Editorial: Responsabilidades de la vergüenza nacional en educación. (incluye podcast)

Si no actuamos ya, seremos cómplices  de esta inevitable tragedia y vergüenza colectiva, en momentos que demandan valor y  plena consciencia ciudadana.

No querer aceptar que estamos ante una tragedia en ciernes en materia educativa, es negarse a una realidad del tamaño del Himalaya. Dos años de tumbos en educación. Las noticias nos informan de estudiantes que no responden a los llamados de los profesores.

¿Habrá que ir a cazarlos? Madres que deben andar detrás de sus hijos para que cumplan con sus deberes, y fungiendo; además de su labor, como maestros a tiempo completo, con todo lo que ello implica. Estudiantes que pasan ahora más conectados al celular, a las redes sociales y a otras cosas, generando comportamiento adictivo de innegables consecuencias psíquicas y sociales en el corto plazo.  Educadores que prefieren evadir la responsabilidad en dar seguimiento a sus educandos y formarlos, pero sí participan de irracionales paros, o se mantienen en zona de confort, o bien, desconectados de su responsabilidad como educadores y servidores públicos. Son buenos -aunque siempre hay excepciones- para echarle las culpas de todo al Ministerio de Educación, y al Gobierno.

Hay ya una brecha  digital inmensa, con respecto  a estudiantes debidamente equipados. Ni hablar de la supresión del bachillerato y  ahora de las pruebas de Faro, que bajo estas condiciones son optativas.

Un Ministerio de Educación anquilosado que además evade,  optando por suspender y sumar en ello, las vacaciones de medio año. Lo prefiere, antes que abordar el problema estructuralmente como corresponde.

Mientras tanto, una importante cantidad de entidades privadas continúan su curso lectivo en forma presencial; así como una decena de colegios científicos, generándose una brecha descomunal con respecto a los grupos excluidos y marginados del sistema educativo.

El Gobierno, dicta políticas ambiguas y erráticas, sin atender la raíz de los problemas, contribuyendo a ese vacío y al abismo social. Y más allá del problema pedagógico, es la socialización interrumpida de los estudiantes, ahora más conectados virtualmente con sus pares, pero distanciados por la pandemia, del  contacto personal con amigos y compañeros. Llevan una vida de aislamiento y de nocivo tedio. Es una generación aislada de su normal proceso de socialización y eso tiene consecuencias.

Ni que decir de los gremios de educadores, enfrascados en irracional paro  con el Ministerio de Educación. Ambas partes tienen enorme responsabilidad en este desastre, que es además  una verdadera vergüenza nacional.

Y no es sólo la alfabetización digital como insisten algunos; incluyendo medios de comunicación, sino, rehusarse como lo han hecho; maestros y profesores, a atender presencialmente y con responsabilidad, cumpliendo con las medidas sanitarias preventivas. Prefieren la irracional protesta, y a no cumplir, condenando a los más humildes a confinarse en hacinamiento, dentro de sus hogares y con sus familias, generando una situación social peligrosa.

Hoy tenemos jóvenes que sufren un desfase en la educación que reciben. Se ha citado como ejemplo, que un niño de cuarto grado quizás tengas apenas los conocimientos de uno de segundo, o en dos años sólo el 50% si acaso, de aprendizaje recibido. El Estado debe asumir al igual que los educadores y padres de familia la responsabilidad correspondiente, también los estudiantes. Lo contrario, es condenar a un sector importante de la población a la ignorancia y a la marginalidad futura. También al rezago del país. Estamos sellando su suerte al clausurar oportunidades de movilidad social para ellos.

Si no actuamos ya, seremos cómplices  de esta inevitable tragedia y vergüenza colectiva, en momentos que demandan valor y  plena consciencia ciudadana.

 

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