Francisco Barahona Riera: “Realista pero no optimista”
Francisco Barahona Riera.
Hace pocos día La Revista entrevistó al Dr. Francisco Barahona Riera, ex académico de la Escuela de Ciencias Política, donde por varias décadas contribuyó desde la disciplina de las relaciones internacionales, en la formación de centenares de politólogos, hoy profesionales en diversas instituciones y organizaciones.
Como es habitual, nos recibió con su conocida hospitalidad y cortesía, así como renovando una vez más su apoyo a este proyecto de comunicación digital, del cual forma parte desde su fundación.
Así las cosas y para iniciar nuestra conversación con La Revista, quisiéramos saber primeramente ¿qué piensa usted de la realidad de Costa Rica en general?
Bueno, yo diría que la realidad de Costa Rica, de América Latina, del mundo, en lugar de mejorar, sigue empeorando. No siempre por culpa del coronavirus, sino con frecuencia por los desaciertos de los gobernantes, por los intereses económicos que al final de cuentas manejan la batuta con la que el planeta se orienta. Entonces, en ese sentido, me considero una persona de pensamiento realista y un poco tirando a pesimista. ¿Por qué?, porque ya tengo varios años analizando esta evolución. A veces es una involución y entonces veo que hay pocos elementos como para tratar de levantar banderas y orientarlas en algún sentido, como de que el futuro nos pertenece a todos; que hay un futuro brillante y esperanzador, como dice un precandidato de un partido político en Costa Rica. Pero… la realidad es que la esperanza cada vez se reduce más. Entonces, recordando la última entrevista que tuve aquí con ustedes, a través de este medio veo que las tendencias han empeorado. Hay que ver y abrir las gavetas de esa realidad tan compleja que es hoy el planeta Tierra, y que es Costa Rica. Hoy o ayer leía que estamos ya llegando a 3000 enfermos de coronavirus por día; y que los hospitales están desbordados. Escuchaba al gerente médico, el presidente de la caja, decir que estaban abriendo un salón completo en el Hospital Calderón Guardia de 50 pacientes ayer o anteayer, que ya prácticamente estaba lleno; y que ellos no podrían seguir haciendo milagros. No toda la gente en Costa Rica va a poder ser atendida de aquí a un año. Y lo de la India, ojalá que aquí no se concrete.
¿Cree Ud. que este problema es sociocultural, además de epidemiológico?
No sé si políticamente nos están queriendo asustar más de la cuenta, o si es que, efectivamente, la cultura costarricense es egoísta, egocéntrica, que no piensa en la solidaridad con los demás. La pelea contra la pandemia no la vamos a ganar en los hospitales, sino con gente que se cuide, que se ponga la careta, que al conversar esté a dos metros de distancia, que se lave las manos y que cuide a los suyos.
¿Y hasta dónde tiene que ver la administración pública con la atención de esta problemática?
Cierto es que hay muchos en Costa Rica que sí que están haciendo eso, pero hay otros tremendamente egoístas o ignorantes, o inclusive con vocación de suicidio. No sé como tildarlo, pero no todo está como para echarle la culpa al coronavirus. En Costa Rica tenemos una administración pública que realmente deslumbra, no por su brillantez, sino por falta de ideas, de iniciativa, de compromiso real con el país y con la creación de nuevas oportunidades, de manera que se le permita nuestra gente tener un poquito de norte, de esperanza, de sentido. Claro que llevamos una vida muy compleja. Sin embargo, cabe reconocer que no todo es un problema fiscal; que no todo es un Ministerio de Hacienda que cada vez recauda menos y que, entonces, necesita aprobar más impuestos, recortar salarios y pensiones. Me da la impresión de que esto se debe, no sólo al actual presidente, a Carlos o a su gabinete, sino a los que estuvieron en el poder desde por lo menos los últimos 20, 25 o 30 años. Hemos tenido políticas muy parecidas. De manera que hoy, cuando uno analiza lo que está pasando en la Asamblea Legislativa, uno siente que hay prácticamente un solo partido político, aunque formalmente sean seis o siete partidos representados en dicho poder de la República, porque a la hora de la verdad se reúnen los votos necesarios para la aprobación de proyectos de ley encaminados a minar al trabajador público y a lo medular de la clase media.
