Editorial: Quo Vadis democracias
No es un tema sencillo, considerando el entorno económico complejo en el cual prevalece la desigualdad y la inequidad existentes, lo que ha permitido a intereses particulares y mezquinos prevalecer sobre los de la colectividad.
En días pasados se hizo un interesante ejercicio; originalmente para valorar “el movimiento del péndulo político en América Latina”, subrayando el avance del populismo en la región hacia la izquierda como tendencia y en algunos casos hacia la derecha, principalmente en aquellos países con importante peso en población y territorio, evidenciándose que los procesos realmente democráticos tienden a ser desplazados en este movimiento pendular.
El conversatorio promovido por la Revista sin embargo, tomó otro rumbo y se centró en un tema más de fondo: la situación de la democracia, así como el rescate de esos procesos democráticos, reconociendo las diferencias entre las características de cada sociedad. Se hizo notar en el análisis, que hay un comportamiento colectivo; el cual obedece al desencanto de las mayorías con los partidos políticos tradicionales, los cuales han ocupado el poder por décadas; incidiendo paralelamente, en el deterioro de las democracias. Se ha manifestado una evidente lejanía del Estado con las necesidades ciudadanas. Por eso al depositar el poder en las manos de liderazgos personalistas y de corte autoritario hoy en día, pretenden esas mayorías castigar a los partidos políticos tradicionales y sus liderazgos, así como a la burocracia estatal; responsables de haber traicionado sus expectativas de progreso.
Por eso mismo, hoy en día la percepción; particularmente de los más jóvenes en la región, es que no importa sí un gobierno es de uno u otro signo ideológico, sino lo importante es en realidad obtener resultados concretos en favor de sus necesidades más apremiantes. Siendo la pobreza y el desempleo el enemigo a combatir, los liderazgos personalistas fuertes e intensos se convierten en una opción “conveniente y oportuna” de las mayorías sociales ante el desencanto. Una interesante coincidencia derivada del debate, es que la frustración generalizada en términos generacionales, alcanza a todos sin discriminación etaria: jóvenes, adultos y también personas adultas mayores se encuentran en el mismo espacio del desencanto y se termina compartiendo el repudio, hacia quienes de una u otra forma representan el statu quo. No importa por eso, si estos nuevos líderes personalistas son “conservadores” o “progresistas”, porque bajo su óptica, vale más aquel refrán popular que dice “no importa sí el gato es pardo o blanco, lo importante es que sepa cazar ratones”.
La urgencia consiste sin embargo en cómo retornar y promover procesos de educación cívica y política, que permita a la ciudadanía a no guiarse por cantos de sirena y más bien, cómo incidir de forma significativa en los procesos democráticos. De lo contrario la concentración del poder desmedida en un liderazgo personalista, podría conducir a la restricción de los derechos humanos, al menoscabo de la libertad de expresión y al irrespeto a la dignidad humana, donde se pisotea la libertad a diestra y siniestra, como ocurre en varios países. No es un tema sencillo, considerando el entorno económico complejo en el cual prevalece la desigualdad y la inequidad existentes, lo que ha permitido a intereses particulares y mezquinos prevalecer sobre los de la colectividad. El remedio que se ha escogido para castigar a los partidos políticos, que tanto daño hicieron en el pasado, podría a la postre ser peor que el mal a combatir, y donde sólo una ciudadanía consciente y activa podría contribuir realmente a enderezar el rumbo.
La pregunta esencial que queda en el aire, es sí habrá tiempo para componer las cosas antes que la situación se vuelva del todo irreversible y que un estallido a la violencia cambie el curso de las cosas. La respuesta conlleva un alto nivel de responsabilidad y de compromiso por parte de los liderazgos conscientes de la verdadera situación en la que nos encontramos.
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