Quien quiera sea quien anuncie el Tribunal Supremo de Elecciones que habrá de llegar a Zapote, tras las elecciones del primer domingo de Abril, se encontrará con una democracia deteriorada y un Estado maltrecho; incapaz de atender los asuntos no sólo urgentes sino los desafíos más importantes de transformación que mínimamente se requieren para darle suficiente oxígeno y mayor funcionalidad. Es lo que venimos arrastrando desde hace años, ante la incapacidad de asumir gradualmente los cambios estructurales que el Estado costarricense y por tanto la sociedad requiere, para enderezar el rumbo. Los álgidos temas de Hacienda Pública; incluyendo deuda y déficit, así como una deficiente gestión institucional con excepciones, son aspectos crónicos a resolver.
Hay además un contexto de factores exógenos que también están influyendo en determinar nuestra alambicada realidad, y cuya complejidad viene in crescendo: Las secuelas de una pandemia; que aún no se ha marchado, la Guerra en Ucrania en virtud de los cíclicos juegos del poder manifiestos en los grandes actores de la geopolítica, y la crisis climática de la cual todas las naciones sumamos como víctimas con periódicos desastres naturales, que también vinieron para quedarse. Todos estos son factores difíciles de controlar en su inicio y más aún en su final y consecuencias.
Si alguien cree que un superhombre, una mujer maravilla o un partido político agotado son suficientes para gobernar bajo estas condiciones, es obviamente imposible. Por ello entonces, no significa que el enojo, el desencanto y la frustración; aunque tienen lógica cabida en la decisión al voto y en la elección tipo “quéjese aquí” (en la caja del recinto electoral), vayan a ser atendidos después por el elegido. No porque no se desee, sino porque bajo condiciones como estas, nadie llega solito a ningún lado. Por eso debemos focalizar en el sistema político como tal y no sólo en el principal jerarca del Poder Ejecutivo, aunque se llame Presidente. La toma de decisiones más importantes de este sistema, sigue estando en la Asamblea Legislativa, dado que se encuentra conformada por una diversidad de actores importantes, aunque todos y cada uno con una forma parcial y fragmentada de ver y de analizar la problemática que estamos experimentando.
Vale recordar eso sí, que no sólo esas fuerzas existen, sino muchas otras las cuales gravitan en la sociedad costarricense, alrededor de sus propias preocupaciones e intereses, y que ellas habrán de tener un papel importante en la configuración activa de esta nueva etapa. La lógica, aunque no siempre aplica, hace suponer que al haber una diversidad de actores sociales y económicos importantes, deberían al menos intentar ponerse de acuerdo; con sus liderazgos, en aras de una agenda de convergencia nacional, eso antes que el pulso inútil por demostrar que se posee la verdad absoluta para resolver tales tareas y retos. No hay tiempo para perder más tiempo, y ¿para qué entonces desgastarse más en los efectos e impactos, que en la causas de los males?
El populismo, se manifiesta ampliamente en la primera magistratura en ambas opciones, (en mayor o menor grado) y debe tenerse presente que un acuerdo temporal con la frustración colectiva, puede revertirse de forma más intensa, luego de unos meses sino hay respuestas efectivas en conexión con la ciudadanía. Lo más doloroso sería por tanto volver al eterno comienzo después de Mayo del 2022, pero bajo condiciones irreversibles.
Ojalá no sea así. En todo caso puede evitarse.
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