los partidos políticos, así como en el deficiente sistema educativo del país. Es menester elevar el debate público por parte de quienes aspiran a dirigir desde el gobierno, pero también la preparación de la ciudadanía consciente y activa. Costa Rica merece volver por los fueros que le caracterizaron en virtud de su cultura y civilidad democrática.
“No se puede hacer cacao sin chocolate” así reza ese viejo adagio popular…por tanto, sí no dedicamos esfuerzo a la responsabilidad irrenunciable que poseen las organizaciones políticas y el mismo Estado en esta materia: de forjar una ética y una formación cívica ejemplar, la ignorancia y la mala fe habrán abonado para entonces demasiado terreno a su favor. Quizás nunca será demasiado tarde para emprender este enorme desafío.
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