Francisco Flores: 50 años ampliando nuestra visión del Mundo
La Escuela de Relaciones Internacionales a sus cincuenta años de fundación, experimenta un cambio generacional determinante y la profundización de los estudios internacionales institucionalizados, cuenta con la diversidad de su posgrado y trabaja en el diseño de su propuesta doctoral. Es cada vez más un centro de pensamiento, que se apoya en la investigación, y se proyecta en la extensión, pero académicamente está obligada a un arduo proceso de cambio en su proceso de enseñanza-aprendizaje, donde la internacionalización de su oferta académica, una gradual y consistente virtualización tengan un impacto decisivo en la materialización de las metas del próximo medio siglo.
Francisco Javier Flores Zúñiga, Relaciones Internacionales.
Acontece como feliz circunstancia que el nacimiento de la Universidad Nacional, haya sido un suceso simultaneo al de la creación de la Escuela de Relaciones Internacionales en 1973. ¿Cómo es eso posible? Para algunos historiadores, el origen la Universidad es que nace sobre la antigua normal superior y sus casi 2000 alumnos del programa de formación de maestros y profesores de Educación Primaria y secundaria, por lo que el debate original se concentra en la idea de una Universidad Pedagógica, pero que termina siendo replanteado por la Comisión Organizadora de la nueva casa de estudios, hacia un horizonte más amplio de su oferta académica, tanto en lo humanístico, como en lo técnico científico. Surgen por ello, dos visiones de futuro sobre lo que debe ser la segunda Universidad del país, donde la visión política y la académica fraguan la oportunidad de una vinculación de la educación superior con la formación universitaria acorde a lo que demanda el país.
En el marco de la creación del programa de Ciencias Sociales, entran en cuestión la formación técnica y la organización de los trabajadores costarricenses que estaría a cargo del Instituto de Estudios del Trabajo (IESTRA) y la formación diplomática como apoyo sustancial a la profesionalización del servicio exterior costarricense, para lo cual la Escuela de Relaciones Internacionales y Diplomacia respondía con su creación a la necesidad de fortalecer lo que el Canciller Gonzalo Facio Segreda llamo: nuestra voz en el mundo.
Es de ese modo como se plantea políticamente el fomento de la organización de los trabajadores y el de la formación de los diplomáticos costarricenses, lo que produce una reacción académica sobre lo que el país necesitaba y la forma en que la nueva universidad habría de responder. El dilema fue resuelto una vez que se sentaron las bases del modelo de Escuela que sería posible y permitiría a la universidad mantener su independencia académica y científica. Nace así, bajo los fundamentos de la Universidad Necesaria, una Escuela de Relaciones Internacionales y Diplomacia, que tendrá la tarea de atender las demandas de profesionalización del servicio exterior, pero también la urgencia de desarrollar el pensamiento crítico y la investigación científicas. Sobre estos dos ejes, se construyó la independencia de la academia y el desarrollo de la disciplina de las relaciones internacionales.
Los primeros pasos de la Escuela, plantean un escenario vertiginoso entre noviembre de 1973 y noviembre de 1976. Son esos los tres años fundacionales donde el acompañamiento institucional por dieciocho meses está a cargo de una Comisión Tripartita[1] mientras que para la definición del rumbo académico el testigo pasa del Director designado por el Rector: Dr. Gerardo Trejos Salas (q.D.g.) , al primer Director electo: el MsC. Roberto de la Ossa Thompson. En 1976 tiene lugar la primera elección interna de las autoridades académicas de la Escuela y el MsC. Roberto de la Osa supera a la Dra. Marina Volio Brenes en el debate sobre el liderazgo de la nueva Escuela de Relaciones Internacionales. Por mucho, el MsC de la Ossa Thompson, quizás de los pocos especialistas en el país en el campo de las relaciones internacionales participa en la génesis de la creación de la Escuela junto a otros no menos inquietos intelectuales como don Alfredo Vargas Fernández, José Néstor Mourelo, don Enrique Gutiérrez, don Edgar Ugalde, la mayoría sin estudios especializados en las relaciones internacionales, pero que hicieron enormes contribuciones desde su experiencia diplomática y otros como don Armando Jobet, que funda la Revista de Relaciones Internacionales y don Francisco Rojas Aravena que aporta las primeras investigaciones académicas sobre la política exterior de Costa Rica, estos últimos, fueron parte de la diáspora de intelectuales chilenos que es acogida en Costa Rica tras el cruento golpe de Estado al Gobierno del Presidente Allende.
Es la Escuela de Relaciones Internacionales la llamada a cumplir el doble propósito de contribuir al desarrollo de la profesionalización de la diplomacia costarricense, pero con mucho mayor énfasis a llenar un espacio en el campo disciplinario que es germinal en todo sentido. Para entonces, no existen en el país, especialistas en Relaciones Internacionales, tanto en el campo de la teoría, como de la disciplina que es la tarea urgente y necesaria que se vislumbra en los años fundacionales de la Escuela. Por sus aulas han pasado, sociólogos, economistas, historiadores, filósofos y Expresidentes de la República, lo mismo que ex cancilleres, que han dado lecciones trascendentes para la formación de nuestros estudiantes.
De la mano de don Roberto de la Ossa Thompson quien llego a ser electo Director en tres oportunidades se formaron los primeros graduados en el campo de las Relaciones Internacionales en el país, y a ellos se unieron otros que venían de formarse con un altísimo nivel de universidades de América Latina, norteamericanas y europeas, destacan don Jorge Corrales Ulloa (q.D.g.) don Miguel Cuadra Solís, Doña Thais Córdoba Ramírez, don Jorge Cáceres, y don Rodrigo Carreras. Todos ellos fueron conformado el núcleo intelectual que fue capaz de forjar los primeros veinticinco años de la Escuela. En ese marco de experiencias son Directores el Licenciado Farid Ayales Esna, el Dr. Mayrand Rios Barboza, ambos reelectos en dos ocasiones y el Dr. Alvaro López Mora. Con ellos, han sido muchos y extraordinarios los aportes académicos y científicos de personalidades de la academia latinoamericana, europea y norteamericana que han sido parte de conferencias, publicaciones e investigaciones en el campo de las relaciones internacionales.
