Eduardo Brenes: No hay nada nuevo bajo el sol y menos bajo la lluvia
La política fue, es y seguirá siempre teniendo una gran parte de puesta en escena, de hecho histriónico, que conmueve a unos e indigesta a otros, dependiendo de si gobierna quien es receptor de sus afectos o de sus odios.
Eduardo Brenes Jiménez.
Las catástrofes y emergencias naturales son lugares muy deseados por los políticos y en especial los presidentes para hacer mercadeo político. Que un presidente visite una zona de desastre no cambia en nada el desastre mismo y menos mejora el abordaje de quienes tienen que atender ese desastre, es más, a veces estorban y hacen que los órganos técnicos que los atienden tengan que gastar energías y recursos para la visita de rigor del político que podrían estarse usando más provechosamente en la emergencia misma.
Sin embargo desde un punto de vista simbólico la ciudadanía agradece esa visita porque de una manera u otra acerca al gobernante con la desgracia humana que están viviendo los damnificados y sienten apoyo y empatía. Y eso es así en Costa Rica y en cualquier otro lugar del mundo.
Los tres últimos presidentes tuvieron sus visitas de rigor a zonas de desastre: Laura Chinchilla durante el Huracán Thomas, Luis Guillermo Solís con el Otto y Alvarado con el Eta, solo por mencionar algunos de los múltiples desastres que vivimos en años pasados.
La fanaticada del presidente de turno magnífica el gesto de su presidente y lo ve y presenta como un superhéroe, con unas cualidades sobrehumanas y se conmueve por “ser cercano a la gente”; al mismo tiempo que sus detractores lo ven como puro oportunismo, gestos de cara a la galería, desplantes populistas y hasta cinismo.
Lo cierto es que el político de turno no pierde esa oportunidad y siempre se dará ese baño de masas en dónde se podrá poner capa, gorra, sombrero o chaleco de rescatista.
La política fue, es y seguirá siempre teniendo una gran parte de puesta en escena, de hecho histriónico, que conmueve a unos e indigesta a otros, dependiendo de si gobierna quien es receptor de sus afectos o de sus odios.
No hay nada nuevo bajo el sol y menos bajo la lluvia.
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