Eduardo Carrillo: A título de reflexión y preguntas al don Gerardo Corrales sobre su artículo ¿Cuánto vale nuestro Estado Social de Derecho?

Me pregunto, don Gerardo, que pasaría si el país pudiera elaborar una ambiciosa agenda de inversión económica y social, incluso si fuera necesario con más deuda externa. Hacerlo atacaría problemas sociales y otras carencias que hoy pesan sobre la totalidad del bienestar nacional y, seguro, sobre nuestro Estado Social de Derecho.

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Eduardo Carrillo Vargas,(Ph.D. Administración).

Con frecuencia leo y escucho lo que nos escribe y dice don Gerardo Corrales en sus artículos y frecuentes entrevistas. Son una fuente positiva de reflexión sobre lo que el país necesita para activar su economía y intentar superar la problemática de una democracia que se nos debilita, con serio perjuicio institucional y social. No sé si el Dr. Corrales coincide conmigo en que la economía como ciencia, esencialmente aporta conocimientos y principios para hacer análisis sobre el desempeño de nuestras economías e incluso para orientar las opciones que los países deben considerar para impulsar su desarrollo. Sin embargo, esos conocimientos y principios no son leyes, como otras ciencias, que aseguran una relación de causa efecto definidos y ciertos.

Precisamente, hace algunas semanas escribí un artículo, aplicando el sentido común, porque no soy economista, confrontando la opinión implícita en el artículo titulado Friedman estaba en lo correcto. Lo confronté relacionando los resultados del liberalismo de los Chicago Boys, aplicado bajo condiciones óptimas, producto de la autoridad absoluta de la dictadura de Pinochet, por una parte; y, del amplio equipo de profesionales preparados en Chicago, con apoyo del gran maestro del liberalismo y premio nobel de economía, Milton Friedman, por otra. La experiencia de 17 años de dictadura y liberalismo dejó al país en situación precaria, con 38% de pobreza, mientras los gobiernos democráticos, de centro izquierda y derecha, en pocos años recuperaron el crecimiento económico y eliminaron la pobreza (crecimiento promedio del período 1990-2006: 4,1%; pobreza: bajó a 13,7% en el mismo período).

Tampoco sé si el Dr. Corrales, administrador, economista y profesor distinguido, concuerda con lo siguiente: el desarrollo de los países se produce, no por propuestas emanadas de la profesión económica, sino de las grandes políticas nacionales, específicamente en inversión económica y social. Es decir, el crecimiento, si bien puede ser favorecido por conceptos y principios de la ciencia económica, lo impulsan las grandes decisiones políticas. Cualquiera sea la respuesta a esta pregunta, los modelos económicos dejan espacio para su revisión, tanto en perspectiva económica como social. Y don Gerardo aplica esta perspectiva cuando pregunta ¿Cuánto Vale Nuestro Estado Social de Derecho?

Por supuesto, no estoy cuestionando el valor de la economía y el aporte de esta ciencia social. Pero, si mi sentido común es correcto, la política de los bancos centrales no debería ser determinante del curso del desarrollo del país; ni apostar, a la fórmula a la cual esas instituciones parecen automáticamente adheridas y cuyo eje central es aumentar intereses para enfrentar la inflación. Y es en este sentido que le pido a don Gerardo sus propias reflexiones.

Sobre la función de los bancos centrales también hay fuertes voces de disenso. Lo son las de otro gran economista, el Sr. Joseph Stiglitz, también premio nobel de economía, que cuestiona la fórmula de los bancos centrales. Esas fórmulas golpean en particular a los sectores más deprimidos. Nuestra situación particular es simplificada en la perspectiva económica, porque hemos creado la ficción de una crisis fiscal, cuando el país enfrenta un conjunto más grave de crisis (en plural), entre ellas las de los sectores salud, educación, infraestructura física nacional, comunicaciones, incursión en los recursos de la revolución digital, seguridad, agricultura, para mencionar unos solo unos pocos.

Y, a propósito de conjugación de crisis, una particular tiene un gran peso en la economía nacional: es el costo del enorme aparato estatal, de su ineficiencia y de la corrupción. Una vez más, insisto sobre el despilfarro enorme que implica el mantenimiento del Estado costarricense en su forma actual. Su costo supera el equivalente al 75% del PIB (fuente: CGR), contra una media de 38% en Argentina, Brasil y Uruguay; y, de 52% en Noruega, Suecia y Finlandia. OCDE agrega un aporte en la misma línea: la planilla nacional, relativa al gasto público total, es la más alta del planeta, comparada con la media de cualquier región del mundo.

También quiero compartir mi lectura de la economía norteamericana. Pareciera que el Banco Central (el FED) va por una ruta y la Administración Biden por otra. El FED aplicó la fórmula de los bancos centrales, para contener la inflación (y deteriorar la economía), mientras el presidente Biden ejecuta una agenda a un altísimo costo y, ciertamente, una de las más ambiciosas en muchas décadas. Esta política parece responder en forma positiva, prácticamente con ocupación plena, mientras el peligro de la inflación se disipa. Lo cual parece reforzar el pensamiento de otro pilar de la economía, J. M. Keynes, cuando expresó en el congreso inglés: no hacemos nada porque no tenemos dinero, pero es porque no hacemos nada que no tenemos dinero (la cita no es literal).

