Editorial: Sobre grandes derrotas y enseñanzas
El golpe futbolístico de estos días debiera servir para “pellizcarnos” y despertar como nación. Sobre todo interesaría tener una buena respuesta mediante una actitud más consciente de estudio y dedicación, ante factores que bien sabemos conducen inevitablemente al fracaso.
La innegable situación anímica de la colectividad, a raíz de la abultada derrota deportiva en un escenario mundial, nos brinda una magnífica oportunidad para profundizar, no sólo en ese ámbito, sino también en las derrotas que venimos acumulando en distintos campos como sociedad, y que ponen en entredicho nuestro sistema democrático, a la vez que nos vuelve cada vez más frágiles como nación. La cuestión es entonces, cómo debe abordarse un proceso de aprendizaje sobre resultados cada vez más adversos, con lo cual estamos condicionando el futuro de los más jóvenes.
La primera enseñanza es posiblemente percatarnos que somos muy ligeros, tibios y evasivos en el análisis exhaustivo de la realidad objetiva. Nos cuesta, o bien no nos interesa ver las causas, la raíz, ni actuar con seriedad en el análisis de lo que no anda bien. La obligación es precisamente derivar enseñanzas, que traducidas en aprendizaje, permitan superar los resultados negativos, dado que es imperativo levantarse, formular nuevos derroteros y modificar el curso equivocado.
La segunda enseñanza se relaciona con la importancia de abordar los temas de forma estructural en vez de lidiar como generalmente se hace con las partes de una situación en forma aislada; sin reconocer que las partes, son como las ramas de un árbol, y que articuladas conforman un todo. Así como en el fútbol existen varios componentes: lo técnico, lo deportivo, lo individual y también lo colectivo o el equipo. También sucede en otros campos de la vida humana y en colectividad, donde es imprescindible identificar las piezas. Existen otros factores igualmente respetables: los condicionantes externos en donde grupos de interés ejercen a plenitud la consecución de sus propios objetivos. Lo cierto es que no necesariamente los intereses de las minorías coinciden con los de la mayoría; aunque en fútbol, al igual que en la política, haya una relación engañosa donde pareciera que van en la misma dirección. Distinguir esos intereses es fundamental en el aprendizaje a partir de la derrota.
Una tercera enseñanza se relaciona con un buen planeamiento en respuesta a la pobre previsión, a la ausencia de ésta o bien al desdén sobre la planificación como obligación ineludible, la cual; dicho sea de paso, debe ir posteriormente acompañada de una gestión responsable que sustituya la paupérrima administración, por lo general barnizada de un elevado desinterés, lo cual impide abordar como corresponde los problemas de fondo. Finalmente el monitoreo constante para que las cosas se hagan como se han planeado en procura de los resultados igualmente esperados.
Evadir respuestas integrales a viejos problemas; como es el hábito de muchos actores políticos y sociales, es un claro reflejo de lidiar con aspectos adjetivos de situaciones que son sustantivas. La ausencia de planificación, de previsión, de inversión en los análisis de riesgo, son por lo general una constante en los aspectos que terminan afligiendo a la colectividad con consecuencias desagradables e infligen otro tipo de derrotas; distintas a las deportivas, pero que a la postre afectan nuestras vidas de forma ineludible. Por lo general se elude asumir las responsabilidades que corresponden. Este es por tanto, otro de los grandes males que limitan nuestro aprendizaje a partir de la derrota.
El golpe futbolístico de estos días debiera servir para “pellizcarnos” y despertar como nación. Sobre todo interesaría tener una buena respuesta mediante una actitud más consciente de estudio y dedicación, ante factores que bien sabemos conducen inevitablemente al fracaso. La receta del aprendizaje en los distintos niveles de la sociedad democrática sería; tanto para la ciudadanía como para la clase política: reflexionar sobre las causas de la derrota, levantarse y hacer las cosas de modo diferente, con responsabilidad, honestidad, transparencia y visión…sin autoengaño, sin evadir compromiso, y también sin demagogia.
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