¿Y cuál podría ser el impacto general percibido en nuestra sociedad?
Estamos viviendo en una sociedad cada vez más empobrecida. Mujeres y niños se sienten desatendidos. No se encuentra un solo nicho con posibilidades de trabajo, que genere optimismo para mejorar situaciones individuales. Entonces, no es y sí es culpa de Carlos, como presidente: él es el que manda el gabinete; el que tiene una injerencia directa jurídica muy importante en las decisiones que se tomen en la Asamblea Legislativa, sobre todo en este período extraordinario donde maneja la agenda. Ahora, si uno ve la situación en el resto de Centroamérica, o en Europa uno se percata de que acaban de aprobar una moratoria, una cuarentena, rigurosísima, que tiene como consecuencia inmediata un frenazo al desarrollo económico de esos países; y a la sociabilidad de la gente, a pesar de que las vacunas existen. Esta situación va a afectar a las nuevas generaciones, a los niños y a los muchachos y muchachas que van a tener un enorme vacío, no sólo en su formación académica, sino que también en su formación humanista y social. Es inconmensurable el estrago que produce el estar escondidos en las casas, o educados en los colegios con gran temor de que si se enferman van a llevarles este virus a sus abuelitos, a sus papás. O pensar en un novio o una novia. Hemos experimentado una especie de freno en las relaciones humanas de toda nuestra generación.
Las condiciones actuales han alterado todas las formas de vida y convivencia, ¿cómo considera su impacto en nuestro sistema educativo?
El sistema educativo, que antes era un sistema hecho para el aula, hoy se ha redimensionado para las computadoras, para los programas sociales, para las conferencias virtuales, pero el contacto social, el contacto humano, está desapareciendo y eso aún no sabemos que impacto tendrá en la sociedad.
Adentrándonos en otro tema nos gustaría hacer referencia a una anécdota que en algún momento nos relató, una vivencia que tuvo usted al principio de las elecciones pasadas con motivo de un almuerzo precisamente aquí en su casa, con el actual presidente, con Carlos Alvarado.
¿Qué impresión le causó a usted Carlos Alvarado ese día del almuerzo con relación a hoy, casi a los tres años que cumple esta semana el Gobierno?
Lo felicito por su memoria; eso se lo había contado ya hace un buen tiempo. Pero me parece oportuna su sugerencia. Efectivamente, yo invité a Carlos cuando era ya candidato del PAC, a almorzar acá a mi casa. Estuvo con mi esposa, con mi hijo Alejandro y almorzamos muy rico. Recuerdo que él tenía un muy buen apetito. Felicitó a mi esposa por los platillos que le preparó. Él escuchó el objetivo de la reunión que no era hacerle un homenaje a él, sino una oportunidad para hablarle de un proyecto en el que yo me comprometí por varios años, que fue la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente. Quería convencerlo de que ya fuera como precandidato, o como presidente, y de cara al Bicentenario, él tendría la posibilidad de convocar a una Asamblea Nacional Constituyente para redactar una nueva Constitución. Él escuchó. Pero no lo vi muy interesado. Mucho menos para comprometerse en una iniciativa de esa naturaleza. Pero tampoco argumentó en sentido contrario. En realidad, fue un almuerzo donde él nos escuchó a los tres. Dijo que lo iba a pensar. Estuvimos dos agradables horas y un poco más, pero a final de cuentas él no quiso comprometerse. A lo mejor no nos entendió.
Nuestro planteamiento desarrollaba la idea de que el modelo político nacional estaba agotado. Que un país como Costa Rica podía convocar en tiempos de paz a un encuentro de esa naturaleza para reformar muchas cosas que era necesario reformar, y para incorporar nuevos institutos e ideas. La actual Constitución cuenta con 70 años de existencia y una revisión general podría ser un paso histórico para un país como Costa Rica. Demostraríamos al mundo que no necesitábamos una guerra civil, como pasó en el año 48, para convocar a una Asamblea Nacional Constituyente. Muchos pensaban así; muchos seguimos pensando así. Pero desgraciadamente Carlos Alvarado no nos da pelota, en términos bien ticos. Inclusive recuerdo que le dije una frase: a mi me gustaría que el Bicentenario no fuera solo una efemérides, o un fiestón en muchos pueblos o ciudades de Costa Rica, sino que hubiera una dinámica de revisión, de proyectos de cara a una nueva constituyente. Eso era más importante que una gran celebración y, además, mucho más económico y pedagógico para las nuevas generaciones. Porque esta idea se habría discutido en los colegios, en las universidades, en los medios de comunicación y de cara a esta próxima elección que tenemos ahora en febrero del año entrante. Ahí se hubieran podido escoger a los futuros asambleístas por una nueva Constitución.
