Francisco Barahona: Crisis, paz y guerra
Pero por mucho que se haga en favor de esos esfuerzos, es mas lo realizado para fortalecer estructuras de poder basadas en la amenaza, la presión y la violencia a escala planetaria; al punto que hoy, no sólo existe el peligro supremo del exterminio nuclear, sino y sobretodo, un conjunto de realidades que mantienen encendida la antorcha de la violencia y la injusticia; y por lo tanto, alejan objetivamente a los pueblos de las posibilidades de avanzar hacia mejores condiciones de vida.
Francisco Barahona Riera, Catedrático, abogado politólogo (Dr,).
CRISIS es la palabra de moda, que se repite todos los días, a todas horas y en todos los idiomas; debe ser la palabra más internacional, la que produce mas desencanto, reacciones y quizás también las mayores ilusiones.
PAZ es la segunda palabra en importancia a escala planetaria, unos la usan con criterios ideológicos, otros como definición de metas y unos pocos como encubrimiento de la tercera palabra en importancia, la de la GUERRA que junto con las dos anteriores constituyen la base de la pirámide conceptual que mejor describe la coyuntura histórica por la que atraviesa la humanidad.
CRISIS, PAZ y GUERRA, palabras fáciles de pronunciar que describen conceptos antagónicos, realidades diversas, conflictos y procesos culturales que son el producto real de la evolución de la especie humana.
¿Cuántos esfuerzos se realizan hoy en esas tres direcciones que resumen no sólo la realidad, sino también la esperanza de hombres y mujeres que tienen en común un vigoroso deseo de construir un mundo basado en relaciones de justicia nacional e internacional, dentro de la diversidad, la cooperación y el entendimiento?
Todo el sistema de las Naciones Unidas está construido sobre este y último predicado. Basta interpretar para ello el articulo primero y segundo de la Carta Constitutiva de la Organización de las Naciones Unidas, el preámbulo de la Carta de la UNESCO y de todos los demás instrumentos jurídicos internacionales de esa gran familia.
Pero por mucho que se haga en favor de esos esfuerzos, es mas lo realizado para fortalecer estructuras de poder basadas en la amenaza, la presión y la violencia a escala planetaria; al punto que hoy, no sólo existe el peligro supremo del exterminio nuclear, sino y sobretodo, un conjunto de realidades que mantienen encendida la antorcha de la violencia y la injusticia; y por lo tanto, alejan objetivamente a los pueblos de las posibilidades de avanzar hacia mejores condiciones de vida.
La prioridad es la de reforzar todos aquellos esfuerzos que, partiendo de la aceptación y justa evaluación de la CRISIS, impulsen la construcción de una cultura que pueda, mediante la transformación de valores, concepciones y normas al interior de cada hombre y mujer en las sociedades y en las relaciones internacionales de todo género, garantizar la sobrevivencia y la superación de las actuales violentas contradicciones.
Pero todos sabemos que implantar este tipo de soluciones no es fácil; hay que ir en contra de una cultura de la violencia que cada vez tiene a su disposición mayores instrumentos de perpetuación y sobrevivencia y, ni que decir, cuando se trata de invertir económicamente para que se fortalezca la creación de una cultura de paz alternativa.
Así que también al interior de la familia de las Naciones Unidas la palabra CRISIS; en especial ligada a su aspecto mas crudo, CRISIS ECONOMICA, recorre los corredores, se instala en los salones de conferencias, y se repite con sobresaltos, al interior de las oficinas de pequeños o altos responsables de esas instancias internacionales.
Y ¡Ay de aquellos organismos internacionales que han sido creados con las mejores intenciones pero con presupuestos basados únicamente en contribuciones voluntarias! Ahí si hay crisis, pero revitalizante, y quizás germen necesario de superación a través del sacrificio, el compromiso, la mística y la solidaridad de todos aquellos pequeños y grandes gobiernos, fundaciones, asociaciones, hombres y mujeres que uniendo esfuerzos permitirán saltos cualitativos institucionales, superadores de la pobreza, rescatando la humanidad en sus valores positivos y comprometiéndola en el encuentro de nuevas energías.
Esto es un llamado a la solidaridad internacional, a favor del compromiso por sembrar la semilla de la paz en la mente de los hombres y mujeres, en favor de impulsar una educación para la paz.
Publicado en: “Desde Centroamérica educando para una cultura de Paz”, EUNED – UPAZ 1999.
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