Eduardo Carrillo: La democracia de los ricos
Ingobernabilidad es la fuente del fracaso de varias décadas de actividad política. Los resultados pre-pandemia: bajo crecimiento, pobreza en aumento, empobrecimiento de la clase media y uno de los niveles más altos de desigualdad en la región ¿Se requiere más evidencia del fracaso político?
Eduardo Carrillo Vargas, (Ph.D. Administración).
El propósito de la democracia es la equidad. Lo que puede expresarse, primero, priorizando las respuestas a las necesidades de los sectores más vulnerables, aunque también se puede lograr mediante la universalidad de servicios esenciales. Aunque la educación anda por el camino equivocado, tiene el carácter universal, al igual que la salud. Sin embargo, estructuralmente la democracia tiende a la inequidad.
Mi argumentación, hecha en varias notas anteriores, parte por cuestionar el carácter soberano que se le da al proceso electoral. En la mayoría de los casos los presidentes se alejan de su compromiso electoral, es decir, incumplen el programa prometido. Por otra, nuestro diseño estatal resulta ingobernable, lo que hace inútil la tarea del ejecutivo, si es que en verdad quisiera cumplir con su compromiso electoral (unas 330 entidades públicas, unos 300 mil funcionarios, en 50 distintos regímenes laborales y, un presupuesto que hoy supera los 28 billones, equivalentes al 75% del PIB, configuran el Estado ingobernable).
Ingobernabilidad es la fuente del fracaso de varias décadas de actividad política. Los resultados pre-pandemia: bajo crecimiento, pobreza en aumento, empobrecimiento de la clase media y uno de los niveles más altos de desigualdad en la región ¿Se requiere más evidencia del fracaso político?
Que la democracia tenga como fin la equidad, pero en cambio produce inequidad, lo vemos hoy en los medios de prensa. En efecto, cuando parecía que finalmente había la voluntad para liberar el precio del arroz, fijado por ley, el Gobierno cede ante la presión de los arroceros. El consumidor y en especial las clases menos favorecidos seguirán subsidiando a los más ricos, pagando por un producto de la canasta básica, unos de los precios más altos de la región.
Esto no es nada nuevo. Ese subsidio es de larga data. Pero situaciones similares se presentan con otros productos, como el café y el azúcar. En el primer caso, se hacen mezclas con cafés centroamericanos de calidad inferior, con lo cual los exportadores aumentan sus exportaciones y sus ingresos. En el segundo, se intenta fijar un impuesto, que obviamente lo paga el consumidor, para aumentar los ingresos de los cañeros y eliminar la competencia. Algo similar pasó con el aguacate, pero más por razones ideológicas.
Volviendo a las elecciones, éstas se inician con un matrimonio entre la política y el capital. El financiamiento de la campaña, que sigue dependiendo de contribuciones privadas a pesar del financiamiento público, es la vía que utilizan las clases más poderosas para conformar o condicionar la estructura de poder gobernante. Esa estructura funciona al impulso de intereses corporativos, como los ejemplos mencionados.
Hay otra forma de actuación en dirección contraria a la equidad: el centralismo mesetero, lo que implica una concentración de recursos (recordemos: 28 billones o e 75% del PIB) que resultan muy atractivos para los sectores más poderosos, directamente o a través de sus empresas. El centralismo es también el entorno natural para la corrupción y la ausencia de buenos procesos de rendición de cuentas. Es inequitativo, en la medida que agota recursos y servicios en la meseta central y queda poco para las ciudades periféricas y el campo. Cierto, tenemos un régimen municipal, pero sin funciones sustantivas de gobierno, autoridad o competencias para ejecutar obras importantes.
Digo esto en un sentido constructivo. Si queremos vivir en democracia, no podemos aceptar el despilfarro de sustanciales cantidades de recursos públicos, que todos aportamos. Tampoco la ausencia de buenos sistemas de rendición de cuentas. Una descentralización real del gobierno en una docena de regiones sería fenomenal para llevar la democracia más cerca del pueblo, abrirle una oportunidad de participación al ciudadano y promover mayor transparencia en el manejo de los recursos públicos. Sé que es difícil, pero se vale soñar…
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