Teniendo en cuenta las decisiones políticas y la gestión pública ¿cómo siente usted que se ha desempeñado el PAC en estas dos administraciones gubernamentales?
Siento que el gobierno PAC actual no tiene sustancia y que tampoco la tuvo el de Luis Guillermo Solís, porque no tenían realmente un proyecto político para el país, para remozar nuestro sistema democrático. Quizá Alvarado era muy joven, sigue siendo muy joven. Su formación no era de politólogo, sino simplemente de periodista, como lo era su contrincante del Partido Restauración Nacional. No tenían capacidad mental, formativa o intelectual y mucho menos la experiencia necesaria como para ser estadista. Concluyo. No me decepcioné del objetivo de esa invitación. Pero tampoco me arrepiento. Realmente pasamos un rato agradable.
¿En este contexto vislumbra usted instancias específicas que podrían estar en crisis?
Hoy en día se presentan en nuestro país varias crisis superpuestas, unas por encima y otras por debajo, por así decirlo. Tenemos una crisis fiscal, una crisis económica seria, porque los gobiernos en los últimos 40 o 50 años nos fueron endeudando, mientras protegían a ciertos sectores que no pagaban impuestos, pagaban impuestos, o bien muy reducidos, o se les concedían excepciones. El aparato estatal que tuvo que ir creciendo en la medida en que nuestra población fue creciendo; la Caja Costarricense del Seguro Social es un ejemplo. Esto aunado a un sistema de tributación no progresivo, sino que más bien regresivo e injusto, donde los que ganan más no son los que contribuyen con más y los que ganan menos también contribuyen casi en igualdad de condiciones no le queda más al Estado que endeudarse para el avance social de la década logrado después de la guerra del 48.
Así, llega un momento en que la capacidad del Estado para pagar esa deuda se ve seriamente comprometida porque la misma no es sólo la contraída con el sistema financiero internacional, sino que con gente que compra esos instrumentos fiscales, costarricenses del sector privado o inclusive instituciones que administran fondos de pensiones, y que también invierten en el Ministerio de Hacienda. En fin, hay una cantidad de gente que recibe cada vez más ingresos de intereses relativamente altos que en Costa Rica son tres y cuatro veces más altos que, por ejemplo, los papeles de la deuda que coloca el gobierno norteamericano. Podríamos caracterizar esta situación casi como un pecado capital de nuestro mismo sistema.
¿Y en términos prácticos qué vino a resolver la reciente reforma fiscal?
Ni los partidos políticos, ni sus dirigencias han sido capaces de redactar un proyecto de reforma fiscal progresista. Los últimos esfuerzos, incluyendo el que hizo esta administración, consistió en gravar a los sectores medios y a los sectores del Estado, incluyendo a las universidades. El famoso paquete tributario no resolvió los problemas del fisco, por lo que ahora se prepara otro proyecto de ley para aprobar un crédito con el Fondo Monetario Internacional que contempla, aunque el Fondo Monetario no lo esté pidiendo, un conjunto de acciones y medidas para reducir el tamaño del Estado, reducir la deuda y pagar así los créditos internacionales adquiridos, incluyendo el mismo crédito de comentario. Así se ahorca más a los ciudadanos de a pie o de clase media, al tiempo que se concluye la concreción del modelo económico neoliberal, lanzado hace más de 30 años desde Washington, que consiste en reducir el Estado para que prive el mercado en la definición de las prioridades de la sociedad.
¿Cree Ud. que con el rumbo que ha tomado el gobierno, se podría estar lesionando la Constitución Política?
