Editorial: La Benemérita Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano nos necesita

Estamos en deuda con la Biblioteca Nacional y garantizar su legado es para todos y cada uno de nosotros una prioridad ineludible.

A partir del momento en que la vieja y querida Biblioteca Nacional fue demolida y convertida en Parqueo hace unas décadas, y en donde aún la antigua grada a su entrada se resiste a desaparecer, puede el ciudadano medianamente educado reflexionar y percatarse de algún modo, sobre la forma en que la mayoría de los costarricenses valoramos nuestra historia e identidad cultural. La Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano, que también tuvo entre sus ilustres directores a Carlos Gagini, a Roberto Brenes Mesén, a Joaquín García Monge y a Julián Marchena entre otros, se encuentra hoy
postrada; producto de una provocada y sistemática crisis, que ha contado con la complicidad, el silencio y la indiferencia de muchos.

Ahí se encuentran muchos tesoros que hablan de nuestro extraordinario pasado; ese en el que habitaron tantos personajes de la historia patria;algunos considerados ángeles y otros demonios de acuerdo al momento. También ahí los pensamientos más diversos, o los relatos más exquisitos en un mismo lugar.

Sus usuarios nos percatamos del maravilloso trabajo de rescate por medios tecnológicos que ha hecho su Directora Laura Rodríguez, quien técnicamente sigue aportando el conocimiento y su formación en bibliotecología e informática, para revitalizar con apoyo tecnológico, con una buena cantidad de documentos que permiten revitalizar la memoria de los visitantes y preservando los trabajos para las nuevas generaciones, a través de una callada labor de frutos incontables.Hoy en día sin embargo cabe preguntarse por qué la Biblioteca Nacional, ese tesoro que nos pertenece a todos y no a unos cuantos burócratas de la cultura arteriosclerótica, no cuenta con una ley que la proteja, salvaguardando así la memoria histórica de los costarricenses… y cómo es posible que ni siquiera posea un seguro contra incendios, o plan articulado que impida las letales consecuencias de un siniestro, que bien podría ocurrir en cualquier momento.

Ignoramos cuáles son los planes del actual Gobierno de la República sobre esta valiosa institución costarricense,
pero bien haría en darle el espacio, así como el sitial que se merece, lo cual no ha sido posible garantizar hasta hoy.
Existe la iniciativa reciente, que procura vía legislativa de brindar el sustento jurídico y la organización actualizada que demanda este templo del saber. La necesidad de cambio eso sí, implica también actualizar sus funciones y dotarle del personal profesional que necesita. La Biblioteca Nacional merece nuestro decidido apoyo y determinación;no puede seguir su camino hacia el futuro, como sí se tratase de un cuartito de libros y documentos. En todo caso no es la forma de tratar a la entidad que protege nuestra identidad y patrimonio cultural.

Los costarricenses; y con mayor razón los intelectuales tienen por responsabilidad defender y asegurar la preservación y la identidad de la Benemérita Biblioteca Nacional, siendo una de esas tareas que no puede quedar para después. Paradójicamente la memoria y la cultura vienen siendo desplazados de las políticas públicas y son puestas ingratamente en el cajón de la basura. De esto se ha hablado mucho durante la pandemia y en estos momentos tan críticos para las finanzas públicas. Estamos en deuda con la Biblioteca Nacional y garantizar su legado es para todos y cada uno de nosotros una prioridad ineludible. Que Dios ilumine a los legisladores para crear el marco de ley que la Biblioteca Necesita y a los buenos costarricenses por cuidarla y hacerla suya en beneficio de quienes habrán de habitar en la casa del mañana.

 

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