Elliot Coen: La CEPAL nos reafirma el deterioro socioeconómico

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Elliot Coen Riba

En materia económica, considero importante retomar algunos datos de la CEPAL, que indican que la caída del PIB en América Latina y el Caribe es del 7.7% y que podríamos llegar a los niveles anteriores de la crisis hasta el 2024. Alicia Bárcena, la Secretaria Ejecutiva de este organismo, señala textualmente que “la región muestra es la más golpeada del mundo en desarrollo”. Las cifras tanto de la CEPAL como del Banco Interamericano de Desarrollo y del Banco Mundial, muestran una situación muy delicada, que nunca pensamos llegaríamos a enfrentar.

En nuestro caso, los indicadores económicos del Banco Central, del Instituto Nacional de Estadística y Censos y de los centros de estudios de las universidades coinciden en demostrar la caída en la producción, el aumento del desempleo y la pobreza extrema. A estas malas noticias se suma todo lo que tiene relación con el déficit fiscal. Para quienes hemos tenido la posibilidad de viajar, se nos hace difícil comprender cómo es posible, que nuestro País, con tanta riqueza interna, humana y natural pueda estar estancado sin poder superar la pobreza entronizada por décadas y décadas.

En los años pre pandemia, las crisis políticas llevaron a altos niveles de violencia en Chile, Ecuador, Argentina, Perú, Nicaragua, Guatemala y Colombia, entre otros, en virtud del descontento por la situación económica y política que produjo un estallido social con repercusiones en todo el continente de muy diversas formas, sin excluir a nuestro país, que también sufrió paralización durante días. Una de nuestras funciones como especialistas en el mercadeo político digital es la escucha social. Cuando uno hace un recorrido por las diferentes plataformas se encuentra que esa violencia que antes tomaba las calle ahora toma las redes sociales. Tenemos una sociedad fragmentada, polarizada, frustrada, enojada.

Está claro que los modelos económicos y los contratos u acuerdos sociales han perdido vigencia; comenzando a deteriorarse y perder paulatinamente legitimidad; en mayor o menor medida, dependiendo de la consistencia de la institucionalidad local.

La falta de liderazgo nacional y la conjunción de ideas capaces de afrontar los retos del siglo XXI son notorias. Gobiernos incapaces de oír, incapaces de actuar oportunamente, sin un norte claro hacia donde enrumbar la nave social, es lo que está predominando y por consecuencia lo cual está provocando una importante reacción.

La CEPAL ha jugado un papel de guía en materia tanto de modelos económicos (recordemos a Raúl Prebisch, Ex Secretario Ejecutivo) como también en promover esfuerzos de integración económica. El informe que nos presentan ahora contiene gran cantidad de cifras y datos, sin embargo prefiero enfocarme en los aspectos cualitativos.

Sin duda alguna estamos dentro de un mundo cada vez más globalizado en todas las materias que puedan imaginarse. Gracias al desarrollo de nuevas tecnologías de relación social como lo son las redes el mundo es cada vez más cercano, más conectado. Las redes le dieron una voz a los pueblos que antes no tenían. Una voz que alcanza al mundo entero desde un teléfono inteligente.

La polarización y el aumento de las brechas económico sociales son temas que deben resolverse. Tienen que ser atendidos con decisión y visión clara de lo que queremos hacer de nuestras sociedades. Las condiciones actuales ya no soportan más la carga social que se ha generado a través de los años. Las protestas no han encontrado por su parte eco suficiente en las clases políticas y han creado caldo de cultivo para la demagogia y el populismo, como sus más visibles expresiones. En las redes sociales, los pueblos alzan sus voces pidiendo ser oídos y nuestros gobiernos tienen oídos sordos.

El mensaje tiene que ser claro, se debe cambiar. Tenemos que forjar un diálogo concertado en ¿qué, cuándo y cómo? Lo cierto es que queremos organizarnos ante el presente y el futuro. No podemos seguir concentrando riqueza por un lado y por otro generando bolsas de pobreza. Esto significa no otra cosa que el día de las reformas ya ha llegado, tengamos claridad, seamos consecuentes y capaces de conversar, entendernos y saber ceder cuando hay que hacerlo. Tengamos presente que a mediados del siglo pasado Costa Rica fue capaz de evolucionar, ¿por qué hoy nuestros gobernantes no pueden sentarse a conversar seriamente y consensuar una salida para nuestras sociedades?

Las formas de participación tienen que ser ampliadas, la actual estructura se ha quedado corta y es incapaz de atender las demandas de la ciudadanía en la toma de decisiones, aún cuando la Constitución prevé mecanismos. Desde esta perspectiva, la pandemia nos ha puesto a prueba y la respuesta ha sido insuficiente, los sistemas no han tenido la capacidad de prever y actuar ante grandes desafíos. A partir del año 2020 el mundo nos cambio radicalmente, ya no somos los mismos. La pandemia nos cambió el modo de estudiar trabajar y vivir el día a día y de esto no hay vuelta atrás.

Las sociedades deben prepararse para nuevos eventos como el que estamos viviendo, ya sean en materia de salud universal como del cambio climático, anunciado desde hace varios años. Costa Rica por tanto debería ser vanguardia en el cambio sociopolítico, dado que tenemos las condiciones y capacidades para hacerlo, y aunque ha faltado voluntad y visión, además del temperamento, aún estamos a tiempo. Hay que darse a la tarea simplemente y sin más dilación.

Este marco global, será determinante en mi criterio en los eventos electorales que se están y se desarrollarán en el continente. Los escenarios sociales, políticos y económicos sumados a al avance tecnológico que en materia de comunicación, educación e información, la pandemia nos obligó a dar, también repercutirán en el campo electoral.

De ahí, que no nos podemos desligar de ninguna manera del panorama que nos describe la CEPAL y de lo que se nos viene por delante como país y que acentuará las condiciones de pobreza y desigualdad, tema este que los políticos tendrán que tomarse muy en serio y antes que se rompa el débil hilo que asegura la estabilidad social.

 


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