En consecuencia con esa lógica, habría que oponerse a fundamentales garantías establecida das por la Constitución del año 49. En particular, pienso en: la autonomía municipal y su parte financiera, la autonomía garantizada por la división de poderes, que incluye al Poder Judicial, y la autonomía más profunda que cubre a las universidades públicas. Así este proyecto de ley contempla varias propuestas absolutamente inconstitucionales que atentan contra la dinámica democrática de este país.
¿Considera usted que esto podría ser síntoma de un problema más profundo?
En la actualidad pienso que se ha generado un planteamiento de confrontación democrática que está, además, falseado por los temores que provoca el tema de la pandemia. Para muestra un botón: la decisión muy reciente de la Asamblea Legislativa que yo llamo la “ley anti-huelga”, donde lo que hizo fue frenar el derecho humano a la protesta y a la huelga, derecho humano garantizado desde la Declaración Universal de los Derechos Humanos, pasando por el Pacto de San José. Erigiendo el estandarte del miedo a morir por el coronavirus, se nos está recetando el estar encerrado en la casa por lo que no es posible manifestarse y hacer huelgas. El derecho a la protesta ha sido reducido con la anuencia de unos señores diputados, que olvidaron que su lealtad es para con aquellos que los eligieron, que gente que quiere y defiende el Estado Social de Derecho.
¿En estos complicados escenarios que estaría pasando con los partidos políticos?
Los partidos que en el pasado tuvieron banderas ideológicas diversas, ya no tienen ya ideología propia. Es el neoliberalismo el que los guía a todos, y por eso se ponen de acuerdo fácilmente en la Asamblea Legislativa. Ellos se han intoxicado con el dogma de que es el mercado el que va a definir las políticas públicas y el rumbo de la nueva sociedad. Creo que están terriblemente equivocados.
¿Entonces, le parece a Ud. que se está socavando la democracia?
Mire, creo que continuarse así, probablemente Costa Rica verá sumarse las crisis superpuestas a que hacía mención hace un rato. Esa adición no podrá dejar de ser explosiva porque la gente está sin trabajo, y las mujeres particularmente (sector turismo v.g.). No se está recuperando el planeta. Basta escuchar lo que está pasando en la India, en Francia, en Alemania, en España y en Italia. Así que las posibilidades de reforma de nuestra democracia se están reduciendo. Estamos entrando más bien en un clima favorable a sistemas autárquicos, autoritarios, para no decir dictatoriales. El confinamiento y medidas afines pueden tener repercusiones delicadas. No veo en los programas de gobierno que algunos precandidatos ya están planteando discusiones de esta naturaleza, porque a final de cuentas son esos líderes los que están comprometidos en la realización de todo lo que acabo de conversar, y no les interesa aventurarse con alternativas “arriesgadas “que podrían perfeccionar nuestra democracia.
En esta segunda parte, vamos a tratar temas puntuales.
Primero, sus apreciaciones sobre la situación actual y perspectivas de la Caja Costarricense del Seguro Social, del ICE y de RECOPE.
Seguidamente su percepción de cara a las elecciones del 2022 de las agrupaciones políticas en el panorama electoral.
Estas son claramente tres de las instituciones históricas que contribuyeron al desarrollo del modelo costarricense de clase media y de avance económico con seguridad social, y que al día de hoy siguen siendo fundamentales. Sin embargo, hace pocos días vi la deuda que el Estado tiene con la Caja del Seguro Social, es gigantesca, como 650000 millones de colones de deuda. El Estado ha sido absolutamente irresponsable con la Caja. Por otro lado, la Caja no perdona a un pequeño empresario que se atrase en sus cuotas. Y al estar en mora con la Caja no se puede participar o solicitar contrato alguno con el Estado. Las tres instituciones que usted menciona me preocupan tremendamente; las defiendo, quizá porque son producto de mi generación y porque a lo largo de mi vida las he visto avanzar y contribuir al bienestar general.