Me pregunto, don Gerardo, que pasaría si el país pudiera elaborar una ambiciosa agenda de inversión económica y social, incluso si fuera necesario con más deuda externa. Hacerlo atacaría problemas sociales y otras carencias que hoy pesan sobre la totalidad del bienestar nacional y, seguro, sobre nuestro Estado Social de Derecho. También produciría recursos para cumplir con mayores obligaciones fiscales. Solo a título de ejemplo, me permito sugerir proyectos que podrían poner al país por un sólido camino de crecimiento y desarrollo económico y social:

  • Reforma estructural del Estado para bajar sus costos a niveles acordes con nuestras necesidades. La regla fiscal es deseable, pero no solución, porque parte de un gasto público muy elevado. Deberíamos aspirar a bajarlo, si lo hacemos como los escandinavos, a niveles del 52% del PIB. Y si imitamos a los tres países mencionados de la región latinoamericana, al 38% del PIB. Incluiría plan de reducción de las grandes cantidades de personal público ocioso, digamos, en un plazo de 10 años.
  • Un proyecto de inversión a mediano plazo en infraestructura que incluiría: un programa nacional para recuperación de puentes y carreteras; un poco de sentido común para lidiar con los problemas recurrentes de la ruta 32, haciendo ajustes menores en la carretera panamericana y ampliando la ruta Turrialba-Siquirres; construir la carretera a San Carlos y a Orotina (ampliación ruta 27).
  • Activar el programa para construir 40 mil viviendas a corto plazo. La iniciativa ya tiene el apoyo del PLN, lo que aportaría el respaldo del partido con mayor representación en el congreso.
  • Ferrocarril eléctrico para la meseta central: Turrialba-San Ramón.
  • Canal Seco: invitar a países interesados en la posible inversión, para hacer una valoración conjunta de su viabilidad. El proyecto es atractivo y si fuera viable sería el eje de la economía costarricense por lo menos para la próxima década. Si se determina que no es viable se borraría de nuestra agenda de inversiones futuras. Y, agrego lo siguiente: la mentalidad nacional no parece tener la capacidad para grandes proyectos, como la que creó la Segunda República hace más de 70 años. Parece agotada o paralizada por una democracia, especialmente eficaz en crear obstáculos, no en evitarlos.
  • Decidir si el megaproyecto de un nuevo aeropuerto en Orotina es viable y necesario. Incluye un tren rápido que conecte con San José, la ampliación de la ruta 27 y la articulación con Caldera. Fue archivado por la administración anterior.
  • Revisar las políticas limitantes del Banco Central. La expansión de la economía es la solución del problema fiscal. Y el problema fiscal es presupuestal y de mala distribución de cuantiosos recursos, como sugerimos antes.
  • Concentrar los recursos presupuestales del sector público en el BCCR (la CGR estima que se economizaría una cifra cercana al préstamo del BID, casi $2000 millones). El proyecto se encuentra en el congreso.
  • Construcción de un nuevo puerto en el pacífico (Caldera).
  • Descentralizar el Estado mesetero para un mejor manejo de los recursos públicos. Implica modificar el régimen municipal para crear una docena de administraciones territoriales, con verdadera delegación de funciones. Eliminaría el enorme “pozo” de recursos en donde los corruptos meten sus manos.
  • Elaborar y ejecutar un programa para establecer facilidades para zonas francas fuera de la meseta central para un desarrollo más equitativo (IED).
  • Crear un programa de emergencia nacional para formar técnicos y profesionales en educación STEM (ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas).

Mucho apreciaría, don Gerardo, si usted pudiera comentar los puntos principales contenidos en estas notas. Las resumo de la siguiente manera:

  • Hay algún nivel de reconocimiento de que las fórmulas aplicadas por los bancos centrales golpean la economía, impactan negativamente sobre los sectores más vulnerables y llevan la semilla de posibles recesiones ¿Por qué seguirlas?
  • Si el desarrollo depende de las grandes iniciativas políticas ¿Por qué no trabajar en esa dirección? La clave es reducir el gasto público de operación y aumentar sustancialmente las inversiones, en especial tomando en cuenta las carencias nacionales en casi todos los sectores. A mayor inversión, más recursos fiscales, más empleo, más demanda y mayor capacidad de endeudamiento.
  • ¿Es posible crear un “paquete” de una media docena de iniciativas de inversión que nos lleven por un crecimiento acelerado (mayor del 5%)? Esto es política y se ha logrado en gobiernos anteriores. Pero, además, las necesidades de inversión son claras y requieren atención prioritaria, no con la fórmula de los bancos centrales.

Para cerrar, agrego que no sé si lo que sugiero es viable. Nuestra democracia parece moverse en retroceso. Pero, en el peor de los casos, deberíamos ayudar en la construcción de una visión más sólida y realista sobre nuestro futuro. Pienso en el enorme aporte que hizo don Rodrigo Facio, con su enfoque de estudio de problemas nacionales, semilla de la Segunda República (sustentada en coberturas universales, un enfoque expansivo). También el que ha hecho don Eduardo Lizano, hacia una visión a largo plazo, que, estoy seguro, usted lo debe haber leído. Es un gran aporte que no parece haber recibido la atención que merece.

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