En la primera mitad de su recorrido actual, la escuela modifica el diseño curricular y lo actualiza, se crea el primer programa de posgrado, se consolida la Revista de Relaciones Internacionales y se expande la vinculación de la Escuela con el país, al punto de que organiza el Primer Congreso Mundial de Derechos Humanos en 1982. Para fines del siglo XX se han titulado cerca de un millar de bachilleres, 85 son Licenciados y 15 poseen una maestría en Relaciones Internacionales. La creación del Instituto del Servicio Exterior Manuel María Peralta en fruto de la creatividad, ingenio y gestión de académicos de la Escuela de Relaciones Internacionales como don Roberto de la Ossa, el Dr. Colón Bermúdez Coward y Lic. José Néstor Mourelo Aguilar, hecho que contrasta con el indiscutible aporte de la Escuela en la Comisión especial presidencial para analizar la situación del Servicio Diplomático y Consular de la Republica, todos estos son hitos importantes de su legado al país.
Los siguientes veinticinco años fueron más desafiantes en virtud de los contextos regionales y globales que influenciaron los estudios de las Relaciones Internacionales, la llegada de nuevos docentes con posgrados y el estudio a nivel de Doctorado en el exterior determinaron el marco interdisciplinario de la Escuela y el debate académico se centró en la oferta de formación tanto por su atinencia como su pertinencia, dado que así lo exigía el proceso de transformaciones que la Universidad Nacional había experimentado de cara a su compromiso con la sociedad en el nuevo milenio.
De don Adrián Moya Córdoba, a don Alexander López Ramírez, de don Max Suarez Ulloa, a don Carlos Cascante Segura y de doña Rosemary Hernández Pereira a don Marco Vinicio Méndez Coto, los más recientes Directores de la Escuela de Relaciones Internacionales, han constituido un liderazgo de relevo, que intenta habitar el futuro. Es decir, poner la mirada en el desarrollo de la sociedad contemporánea, donde la revolución científica y tecnológica ha logrado alcanzar junto a la globalización económica su máximo nivel de exigencia tanto para el ejercicio disciplinar, como para el rol en el proceso de enseñanza de las relaciones Internacionales del nuevo siglo. Nuevos diseños curriculares, la meta de la acreditación y la creación de la carrera de Comercio y Negocios, son los hitos más significativos del nuevo tiempo que vive la Escuela.
En los últimos diez años, la Escuela de Relaciones Internacionales ha logrado posicionarse como centro de pensamiento para el desarrollo de científicos sociales especializados en las Relaciones Internacionales, se ha consolidado el nivel de maestría en su comunidad docente y avanza el plan de relevo con la ampliación de la base doctoral de su academia, comprometida con la innovación tanto en sus procesos de enseñanza-aprendizaje, como el vínculo con la sociedad costarricense, que se fortalece mediante las alianzas estratégicas con el sector público y privado. En este último aspecto su carrera de Comercio y Negocios concentra la mayor comunidad estudiantil de la Escuela y expresa de un modo convincente el rol influyente que tiene en el ámbito de la economía, la producción, el empleo y el desarrollo de comercio mundial. Aparejado con este éxito sin precedentes, la Escuela le aporta al país una vasta cantera de especialistas en Cooperación Internacional y un nutrido ámbito de pensadores e investigadores en la disciplina que abren una nueva ventana de oportunidades hacia la internacionalización. Hoy nuestra actividad académica comienza abrirse paso de la mano de las redes de investigación en América Latina y Europa, primordialmente, pero que también se abre camino en Asia y la región Indo-Pacifica.
La Escuela de Relaciones Internacionales a sus cincuenta años de fundación, experimenta un cambio generacional determinante y la profundización de los estudios internacionales institucionalizados, cuenta con la diversidad de su posgrado y trabaja en el diseño de su propuesta doctoral. Es cada vez más un centro de pensamiento, que se apoya en la investigación, y se proyecta en la extensión, pero académicamente está obligada a un arduo proceso de cambio en su proceso de enseñanza-aprendizaje, donde la internacionalización de su oferta académica, una gradual y consistente virtualización tengan un impacto decisivo en la materialización de las metas del próximo medio siglo.
Costa Rica en 1973, se conectó al mundo de manera impresionante, pero también se adaptó al cambio de época en la diplomacia del siglo XX, se comprometió y cumplió con tener una Escuela de Relaciones Internacionales a la altura del tercer milenio y en un periodo corto de cincuenta años ha apuntalado un espacio irreductible para la enseñanza, la investigación y el desarrollo del país en los ámbitos de la política exterior y la cooperación, que se expanden también mediante su política comercial y tecnológica. Con fundamento en lo realizado hasta el año 2023 su comunidad académica, administrativa y estudiantil ponen la mirada en el porvenir, porque donde la Utopía se mueve dos pasos, también lo hace la Escuela, lo importante al fin y al cabo no es la meta, sino el viaje que hemos emprendido.
[1] Presidida por el Padre Benjamín Núñez en su calidad de Rector de la Universidad Nacional, el Dr. Bernd Niehaus Quesada, el Licenciado Juan Arias y el Licenciado Miguel Tilles. En esta comisión destaca el trabajo del MsC Roberto de la Ossa Thompson quien es designado por el Rector para coordinar los trabajos preliminares tendientes a la fundación de la Escuela.
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