Por el otro lado, todo lo que tiene que ver con energía esencialmente eléctrica (el ICE) y con combustibles (RECOPE), han sido fundamentales porque los beneficios de estos tres entes, del cual dependen el bienestar de la ciudadanía costarricense, han sido enormes. Nuestra seguridad social sigue siendo una de las mejores del planeta. A pesar de esa deuda monstruosa del Estado, a pesar de las gollerías, a pesar de la corrupción que sabemos está incrustada también en la misma CCSS. Ni qué decir del ICE. Antes, en Costa Rica, la electricidad era producida por una empresa inglesa y norteamericana, o por lo menos de capital, también norteamericano. No estaba en manos costarricenses. Las posibilidades que tiene el ICE hacia el futuro, como la instalación de líneas 5G y todo lo que es esta nueva tecnología implica, son gigantescas. Sin embargo, ambas instituciones están en una profunda crisis económica.
Pero, si ideológicamente se consideran como instituciones que deberían privatizarse, corremos el riesgo de perder esa institucionalidad que es el ancla fundamental de nuestro propio modelo de desarrollo. Son empresas de beneficio público, propiedad del Estado, o sea, de todos los costarricenses. Privatizar RECOPE desde mi perspectiva sería un gran error, porque eso haría que llegaran las transnacionales. Hoy día, he leído que RECOPE mantiene la mejor calidad de la gasolina y los derivados del petróleo de Centroamérica donde los combustibles están en manos privadas o semi estatales. El mundo va camino hacia los trenes y los automóviles eléctricos lo que sería una oportunidad gigantesca para ICE que cuenta con experiencia en la construcción de túneles y megaproyectos.
¿Qué posibilidades ve usted de que esas entidades se modernicen y responsan a las necesidades del Siglo XXI?
El problema consiste en que estas tres empresas pertenecen a sectores que han evolucionado mucho, por lo que hoy en día hay que revisarlas profundamente. Sin embargo, no pareciera que nuestro sistema político sea capaz ni siquiera de establecer instancias de modificación, de transformación, de mejoramiento. Lo que vale también para la adopción de políticas públicas. Decía Einstein que para cambiar algo hay que cambiar sus factores. ¿Cómo vamos a cambiar algo con la misma gente, con los mismos dirigentes políticos de los partidos políticos tradicionales? Esto lo veo imposible. No hay capacidad instalada. Y cuando Costa Rica ha estado mejor preparada con gente formada en tantas universidades, públicas y privadas, con gente obteniendo doctorados y especialidades fuera de Costa Rica, resulta que no se aprovecha ese capital humano; porque seguimos teniendo a los mismos líderes, los mismos partidos políticos, todos ideológicamente anquilosados. Lo que se ha dicho para América Latina en general, también se aplica aquí: la circulación de las elites pareciera responder a un tiempo sui generis, donde los mismos se relevan recíprocamente a la manera de un carrusel alocado.
Las mismas universidades se han ido secando, y han sustituido su sana tradición crítica, llegándose, en algunos casos, a sustituirla por una lealtad cuestionable hacia los políticos de turno, como ha sido el caso concreto con el PAC en el ámbito de la academia. Este análisis me inclina a pensar que los que tienen el poder cada vez quieren menos cambio, caminando en un sentido contrario al de la historia del mundo, con lo que, probablemente, están potenciando explosiones sociales a futuro.
¿No cree que las próximas elecciones auguren los cambios importantes que urgen llevarse a cabo?
Los ciudadanos por qué van a respetar una institucionalidad hecha para favorecer solo a los ricos. Es evidente que se impone un cambio, y que hay que hacer un alto en el camino. Pero dudo que en las elecciones de febrero próximo podamos depositar mucha esperanza.
En cuanto a las agrupaciones políticas me parece que los cristianos, los social cristianos, los liberacionistas, y los “socialdemócratas”, han sido realmente un solo partido que ha estado gobernando con don Carlos Alvarado y con don Luis Guillermo Solís. El PAC no ha sido un partido político siquiera pre-revolucionario, sino un partido político que se adecuó pragmáticamente a las “realidades”, valga decir a la ausencia de toda consideración programática. No tenía ideología; simplemente se abandonó al neoliberalismo. Nada más claro, en este sentido, que las elecciones pasadas. Cuando fuimos a la segunda ronda, la mitad del Partido Liberación Nacional se fue con Restauración Nacional y la otra mitad se fue con Alvarado. Y cuando ganó las elecciones el PUSC hizo lo mismo: la mitad del PUSC se fue con Restauración Nacional y la otra mitad se fue con el PAC. Como que no hay santo en quien persignarse.
