Federico Malavassi: “El barco se está hundiendo y va en rumbo equivocado”
Califica la situación de emergencia y urge cambios profundos en el modelo de Estado.
Federico Malavassi Calvo.
Más viejo, con menos pelo, como un mejor guitarrista y con 20 años de estudio, fogueo, lectura, viajes, entre otras experiencias que le han permitido afilar el colmillo político.
Así se define el Federico Malavassi Calvo de hoy, el que sale de su comodidad, estabilidad, y retiro autoimpuesto para bregar nuevamente en el ruedo electoral, inspirado por el deseo de contribuir a la solución de los problemas nacionales y heredar un mejor país a sus nietos.
Esta vez no lo hace bajo la bandera del Movimiento Libertario, aquel partido responsable de llevarlo a función pública y al mismo tiempo alejarlo de ella, sino desde la trinchera del Partido Unión Liberal, donde funge como candidato presidencial y tercer lugar a diputado por San José.
De cómo ve el concurrido y a veces confuso mapa político de cara a las elecciones del 2022, de los cambios que ha sufrido él y la situación nacional en dos décadas y hasta de la crisis ideológica de los partidos y de la corriente liberal en el país.
Sobre estos y otros temas habló ampliamente este reconocido abogado, exdiputado (2002-2006) y profesor universitario, con un equipo de La Revista.
Ya adentrados en plena campaña electoral, ¿cómo ve el panorama, con tantos partidos y aspirantes a la Presidencia y un electorado que, según algunas encuestas, se muestra apático y que con costos conoce a los candidatos?
Yo lo miro con optimismo, aunque tal vez tenga efectos paradójicos. Miro, en primer lugar, que la gente ya perdió la reverencia de lo que significa ser candidato o estar en un partido político, producto de las pésimas gestiones que se han dado en los últimos años. Esto ha estimulado, a la vez, el deseo de hacer algo al respecto, lo que se refleja en una profusa oferta electoral.
No obstante, en los últimos días, ha habido algunos acomodos que también nos muestran algo complicado. Ya no gente procurando hacer una oferta electoral, si no oportunistas prestando o brincando a cascarones políticos, sin tener reparo alguno en su trayectoria o significación. Por ejemplo, en el PIN hay grupos que piensan de una forma y otros de otra; todo lo contrario al esfuerzo que, nos guste o no, hizo Juan Diego Castro en la elección pasada.
Estaba viendo que el partido que tenía Mario Redondo en Cartago lo puso al servicio de un cirujano plástico que quiere hacer una incursión política. Incluso los que se quedaron con el cascarón del Movimiento Libertario, se lo intentaron acomodar o vender a don Carlos Valenciano, quien, según estiman algunos, gastó una suma superior al medio millón de dólares en una intentona y más bien lo que hizo fue desideologizar el partido.
Y podemos seguir jugando con ese rompecabezas tan extraño. Don Rodrigo Chaves anduvo coqueteando con no sé cuántos partidos, incluyendo el Republicano. Rolando Araya empezó con Liberación y se acomodó en un partido que nadie sabe qué es ni para dónde va. En definitiva, algunas de estas candidaturas uno podría pensar que son proyectos personales o cascarones políticos que se hicieron para una cosa y se acomodan a otra. Entonces, esa parte de quién es quién, yo creo que sí va a confundir mucho a la gente.
El decurso de la elección pasada, en la cual terminaron clasificando para una final quienes no eran favoritos, tal vez ha estimulado a mucha gente a pensar que es posible llegar. Y también me parece que, en el fondo, lejos de reclamar o no, podría agradecerse que, en esta coyuntura tan complicada de nuestra sociedad, haya tanta gente dispuesta a hacer propuestas políticas.
Por el otro lado, pudiera ser que un exceso de oferta confunda al votante o que no logremos despertar el entusiasmo de los grupos que se han ido refugiando en el abstencionismo. Ese es otro tema a valorar. Si este panorama tan variado en lo político puede conseguir que aquella gente que estaba apática y que ya no vota -30 o 35 por ciento- más bien se interese en alguna propuesta que le llene sus expectativas. Veo que en las campañas se hacen diversas propuestas y ninguna logra despertar a esa gente. Pareciera que están como curados de la política o molestos, tendiendo a poner a todos en el mismo saco y no a diferenciar las distintas propuestas.
