Eli Feinzaig: tipo de cambio, escalofriantemente premonitorio

Más que incertidumbre, diría yo, la certeza de que las cosas no van bien para la hacienda pública provoca nerviosismo entre las personas y las empresas.

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Eli Feinzaig, Economista.

Como todos los martes, hice mi comentario editorial en el programa A Las Cinco Con Alberto Padilla (sí, el ex-CNN), que se transmite por CRC 89.1 Radio. Esta vez lo dediqué al tipo de cambio, y resultó escalofriantemente premonitorio de lo que sucedió hoy en el mercado cambiario y lo que podemos seguir esperando en las próximas semanas.

A pesar de que los eventos de hoy lo dejaron algo desactualizado, lo reproduzco porque ayudará a entender la dinámica que ha llevado al dólar a estar en 627 colones hoy en ventanilla. Únicamente actualicé los valores del tipo de cambio para que reflejen los de hoy.

El tipo de cambio promedio superó hoy los 620 colones por dólar en el mercado mayorista, y cerró entre 625 y 630 en las ventanillas de los bancos comerciales del país. Esto representa una devaluación acumulada del orden del 7,5% en lo que va del año, algo no visto en nuestro país desde hace mucho tiempo. ¿Qué está pasando?

Varios son los factores que explican esta situación.

  • Primero, el mercado cambiario costarricense tiene un comportamiento cíclico estacional, y esta época del año siempre se ha distinguido por una relativa escasez de divisas que provoca, por lo general, pequeñas depreciaciones del colón que luego se revierten hacia final de año, cuando muchas empresas traen divisas para hacerle frente al pago de impuestos. Este año no podemos esperar dicha normalización, si la entendemos como un regreso a los tipos de cambio imperantes hace tan solo dos meses.
  • Un segundo factor significativo ha sido la evolución de los precios del petróleo y los combustibles que, al encarecerse, provocan una mayor salida de divisas del país, presionando el tipo de cambio al alza.
  • Como tercer factor debemos considerar la subida de tasas de interés en Estados Unidos y otros mercados importantes, que hace más atractivo para el inversionista globalizado dirigir sus recursos hacia allá, disminuyendo el flujo de inversiones que se dirigen hacia nuestro país y restringiendo la oferta de divisas en el mercado local.
  • Cuarto, dada la apretada situación de liquidez del gobierno, este año el Ministerio de Hacienda se convirtió en un demandante neto de divisas, cuando tradicionalmente había sido un oferente neto. Esta es una fuente adicional de presión sobre el precio del dólar.
  • Quinto, y no menos importante, el mismo Banco Central entiende -y así lo reconoció en su último comunicado sobre la “Evolución reciente del mercado cambiario”, emitido el 12 de octubre- que la situación fiscal “ha generado incertidumbre y nerviosismo en algunos agentes económicos, lo que a su vez ha impulsado la demanda de divisas por parte del público.”

Más que incertidumbre, diría yo, la certeza de que las cosas no van bien para la hacienda pública provoca nerviosismo entre las personas y las empresas, y una reacción natural es buscar la forma de preservar el valor de las inversiones migrándolas hacia una moneda más fuerte como lo es el dólar.

En otras palabras, la crisis ya está aquí y estas son las primeras manifestaciones palpables que tenemos. Los economistas siempre lo hemos advertido: si el país no toma las necesarias medidas de ajuste por su propia cuenta, el mercado hará los ajustes a la fuerza y de manera impredecible. La devaluación es la primera señal de que el mercado está haciendo lo suyo.

En un país altamente dolarizado como el nuestro, ese puede resultar un ajuste muy doloroso. Los agentes económicos que mantienen deudas en dólares enfrentan un súbito crecimiento de las cuotas que deben pagar al banco. Cambiar sus deudas a colones, con algo de pérdida en el cambio de divisas, significa pasarse a una tasa de interés significativamente más alta en colones, lo cual aumenta la cuota. Para colmo de males, las tasas en colones tampoco dan garantía de estabilidad ante una eventual crisis de mayores proporciones.

Las personas que tenemos nuestros ingresos denominados en colones también estamos empezando a sentir el impacto de la devaluación por la vía de combustibles más caros, peajes más altos, tarifas de buses crecientes y una serie de productos importados que poco a poco irán ajustando sus precios en colones.

Todavía hay tiempo para evitar lo peor de la crisis, pero ya no hay tiempo que perder y la evolución del dólar es una señal suficientemente clara de ello. Es hora de aprobar la reforma fiscal con todos sus defectos, pasar la página y empezar a trabajar en las reformas estructurales que por varias décadas hemos ido posponiendo: la simplificación tributaria, la reforma del empleo público y la reforma del Estado para disminuir la cantidad de instituciones, limitar el crecimiento del gasto y dinamizar al sector privado para retomar la senda del crecimiento brioso que nos permitirá reducir la pobreza y el desempleo.

Cerré el comentario con esa nota levemente optimista. Hoy ya no estoy tan seguro de que todavía estamos a tiempo para evitar lo peor de la crisis. Nuestra irresponsabilidad colectiva como país parece finalmente habernos alcanzado. Como hace 38 años.

El autor es Economista, consultor y empresario. Liberal, demócrata y librepensador.
Presidente del Partido Liberal Progresista.

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