La izquierda está muy debilitada por culpa de la misma izquierda, que no ha tenido la capacidad de desarrollar un modelo político propio, un planteamiento alternativo costarricense, autónomo. Y la verdad es que se han comido la cola en liderazgos carnívoros que con frecuencia han se han visto en los líderes de la izquierda en Costa Rica. Vea usted que en las elecciones anteriores a las del PAC, había más o menos unos seis o siete diputados de izquierda. Hoy tenemos sólo uno. Un único diputado qué puede hacer en una Asamblea Legislativa neoliberal en extremo.
Liberación Nacional está hoy en una convención supuestamente abierta, en que cualquier costarricense pudiera votar por varios precandidatos. Veo a un José María Figueres que, de acuerdo a ciertas encuestas, va un poquito a la cabeza en el seno de Liberación Nacional. Pero esta ventaja frente a un 64 por ciento que dice que no tiene partido y que no quiere votar por José María Figueres (por los problemas de su administración anterior, sus viajes a Suiza, el no dar el pecho cuando tenía que darlo ante el sistema judicial), le complica seriamente el panorama electoral. Así que, aunque ganara José María Figueres la precandidatura, no le veo ninguna posibilidad de ganar las elecciones nacionales, y mucho menos solito. Algunos de los otros precandidatos, a quienes respeto, son un poquito más de lo mismo. Y los que podrían ofrecer un panorama distinto no tienen pegue.
El PUSC está peor todavía: una división tremenda adornada de insultos, donde ni siquiera se pueden poner de acuerdo para fortalecer una candidatura para la Presidencia del Congreso. Tampoco hay ahí coherencia. Algunos personas que han dicho querer ser candidatos a la Presidencia de la República, todavía no tienen partido. Otros andan buscando unir a dos o tres partidos pequeños y lanzarse por esa vía. Otro aún, que sacó cuatro o cinco diputados con el PIN, anuncia que va a lanzar su candidatura, que no sabe con cual partido político.
Los católicos no tienen ningún líder político que se vaya a lanzar. Son justamente los grupos cristianos conservadores, arraigados en el conservadurismo retrógrado del Partido Republicano en los Estados Unidos, los que sí presentan su candidato. No veo ahí tampoco que haya ninguna posibilidad. En suma, no veo que haya dimensión, tesitura, capacidad de proyección, de superación, de crisis, que es lo que realmente debería estar planteándose hoy en día. Las elecciones de febrero van a ser casi una repetición de las elecciones de hace cuatro años.
Y en cuanto al panorama internacional y su incidencia en nuestro país, que comentario podría formular, sobre todo de cara a las últimas elecciones en los Estados Unidos.
Refiriéndome a lo que ha pasado en los Estados Unidos con la elección del nuevo presidente Biden, quien contrasta como del agua del aceite en relación a la administración anterior. Sí esa, la de un presidente circense, yo diría loco, desbordado, sin capacidad política, sin aprendizaje político, sin conocimiento de la realidad. Para analizar la figura del nuevo presidente Biden, habría que hacer algunas consideraciones acerca de lo que está pasando en el resto del mundo, en los focos de poder más importantes. Lo más esperanzador ha sido ese resultado electoral que no permitió la reelección del anterior presidente, de quien no quiero ni nombrar su nombre. No le quiero hacer ese favor, porque si Estados Unidos lo hubiera reelegido, el mundo hubiera entrado en una época de anarquía absoluta, peligrosísima. La política norteamericana se vio guiada por corazonadas, hijas del ánimo matutino del presidente, a veces inclusive en contra de las recomendaciones del sistema de seguridad de los Estados Unidos. Pero en un escenario incierto, gana Biden, gana el Partido Demócrata. Pero lo más saliente de los resultados de las elecciones, además del resultado mismo, fue la invasión del Congreso por turbas estimuladas por el presidente que perdió las elecciones. Cinco muertos la puesta en jaque del mismo sistema democrático norteamericano. Como si aquí en tiempo de Alcoa los estudiantes hubiéramos conquistado la Asamblea Legislativa, hubiéramos dado un golpe de Estado, hubiéramos sacado a los diputados y hubiéramos tratado de crear una nueva república. Bueno, si no hubieran fracasado, hoy la historia del mundo sería completamente otra.
