Federico Mata Herrera, Abogado y Genealogista.
Para quienes no somos ibéricos, pero estamos vinculados por lazos de sangre y afección a España, no deja de ser muy doloroso conocer la situación de Cataluña y los odios irracionales que se han generado, principalmente si se considera que el debate surge en el seno de un Estado democrático y se supone que el Derecho debe proporcionar una salida racional y pacífica al conflicto.
Y aunque la Historia al decir de Hegel, sirve para evitar que los pueblos cometan los errores del pasado, ahora en este mundo de posverdades no han faltado quienes se inventen instituciones históricas que nunca han existido y pretendan de esta manera contribuir con el bando de su predilección.
Algunos han llegado al exceso de hablar del Reino de Cataluña. Ya en 2013 una publicación oficial de la Generalitat aludía a que cuando el Conde de Barcelona Ramón Berenguer IV casó con la reina Petronila de Aragón, se le otorgó rango de reino a sus dominios, algo que ciertamente no tiene sustento alguno y no se observa en los documentos históricos de la época.
Eso por supuesto no elimina la realidad histórica y la identidad cultural de la nación catalana, cuyo origen como unidad política se remonta al siglo VIII, cuando para evitar la expansión musulmana, Carlomagno creó la Marca Hispánica, más tarde conocida como Condado de Barcelona, cuya dinastía se origina con certeza histórica a partir de Sunifredo I. Este condado, ya sea por uniones matrimoniales o conquistas fue expandiéndose y en 1137 según ya se mencionó, se pactó el matrimonio de su titular con la heredera de la Corona de Aragón, siendo entonces que la varonía del reino oriental de la península ibérica pasó a la casa de los Condes de Barcelona.
La unión dinástica de barceloneses y aragoneses no sólo creó el segundo reino más poderoso de la península ibérica, sino una potencia expansionista que llegó a dominar amplias extensiones en el Mediterráneo: Jaime I, llamado justamente “el conquistador” bisnieto de Ramón Berenguer IV, extendió sus dominios a las islas Baleares en 1229 y al reino musulmán de Valencia en 1238 y su hijo Pedro III invocando derechos hereditarios se hizo con la corona de Sicilia en 1282 y conquistó Córcega y Cerdeña. En el siglo XIV la expansión llegó a su punto más oriental cuando mercenarios aragoneses le arrebataron a los bizantinos gran parte del territorio de Grecia. Y finalmente en 1443 Alfonso V se hizo con el poderoso Reino de Nápoles.
En 1410 el último varón de la Casa de Barcelona, el rey Martín I de Aragón murió sin descendencia masculina legítima, por lo que los nobles acordaron su sucesión en el Compromiso de Caspe, en donde se coronó como monarca a su sobrino, hijo de su hermana Leonor y príncipe de la Casa de Castilla conocido como Fernando de Antequera, a partir de entonces Fernando I de Aragón. En aquella época se hablaba del Principatus Cathaloniae que contaba con sus propias Cortes o asamblea de nobles, claramente diferenciadas de Aragón y Valencia, los otros componentes del reino.
Obviamente el castellano no era el único pretendiente a gobernar el poderoso reino, el esposo Isabel de Aragón, también hermana de Martín I, conocido como Jaime II de Urgel, era descendiente por varonía de la Casa de Aragón y ostentaba el cargo de Gobernador General de la Corona de Aragón. Sin embargo no se le escogió por tener una relación de parentesco más distante con el último monarca, lo que originó que se rebelara y que terminara su vida en prisión tras 30 años de cautiverio luego de ser derrotado.
La hija mayor de Jaime II de Urgel casó con el príncipe portugués Pedro, Duque de Coimbra, hijo del rey Juan I de Portugal y engendró a otro Pedro de Portugal, que ostentó el título de Condestable de Portugal. En 1462 los nobles catalanes se sublevaron contra la corona aragonesa y se declararon súbditos del rey Enrique IV de Castilla, quien inicialmente aceptó la soberanía, pero luego tuvo de declinar ante la presión del rey Luis XI de Francia, quien intervino abiertamente en el conflicto buscando anexionarse los territorios aragoneses al norte de los Pirineos. Es así como en medio de esta guerra, 1464 los catalanes le ofrecen la corona de su territorio a Pedro de Portugal, quien tenía pocas posibilidades de permanecer en el poder, pues su rival el rey Juan II de Aragón contaba con el apoyo de aragoneses, valencianos y mallorquines, los campesinos catalanes y buena parte de los nobles barceloneses agrupados en un estamento conocido como la Busca.
Pedro de Portugal ostentó por el breve período de dos años el título de Rey de Cataluña, aunque no siempre utilizó esa denominación pues también fue conocido como Conde de Barcelona y Pedro IV de Aragón. Fue muerto en la batalla de Granollers, cuando contaba apenas con 37 años de edad y su nombre fue borrado de la historia por el bando triunfador.
Este ha sido el único Rey de Cataluña, con ese nombre, que conoce la Historia.
Federico Mata Herrera.
El autor es miembro de la Academia Costarricense de Ciencias Genealógicas
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