¿Qué es lo que haría falta para despertar el entusiasmo de ese electorado que está apático y no muestra interés por lo político?
Estamos frente a un viejo postulado de la sociología, el Teorema de Thomas, que dice que cuando la gente cree en algo, aunque no sea cierto, es real en sus consecuencias. Aquí tenemos una tendencia, como en muchos otros países, a tirarle tierra los políticos y a ensuciar la participación política, llegando a creer que esto es una porquería y es mejor no meterse porque todos los políticos son ladrones, sucios y tramposos.
También he pensado si eso no será una estratagema de algunos políticos tradicionales para poner a todos en términos iguales, dando a entender que, si usted se quiere meter a jugar aquí, este es un partido que jugamos en un lodazal y tiene que tirarse al charco y llenarse de barro. ¿Puedo uno pasar por la política sin que le hagan una zancadilla para que se ensucie? Eso me parece prácticamente imposible.
A veces el lenguaje para calificar lo político termina siendo muy cruel. Por ejemplo, se aprueban impuestos y la gente generaliza, diciendo que todos los que pasan por la Asamblea o el Gobierno son unos ladrones. Y si a eso le agregamos que hay gente que se dedica sistémicamente a atacar a los políticos, desde la radio, la prensa escrita, la televisión, las redes sociales, la pulpería, el púlpito o la barbería, nuestros niños y jóvenes empiezan a creer que ese es un mundo sucio, lleno de ladrones y pillos.
Debemos entender que para arreglar lo que está mal solo se puede hacer pasando por ahí. La política es así. Podemos hacer un esfuerzo para limpiarla y plantearla de otra manera, al estilo suizo o nórdico, pero tenemos que desarrollar la cultura y para eso lo primero es interesar a la gente en lo que pasa en política.
Usted puede hacerse a un lado del fútbol y vivir su vida sin fútbol. O de una iglesia, un negocio o una universidad, pero usted no puede apartarse de la vida social y la política es la que rige las condiciones de la vida social. Nos toca el bolsillo, la seguridad, la educación, la riqueza, la producción, el ambiente.
En la política no hay sillas vacías. Sí el 75 por ciento de la gente decide no participar, el 25 por ciento que queda hace mesa gallega. Si 35 por ciento no participa, no es que vamos a elegir un 35 por ciento menos de diputados o que el Presidente no va a tener poder sobre ese grupo; eso no es así.
Acá el mensaje es: “Mire, si usted considera que esto es una porquería, ayúdenos a limpiarlo”.
¿Qué ha cambiado en la política y en la situación del país en general desde su última participación hace 20 años? ¿Ha mejorado el asunto, empeorado o se mantiene igual?
Hemos empeorado el contexto o el entorno legal y hemos permitido más endeudamiento público y un mayor crecimiento del aparato público, permitiendo leyes que coartan la libertad y complican la situación de todo el mundo.
El sistema tributario ahora es más complejo, abrir un negocio es más difícil, la situación de la Caja está peor que antes. Durante muchos años no se hizo nada significativo en la infraestructura vial y ahora que se hace algo resultó en un fraude. El tema de la educación se nos vino al suelo totalmente. El ICE está endeudado hasta los escarpines y el tema de la energía entrabado. Las empresas están haciendo aguas. Ha habido unas quiebras muy significativas en empresas que eran estables como Yanber y Aldesa.
El aparato judicial está en una gran crisis y la Asamblea Legislativa hace un nuevo edificio -que no podríamos calificarlo ni de hermoso ni de útil- a través de un fideicomiso. ¿Y qué quiero señalar con eso? O sea, que el órgano que le pone las reglas a todo el mundo evade su responsabilidad de administrar una construcción que podría ser muy necesaria y la pone en manos de un banco, que no lo va a hacer de gratis.