El Partido Demócrata y el actual presidente Biden están trabajando aceleradamente en la reconstrucción del sistema democrático de su país: vacunación masiva de la población, reconstrucción del edificio del Congreso, de las relaciones con el Partido Republicano, el problema relacionado con el calentamiento global, el de la migración, y el de la reactivación económica. Acaban de lanzar un proyecto gigantesco de 2600 billones de dólares para reactivar la economía; y apostar claramente a la fabricación de nuevas alternativas de energía, construcción de autos eléctricos, etcétera, etcétera. Y quieren hacerle la competencia, vea usted lo interesante del lenguaje de Biden, a China. Ya no es China queriendo hacer la competencia con los Estados Unidos. Ahora es el gobierno norteamericano aceptando hacer una competencia leal con los chinos en lo que los chinos han avanzado como es la inteligencia artificial, el 5G, etcétera, etcétera, etcétera. Y retomando alianzas con Europa, con el multilateralismo del sistema de Naciones Unidas. En fin, yo diría que es una nueva oportunidad para Norteamérica. Biden está actuando como un socialdemócrata auténtico. Dijo: Yo sé que el papel de Wall Street ha sido importante, pero no han sido los hombres y mujeres de Wall Street los que han construido la historia de los Estados Unidos. Ha sido la clase media, ha sido la clase trabajadora, ha sido el pueblo norteamericano. Por consiguiente, tengo que actuar como presidente norteamericano, no sólo de acuerdo a lo que diga Wall Street. Y además dijo: Y hay que hacer una reforma fiscal donde los multimillonarios que son los que más se han enriquecido con la crisis del coronavirus, son los que menos pagan. Y que pague la gente de acuerdo a su riqueza y a su capacidad económica.
Aquí los medios de comunicación siguen creyendo que estamos en medio de una ola de neoliberales, cuestión de escuchar a Carlos Ricardo Benavides, uno de los pre-candidatos del Partido Liberación Nacional.
Alguna reflexión adicional, tal vez a manera de conclusión.
Podemos concluir con la observación de que la complejidad de la realidad contemporánea nos tiene muy confundidos. Aquí muy pocos se pellizcan para ver por donde va el desarrollo de la historia. presentes en una conferencia para reforzar todo el calentamiento, toda la lucha a favor de la Conferencia de París, los compromisos de París y el calentamiento global.
Siento que hay una perdida del rumbo ideológico. Hay confusión de la gente. y creen que Liberación Nacional va a ganar por sí mismo en las próximas elecciones, que el partido unidad también por sí mismo, o Fabricio Alvarado en Nueva República. Ese descontrol debería ser el tema prioritario que quiero dejar plantado en esta larga entrevista. Tenemos un común denominador: la preocupación por el futuro. Y el futuro presenta sólo dos posibilidades: o se toman acciones que comprendan inteligentemente las causas de la crisis, y acertamos más o menos bien en las políticas públicas que nos saquen de este hueco, o no hacemos nada. En cuyo caso la anarquía será el producto de nuestra propia ineptitud.
Me reafirmo al final de esta conversación larga con La Revista, a la que le agradezco la oportunidad que me ha otorgado para autodefinirme: realista pero no optimista.
- Eugenio Herrera
- Ronald Fernández
- Alonso Cunha
Francisco Barahona Riera.
Fue Rector de la Universidad para la Paz, Catedrático en la Escuela de Derecho de la Universidad de Costa Rica. En dicha institución obtuvo una licenciatura en Derecho y Ciencias Políticas en 1973. Realizó su doctorado en Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad de París en 1977. También realizó estudios en derecho internacional en la Universidad de París y en el Instituto Internacional de Derechos Humanos en Estrasburgo. En sus trabajos destacan los temas de la política internacional, la sociología, educación para la paz entre otros. Fue coordinador Presidencial de la Universidad para la Paz de 1980 a 1982, Académico, investigador, autor de diversas publicaciones y analista político.
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