Eduardo Brenes: Los partidos políticos son cruciales en las democracias
Que tuvieran un éxito tan repentino, lejos de ser una historia de éxito, es un ejemplo de la poca cultura cívica que como país tenemos, de la crisis de nuestro sistema democrático republicano, y de lo que nos gusta como sociedad hablar, criticar y exigir sin ofrecer y construir alternativas políticas viables y serias.
Eduardo Brenes Jiménez
Los partidos políticos son cruciales en las democracias. Son organizaciones que agrupan a personas y sectores muy diversos que encuentran puntos en común para plantearle al electorado un proyecto de país construído entre muchos. Buscan poner un orden y sistematizar muchas ideas individuales en un proyecto común y colectivo.
Como cualquier organización humana tiene sus complejidades y requiere de liderazgos para poder poner un orden y de cúpulas de dirigentes para gestionar y administrar dicha organización. Cuando los partidos logran interesar a muchos ciudadanos en sus ideas y convertir esas ideas en apoyos electorales, pasan al campo de la política pública desde las instituciones en las que logran colocar a representantes populares electos de forma democrática.
Los partidos serios deberían tener una vocación de permanencia en el tiempo, y para eso necesitan de una organización vigorosa, de la formación de cuadros, de la reflexión y debate de ideas, porque si no serían solo cascarones legales que sirven de vehículo para las aspiraciones personales de uno que otro individuo con un ego muy inflado que cree que sus ideas son únicas.
Este es el caso de muchos de los partidos franquicia que se han formado en los últimos años y que han servido para dar cabida temporal a personalidades narcisistas que los usan y luego los abandonan cuando no les va bien en sus aventuras temporales, o cuando luego de un éxito prematuro, se topan con las complejidades del ejercicio del poder y se cansan, frustran o pierden el apoyo popular.
Esta noticia acerca del partido fundado por el exdiputado Dragos Dolanescu, que ante su irrelevancia e incompetencia, entregó su recién fundado cascarón político al ego herido de un precandidato perdedor del PLN debe llamarnos a reflexión. Porque deberíamos como sociedad repudiar este tipo de irresponsables aventuras políticas que solo sirven, repito, para dar cabida a egos sobrevalorados.
No había nada que uniera a dos personajes políticos como Dolanescu y Araya. Ni una idea, ni un proyecto común. Solo su deseo de figurar, su resentimiento y su infinito encanto de conocerse a sí mismos.
Es por eso que hoy, a menos de un año y medio de creado ese partido, cuando hay que dar la cara y asumir responsabilidades, ambos hacen mutis por el foro, se lavan las manos a lo Pilatos, y dicen: esta boca no es mía.
Pero lo más triste de todo es que este no es un ejemplo aislado. Podríamos mencionar decenas de ejemplos como los de este partido que, sinceramente, ni recuerdo su nombre. No nos vayamos muy lejos, hoy nos gobierna un presidente que ante su desmedido ego, se montó en un partido de reciente creación del cual estoy seguro, hasta 2021, ni sabía que existía, pero que se lo alquilaron para que él y una periodista bochinchera y estridente pudieran vender su humo.
A menos de un par de años de creado ya gobiernan, ya arrastran cuestionamientos seriesísimos sobre un posible financiamiento irregular y por lo menos yo, y podría asegurar que cientos de miles de personas más, no sabemos todavía que piensan, que proyecto de país proponen, cuáles son sus cuadros ni si sobrevivirán como partido para los próximos cuatro años.
Que tuvieran un éxito tan repentino, lejos de ser una historia de éxito, es un ejemplo de la poca cultura cívica que como país tenemos, de la crisis de nuestro sistema democrático republicano, y de lo que nos gusta como sociedad hablar, criticar y exigir sin ofrecer y construir alternativas políticas viables y serias.
Hoy este par de personajes apellidados Dolanescu y Araya huyen del más mínimo ejercicio de rendición de cuentas y transparencia. Dejan tirados a un grupo de incautos que pusieron su nombre alfombra de sus aspiraciones personales. Serán esos personajes desconocidos los que deberán afrontar a los acreedores en los tribunales. Dentro de cuatro años habrá otro cascarón político que les de espacio, previo pago de alquiler, para hacer alarde de su insignificancia política y de su desmedido ego
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