Nuestras universidades públicas, las más antiguas, por ejemplo, se manejan con fundaciones paralelas para evitar el tema de contratación pública. Se sirven con la cuchara grande en un país que tiene las finanzas complicadas.
Y todo esto ha pasado por falta de control político y presupuestario, porque hasta la elección de los magistrados se nos ha complicado de una manera mayúscula. Hace 20 años se aprobó una reforma para pasar el 10 por ciento del presupuesto nacional a las municipalidades públicas y a la fecha no se ha hecho absolutamente nada.
Creo que, tanto la situación social y política, como la monetaria y jurídica está peor que antes. La gente ya está asqueada de los políticos. Los últimos períodos han dejado a la gente molesta. Nos están haciendo un choque de valores. Han usado la autoridad pública para insertarnos una agenda de contracultura que tal vez no ha sido razonable, sino que prácticamente ha distraído los fondos públicos en otras cosas, con grave abandono de los deberes fundamentales.
El hecho de que nuestra educación haya bajado tanto en las pruebas PISA o que, hasta el mismo Estado de la Nación, financiado con recursos públicos, haya concluido que hay un apagón de cuatro años deja mucho que desear. Vemos las famosas presas de la Caja, multiplicadas ahora por la pandemia., que demuestran que el sistema de Seguridad Social tampoco funciona. Estamos frente a temas más graves y llegar a la política en este momento es una emergencia, con un paciente muy grave, que prácticamente está en estado de coma y boqueando.
“Me parece que hoy más que nunca hay que poner mucha atención al actuar público, hoy más que nunca hay que estar atentos al problema económico que sufre el país”, manifestaba usted en un artículo del 2018, en La Revista. ¿Cuáles son los principales riesgos y desafíos que enfrentamos en la actualidad y que pueden comprometer seriamente el futuro y estabilidad democrática de Costa Rica?
Lo quiero plantear de esta manera para usar una metáfora. Nosotros estamos en un barco que se está hundiendo y que va en rumbo equivocado. Usando una palabra palindrómica (que se lee igual al derecho y al revés), lo primero que debemos hacer es reconocer que estamos mal. En este momento, el Estado es el problema. Resultó demasiado grande y pesado para la sociedad.
Tanto así que, en medio de una crisis social y económica, entramos a la OCDE como el país con el más alto índice de desempleo, cerca de un 30 por ciento. Además, hacen un arreglo con el Fondo Monetario Internacional que nos endeuda más y nos meten más impuestos cuando ya estamos requetecargados de impuestos.
¿Esto qué panorama nos da en términos generales? Hay que cambiar el sistema. Ya este sistema no da. Cambiarlo significa acortar el Estado. El punto central son las contribuciones públicas, o sea, la estructura impositiva y de cargas sobre la sociedad pesa demasiado.
Uno podría pensar en un flat tax, que es lo que hemos estado proponiendo en nuestra hoja de ruta. Que la gente venga a hacer todos los negocios que quiera y eliminar toda la tramitología que sufre nuestro país.
Primero una reforma política y luego una reforma económica. Luego atacar el tema de educación y salud. Y, finalmente, como otro de los temas principales, las pensiones que responden a un sistema o concepto de Estado al que no se le puede poner más parches.
O sea, no puede ser que decían que iban a acabar con la pobreza y terminaron haciéndose un montón de instituciones que viven del negocio de la pobreza. Que iban a arreglar la educación y, a pesar del alto porcentaje del PIB que recibe, nunca ha estado tan mal. En teoría, universalizamos la Seguridad Social y ni siquiera están atendiendo a la gente que no tiene covid; se nos está muriendo la gente porque no la internan… y podemos seguir igual.
Una de las funciones centrales de un Estado es garantizar el orden y el derecho, pero no lo está haciendo. Ya este modelo no funcionó, dejemos de engañarnos. Yo me arriesgaría a reiterar lo que he venido diciendo. Hay que agradecerle al PAC que nos vino a quitar la venda de los ojos y demostrar que este sistema no da más. Ocho años manejándolo y lo reventaron.
