Editorial: Un plan de seguridad en la Plaza de la Democracia

Lo más importante a fin de cuentas hoy día, es el liderazgo claro, visionario, y unificador de voluntades, para así hacer ejercicio de una verdadera soberanía nacional...


Es positivo que el Gobierno de la República presente un plan para atender el tema de la seguridad que está afectando al país, tal y como lo ha anunciado en la Plaza de la Democracia. Aunque también es una lástima que esa acción no sea realmente coordinada con los otros poderes y con los medios de comunicación colectiva que igualmente pueden sumarse a una campaña nacional contra la delincuencia y el crimen organizado; producto en muchos casos de las acciones vinculadas al narcotráfico. Los reproches continúan por parte de uno y otro lado, cuando lo que se necesita es mostrar unidad férrea ante los poderes fácticos que socavan de diversas formas las bases de la convivencia pacífica de  la sociedad costarricense. Este debe ser un esfuerzo de todas las partes sin excepción, porque es cierto y notorio que la animosidad desde el Ejecutivo y hacia él, es cuestión cotidiana y  alguien debe ceder. A nosotros nos parece que esa responsabilidad compete en primer lugar, aunque no exclusivamente, al Poder Ejecutivo.  La Asamblea Legislativa hace unas semanas, había dado un primer paso al frente, en este campo ante los otros poderes, y la iniciativa fue recibida de forma tibia por la Presidencia de la República; agregada su negativa a aceptar entonces la magnitud de este flagelo.

Sí es notorio la forma bulliciosa y un tanto estridente, en que se plantean las líneas de respuesta por parte de los jerarcas; más bien reactivas a los problemas que nos aquejan. Dependiendo de la disconformidad de opinión pública, así se dan acciones; a veces un tanto ocurrentes, para atender una situación realmente compleja, como la que el país está viviendo en materia de seguridad.  Porque un problema nacional exige respuestas articuladas de los distintos actores, más la ciudadanía organizada y responsable. Sobre este aspecto nos parece que hay un buen nivel de claridad, y en al menos otros tres grandes  problemas que están afectando el curso de la civilidad y la paz en Costa Rica. El hecho de que nuestro pequeño territorio sea el espacio de juego; donde poderosas bandas criminales operan, nos debe hacer conscientes que no podemos los costarricenses pecar de ingenuos y mucho menos estar divididos.

El hecho de que bandas criminales en barriadas pobres hayan asumido el control de comunidades y regiones, obliga a un enfoque de carácter estructural y articulado para encarar la situación. Eso sí, que mientras no enderecemos el timón de la educación y el de la seguridad social en Costa Rica, va a ser muy difícil brindar respuestas concretas en materia de seguridad nacional. Hay gente muy capaz en este campo, y la Presidencia debiera llamarles de inmediato para trazar una estrategia integral y sistémica,  en donde todos los actores; por más diversos políticamente que sean, encuentren espacio para aportar.

Institucionalidad, experiencia y tecnología son aspectos que deben ir de la mano de un cuerpo policial con mentalidad cívica pero consciente de la forma de actuar ante los hechos delictivos tan graves que experimentamos.  Por algún lado hay que empezar, y la forma errada es repartiendo culpas a diestra y siniestra para justificar la inacción solidaria…o la falta de cooperación. Diagnósticos ya hay muchos, y expertos o analistas que comprenden la problemática también los hay a granel. La cuestión es entonces cómo sumar en equipo, cómo definir una estrategia actualizada e inteligente en coordinación con países amigos para el combate a las fuerzas oscuras.  Los ciudadanos debemos hacer lo propio y organizarnos mejor en nuestras propias comunidades y espacios. La prevención hacia el futuro es el instrumento más poderoso, para hacer frente al flagelo y a sus nefastas manifestaciones en los barrios más humildes y vulnerables del territorio nacional.

Lo más importante a fin de cuentas hoy día, es el liderazgo claro, visionario, y unificador de voluntades, para así hacer ejercicio de una verdadera soberanía nacional…

 

 

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