Eduardo Brenes Jiménez
En 2013 se aprobó un préstamo de 167,5 millones de dólares con el BID para construir infraestructura educativa. El MEP presentó el proyecto diciendo que construiría 103 obras, entre escuelas y otros, pero hoy al 2021, acabó el plazo para poder usar ese dinero y solo se completó el 53% de lo planeado.
Si durante ese año hubiesen salido voces a pedirle al MEP mayor consistencia en el proyecto, mejores cálculos, una mirada independiente de un tercero que certificará que los números planteados fueran realistas, la tropa de estatistas de este país hubiera dicho que qué barbaridad, que esos cuestionamientos eran de desalmados neoliberales en contra de la educación pública y otro poco de lindezas más.
Porque en este país seguimos teniendo fetiches ideológicos que no nos dejan ver la realidad. Cualquier inversión en educación la dan por buena solo por su fin, y no se fijan si es realista, necesaria, si los números dan. Un préstamo que sólo logró construir el 53% de lo planeado es un fracaso rotundo aquí y en cualquier lugar del mundo. La lista de fracasos de este tipo en el estado es interminable. Y ser cuidadoso y exigente con los préstamos que se aprueban es una necesidad imperiosa.
¿Ven por qué muchos no decimos que sí a cualquier préstamo solo porque tenga buenas intenciones? ¿ven por qué exigimos datos y proyectos bien planificados y no solo discursos vacíos? Ojalá recordemos en las próximas elecciones quiénes son los diputados que ante la más mínima presión mediática se dejan amedrentar y votan cuanto préstamo les pongan al frente solo porque tiene buenos fines.
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