Mientras no reconozcamos que el sistema no da, vamos a seguir por mal camino y hundiéndonos. Si queremos tomar buen camino, tenemos que reconocer que ahora vamos por el malo. Frenar el vehículo, devolverlo y ponerlo en buen rumbo.
Pero no se trata de empezar con recortes por aquí y por allá, porque siempre nos va mal con eso. Tenemos que empezar a tomar medidas radicales. Transformar todo esto implica una reforma política y una reforma económica sustanciosa, para luego abarcar salud, pensiones y educación, que es la única esperanza de promoción social de los más necesitados.
Cada día vemos más huelgas, manifestaciones, grupos de poder que alzan la voz en las calles o en redes sociales. ¿Qué ha pasado? ¿Vivimos una crisis del sistema representativo y de ser así, cómo corregirla?
Aquí basta con hablar de subir el número de diputados, para que se genere una reacción en el sentido de que lo que se busca es tener a más vividores o chupadores de las rentas públicas. Pero si 57 diputados tenemos casi desde que éramos un millón de habitantes y hoy ya se ha quintuplicado la población, aparte de que se ha incrementado la aparición de grupos con ideas y conceptos políticos diversos. Entonces cabe preguntarse si llevar los diputados a 90, 75 o 120, podría darle posibilidad a ciertas minorías o sectores de estar representados. El problema es que en este momento hablar de aumentar un solo diputado, ya merece toda una reacción nacional negativa.
Si eso va a mejorar la representación, ¿cuál es el problema? La democracia tiene un costo y debemos invertir en ese costo. Por eso uno a veces no se opone a que mejoren las instalaciones de la Asamblea Legislativa, tal vez no a niveles exagerados como se ha dado ahora, pero sí que se mejoren. Las oficinas viejas de la Asamblea, ahí donde estaba el Colegio Sion, eran prácticamente un tugurio y en eso yo soy muy directo: si usted pasa todo el día metido en un tugurio, usted tiene mentalidad de tugurio, porque no tiene los bienes y las condiciones adecuadas para pensar y trabajar adecuadamente.
Cuando uno mira a veces los resultados de las elecciones en las provincias que eligen menos diputados, pues se queda con la idea de que hay grupos que se quedan sin representación. Tal vez podríamos mejorar la representación dando, no sé, un diputado más por provincia.
En ese sentido, yo considero que enriquecer la representación no es malo. Y si hay que bregar con muchas minorías, como pasa en Israel, eso no me preocupa porque al final estamos mejorando la representación y escuchando más voces.
Debemos pensar con claridad y estoy seguro que el Tribunal Supremo Elecciones cuenta incluso con algunos estudios al respecto, que nos pueden dar un mapa de necesidades de grupos sociales.
¿Cuál es su opinión con respecto a las ideologías? ¿Siguen vigentes, han mutado o del todo estamos ayunos de idearios ideológicos que sustenten a los partidos políticos?
Todos tenemos una ideología o un concepto de mundo o una idea de la realidad. El tema es que algunos la cuentan y otros no la cuentan. Y entonces salen los políticos pragmáticos y la gente a veces confunde al pragmático con el que no se compromete en nada. O le gusta el pragmático porque cree que hay que ir por el centro o por el justo medio. Pero si es buena la verdad y es mala la mentira, cómo va a decir uno que lo mejor es ir por el justo medio; o sea medio mentiroso. Es bueno respetar la propiedad y es malo robar, pero lo mejor políticamente es ir por el medio, o sea, robar un poquito. No. En cierto tipo de valores, hay que hay que irse por uno o por otro, definirse.
La acción pública y política me obliga a tomar decisiones que deben ir dentro de un plan, en una línea hacia que la sociedad esté mejor y progrese, y no ir dando tumbos o zigzagueante, porque eso es ingrato.
Cuando algunos partidos no nos cuentan su plan de vida o su concepto se vuelven complicados. El tema del compromiso ideológico en los partidos es un faro que orienta las decisiones del electorado.
