Elizabeth Jiménez Núñez: Caperucita se comió al lobo por su sagacidad intelectual

Porque con versiones distintas el olfato de Caperucita es capaz de ahuyentar a cualquier bestia, y es capaz de enfrentar el camino porque nunca faltaran otros lobos rapaces y audaces que deseen desnudarla, llevarla a la cama y posteriormente matarla, física, emocional o moralmente, porque se mata a las mujeres de muchas formas.

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Elizabeth Jiménez Núñez, Abogada y escritora.

En ocasión de una fascinación que ha despertado en mi hija de tres años el cuento de Caperucita Roja decidí modificar la versión de los Hermanos Grimm, me aburría tremendamente tener que abrir el libro en la página donde el pop-up exhibía al lobo después de zamparse a la nieta y a su abuela.

Por razones obvias mi hija no estaba lista para escuchar la versión terrorífica y cruel de Charles Perrault:  Le Petit Chaperon Rouge, así que, para no seguir engrosando la lista de seres difusos y extraños que no modificaban las versiones clásicas, decidí echar mano de mi imaginación y sin que mediara mayor desgaste, hice mi propia versión de otras tantas versiones. Lo primero que hice fue establecer un encuentro entre Caperucita y el lobo en el oscuro bosque oscuro, un diálogo en el cual se produjera una alerta en el proceso cerebral de Caperucita, sobre todo provocar su atención en cierta parte de la comunicación que desatara la sagacidad y perspicacia del personaje. Una pugna intelectual que le permitiría sortear el camino sin paralizarse y de paso aprender a lidiar con los lobos que se cubren con piel de oveja.

En la versión de Perrault, el lobo engaña a Caperucita para que se desnude, posteriormente el malvado lobo se la come cuando Caperucita está en la cama; pero el engaño está precedido por la concatenación de eventos que la hacen caer en una trampa,  sin darle posibilidad al personaje desde su universo psicológico de procesar información y seleccionar una alternativa adecuada para salvarse el pellejo y salvárselo a su abuela. El narrador la obliga a transitar un camino que no presenta mayores alternativas y en el cual convergen dificultades insalvables, pero no le da elementos de peso para que dude, retroceda, actúe, refute, reconozca.

A propósito del cuento clásico, recordé a Donald Broadbent quien se formó como piloto, estudió ingeniería aeronáutica, y quien posteriormente estudió psicología. En 1993 publicó el libro The Simulation of Human Intelligence.

Broadbent a raíz de su conocimiento del control del trafico aéreo decidió realizar un experimento, el personal de tierra debía procesar al mismo tiempo distintas entradas de información de aviones que despegaban y aterrizaban. Broadbent se dio cuenta que solo podían gestionar de manera eficaz un mensaje a la vez entre toda la información entrante y llegó a formular la escucha dicótica en el campo de la atención selectiva donde el cerebro descarta información que le parece irrelevante.

Entonces empecé a ejercitar un dinámica con mi hija de tres años todas las noches, en algunas versiones de nuestras reuniones nocturnas antes de que se durmiera, presentaba a Caperucita en el camino a casa de su abuela, y al lobo que aparecía repentinamente, el lobo fingía astucia, entonces cuando inicié con mis nuevas versiones, traté en la medida de lo posible de darle mayor énfasis a la voz de Caperucita, estableciendo un universo psicológico de fuerza, seguridad y equilibrio que se proyectara en la voz del personaje. En cambio en mi versión, cuando el lobo iniciaba sus artilugios y artimañas, cambiaba el tono de mi voz y establecía pausas e inflexiones que lo presentaran como cretino, soberbio, pero sobre todo mentiroso. Por medio de un diálogo durante el camino entre ambos personajes, el lobo se había convertido en un charlatán porque Caperucita lo había reducido a un plano inferior, a punta de un diálogo coherente, lo venció desde una batalla discursiva. ¡SE LO COMIÓ!

Broadbent le intrigaba cómo decidían los sujetos qué retener y qué descartar, el psicólogo con base a su formación como ingeniero concluyó que, existían varias fuentes de información pero llegaba un momento donde el cerebro no era capaz de procesarla toda y el filtro desembocaba en un solo canal de información.

El psicólogo alertó acerca algo muy interesante: la selección no se basaba en el contenido de la información (lo que se decía) sino en las características físicas del mensaje, como la claridad o el tono de voz. ¿Increíble, verdad?

Después entró en juego otra serie de elementos, por ejemplo: la memoria, la experiencia previa y expectativas. Ejemplo clásico del  sonido de la sirena, entendemos la información antes de que la atención la seleccione.

Es por eso que quienes crecimos con la versión de los Hermanos Grimm tenemos que verificar los elementos psicológicos de sus personajes, ya se ha hecho, las librerías ya muestran piezas ingeniosas donde los escritores le dan un giro importante a la manera de elaboración del discurso, pero la parte de la sagacidad, la astucia y las herramientas psicológicas para desenmascarar la agresión por encima de sus agresores, nos atañe y nos concierne.

La niñez, la elaboración de las historias: para los niños, las niñas, las madres, lo padres, los docentes, los tutores, las tutores, los guías, los facilitadores y facilitadoras de deportes, las abuelas y los abuelos, todos.

Porque con versiones distintas el olfato de Caperucita es capaz de ahuyentar a cualquier bestia, y es capaz de enfrentar el camino porque nunca faltaran otros lobos rapaces y audaces que deseen desnudarla, llevarla a la cama y posteriormente matarla, física, emocional o moralmente, porque se mata a las mujeres de muchas formas.

 

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