Eduardo Brenes Jiménez.
Creo que la mayor irresponsabilidad en un político es vender humo creando expectativas que luego no se pueden cumplir, decirle a la gente que las soluciones son simples y polarizar y crear odios que luego son irreparables.
Vender humo porque luego, cuando la gente que le creyó cae en cuenta que lo engañaron, va a terminar más desencantada e incrédula.
Decirle a la gente que las soluciones a problemas complejos son simples es el mejor ejemplo también del engaño. Es cierto que a veces los políticos mediocres y que les conviene que los problemas no se solucionen se escudan en la complejidad del problema para no acometer las reformas necesarias y para disfrazar su cobardía. Es cierto que lo primero que se necesita para resolver un problema complejo es valentía y decisión, pero en un sistema institucional y burocrático cómo en el que vivimos, lleno de excesiva regulación, resolver un problema requiere tiempo y paciencia, transar con muchos sectores y sortear todo tipo de dificultades. El político debería de ser sincero con la ciudadanía y decirle que no es fácil y que la solución no será inmediata y no engañarlo prometiendo soluciones mágicas que de antemano sabe imposibles para luego, cuando no puede resolver el problema, descargar su responsabilidad echándole la culpa a los demás.
Pero tal vez el mayor acto de irresponsabilidad de un político es aprovecharse del desencanto y la frustración de la ciudadanía para fomentar el odio y la polarización.
Para ver enemigos, y no adversarios, en quienes los contradicen. Esa es una receta sencilla para crear adeptos fanatizados a quienes con activarlos ciertas teclas se les acrecienta el odio y la irracionalidad. Este es el germen de conflictos mayores y de sociedades paralizadas por la incapacidad de encontrar espacios comunes de resolución de los problemas que nos aquejan a todos por igual.
Pero más allá de ver los problemas solo como responsabilidad de los políticos, una sociedad madura también debe de desarrollar una ética de cómo ser ciudadanos responsables y adultos. Y esto lo digo porque tan irresponsable es un político que vende humo, como un ciudadano que se deja engañar perdiendo todo sentido de la realidad y que acepta gustoso que le vendan expectativas que son ilusas con tal de sentirse bien.
Igual de irresponsable que ofrecer soluciones mágicas es creer en ellas, cuando la práctica como individuos nos enseña que nada en esta vida es mágico ni se resuelve de forma rápida y sencilla.
No podemos sentirnos como ciudadanos infantilizados e irresponsables víctimas de los políticos, cuando nos vemos envueltos en un ambiente de odio y agresión porque entramos gustosos en esa dinámica polarizadora y maximalista, dónde solo vemos gente buena buena, rayando en la santidad; o mala mala, epítome de la maldad más pura.
Cuando escucho decir que ojalá que tal o cuál partido desaparezca, o que quienes apoyan determinada ideología o política son mis enemigos, solo veo frustración irresponsable, porque preferimos culpabilizar a alguien o algo de todos nuestros males y no asumimos nuestra cuota de responsabilidad, ni deseamos formar parte de la solución.
Sí, es normal estar frustrados, sí es válido indignarse ante las injusticias o lo que no nos gusta. Pero no podemos quedarnos ahí y confiar en otro ser humano como nosotros, dándole carácter divino y mesiánico, para que nos resuelva todas nuestras frustraciones y berrinches.
El desastre de país que tenemos no es culpa exclusiva de una persona, de un partido o de una generación determinada. Todos hemos contribuido a llegar donde estamos. Por eso cada día creo más en la ética liberal de la responsabilidad individual porque es la que nos enseña que es partiendo de esa primigenia responsabilidad personal, que podemos asociarnos con otros para buscar soluciones para la sociedad.
Todos los totalitarismos y las experiencias autoritarias comienzan por escoger enemigos y achacarles todos los males del mundo. Empiezan siempre por deshumanizar al otro, al que no piensa como yo, al vecino o al contrario. Esto que digo no es ni nuevo ni original, ha pasado en todo el mundo en algún momento. Lo triste es que lo vemos cuando ya es demasiado tarde y las soluciones en vez de simplificarse se complejizan por el odio y el ambiente polarizado en que nos movemos.
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