Reconozco que los partidos tradicionales costarricenses de finales del siglo pasado habían hecho algunas postulaciones ideológicas interesantes. Liberación se decía socialdemócrata y el PUSC postulaba el social cristianismo. Luego aparecimos nosotros, el Movimiento Libertario, con principios liberales y otros partidos que dicen que son de procedimiento como el Partido Acción Ciudadana, que no quería casarse mucho con ideologías.
Y aquí empezamos a encontrar que se nos va abriendo el panorama. Si una persona o grupo, dice que no tiene ideología, entonces dígame en qué cree. ¿Cree en Dios? ¿En el Estado de Derecho? ¿Qué opina de algunos temas? Dígame hacia dónde quiere llevar esta nave, hacia donde la va a orientar, si inmerso en el mundo occidental cristiano o en la economía de mercado.
Porque si no va a parecer como un oportunista o un picaflor que busca donde le calienta más el sol. O negociando cosas que no se cuentan, como puestos prebendas, dineros para fundaciones o comunidades, etc. En ese caso, entonces su ideología es el oportunismo. Es un juego donde la gente trata de esconder el naipe y sacar una carta dependiendo de la ocasión y eso a mí me perturba, me preocupa.
Algunos incluso han aparecido con planes castigadores contra las pensiones o discursos para el equilibrio fiscal, sin decirnos cómo, ni cuándo, ni cuál es la aspiración, ni cuál modelo de país quieren seguir. La profesión de fe que hacen los partidos puede ser un norte importante para la decisión, o al menos un tema de legitimidad, de sinceridad, de valentía o de propuesta que ayude a construir verdad y que ayude a convertir también la política en una cátedra.
Usted ha sido crítico de la fragmentación que ha tenido la corriente liberal en los últimos años. ¿Cómo ve ese tema de cara a las elecciones del 2022?
Con respecto a la gran oferta liberal en el país, yo creo que eso es un espejismo. Número uno, el Movimiento Libertario cuasi extinto es un cascarón y se lo trataron de vender o endosar a Carlos Valenciano que quería hacerlo humanista. Número dos, si pensamos en don Eli, al ponerle el apellido Liberal Progresista, vemos en la literatura liberal que ese progresismo termina en no liberalismo, en algo más parecido a la progresía zurda.
La característica de los partidos liberales no es tanto proponer una libertad total como dejar que la gente asuma la responsabilidad por sus acciones y decisiones. La gente piensa que liberalismo es algo infinito e incluso algunos dicen el libertinaje. No, jamás. En el tema moral, ético y en la economía de mercado hay que tomar una responsabilidad.
El liberalismo de la progresía es que el Estado pague por mis decisiones y no es lo mismo. Entonces cuando hablan de liberalismo progresista, yo no sé de qué están hablando, porque las propuestas progresistas no tienen nada que ver con el liberalismo.
Uno podría decir que por allí anda una escisión del Movimiento Libertario que es Unidos Podemos, pero cuando uno lo analiza ni siquiera usan el término libertad. Es como una libertad detrás de cortinas para que tampoco se identifique con los liberales y la selección del nombre, tomado de lo más izquierdista de España, a mí me deja turulato y confundido. Y si fue como por llamar la atención, me parece que es un gran desatino y no veo que esté cifrando el mensaje de libertad.
A mí me encantaría que, como dice Licha, fuera cierta tanta dicha y hubiera tal oferta liberal. Pero no nos engañemos, no es cierto que todos estos partidos estemos haciendo la misma oferta liberal.
Entonces, ¿en qué se diferencia Unión Liberal de todo el resto de agrupaciones de corte liberal? ¿Qué lo hizo decantarse por este partido para una doble postulación y qué se puede esperar de él en las próximas elecciones?
Mi doble postulación es no es igual a la de los otros. No voy encabezando una papeleta de diputados, estoy en el tercer lugar por San José. No quiero que el esfuerzo que me han pedido al dar la cara por este partido se confunda con una ambición inmediata o una vanidad porque entonces se desdibuja el servicio que quiero prestar.
Como es historia conocida hace prácticamente diez años, empecé a denunciar inconsistencias en el Movimiento Libertario que me fueron apartando del camino libertario. La escogencia de los hermanos Salas, el pleito con Evita Arguedas, el tema de la deuda política y la intentona de estafa. El partido por el que nos habíamos esforzado tanto terminó prostituyéndose, generándome malestar, tristezas y disgustos.
Estaba apartado un poco de todo. Casi retirado, con mi esposa jubilada y pensando más en disfrutar los nietos y la estabilidad familiar. Entonces el doctor Francisco Perdomo vino a visitarme, me habló del partido y me pidió, casi que me exigió que tenía que estar con ellos, que estudiara los estatutos y la visión del partido. Me dediqué a estudiar la ideología del partido, pero pensando, precisamente, en mis nietos, chiquillos de 9 y 3 años, me dije que no era posible heredarles una Costa Rica tan complicada y endeudada.
A las varias semanas llamé al doctor Perdomo y le dije: “ahí estoy”. Me convencieron los principios y la organización de sus fundadores. Aunque era un proyecto que no estaba inscrito, el compromiso que mostraba con la vida, con la familia, la postulación clara de libertad económica, la libertad jurídica, la economía de mercado, el Estado reducido, el rol de la sociedad, el principio de acción subsidiaria… todo eso me convenció y aquí estoy para servir en este proyecto que queremos que sea de largo aliento.
No estamos quemando las naves, hipotecando las casas, ni endeudándonos ni haciendo promesas que no podamos cumplir, si no dando un esfuerzo por transitar nuevamente por una vía liberal bien concebida y con los principios muy claros.
¿Vale la pena el sacrificio de volver 20 años después, sabiendo lo que implica ser parte de una campaña electoral? ¿Y qué podríamos esperar de usted si volviera a llegar a ocupar un puesto político? ¿Cómo ha cambiado Federico Malavassi en dos décadas?
Una de las cosas que me había mantenido en el retiro, es que basta que usted ponga la cara en un partido político, el que sea, para ser objeto de todo tipo de ataques. Todo eso lastima y produce escozor, no solo a uno sino también a los familiares. Y es en esos momentos cuando se piensa si vale la pena exponer así a los seres queridos.
Pero también hay cosas muy hermosas en la política, cuando uno puede hacer favores y mejorar la situación o evitar, por ejemplo, que se castigue al país con un paquete tributario como el que quería tramitar Abel Pacheco, al final uno se siente muy contento porque se hizo una buena obra.
¿Qué ha cambiado en mí durante 20 años? Bueno, tengo más tranquilidad de vida porque mis hijos están más grandes. Es menos aventurado meterse en política porque tengo mi vida y mi futuro más consolidado. Siento que tengo la obligación de tratar de construir una Costa Rica mejor para mis hijos y nietos, así como abrir un camino para este partido que tiene una propuesta muy necesaria para Costa Rica.
Tengo más experiencia, más lectura, más estudios, más práctica en la expresión y en los procedimientos legislativos, aunque algunos han cambiado. Tengo una visión de algunos problemas nacionales que no la tiene alguna gente porque no han pasado 20 años aislados, estudiando sobre temas tecnológicos, educativos, económicos y jurídicos. He tratado con intelectuales en diversos ámbitos y he tenido la posibilidad de viajar y conocer más sobre temas internacionales.
Entraría más fogueado, con cierta experiencia y colmillo para dejarme meter menos goles. He desarrollado más habilidades y tengo más amigos que conocen cosas fuera de la Asamblea Legislativa, empresarios, profesionales, estudiantes de la universidad. Ese es el Federico Malavassi de ahora un poco más viejo, con menos pelo, más canas, más años de casado, con más años de padre y con algunos años de abuelo. Sigo curtiéndome en mi profesión y en la enseñanza. Tal vez ya no tengo la misma fuerza que antes de llegar a los 50 ni puedo participar tanto en mejengas, pero sí puedo decir que soy hasta mejor cantante y guitarrista.
- José Ricardo Carballo / Periodista Codirector
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