Francisco Flores: Un ramo de olivo a quienes nos ofenden

Una rama de olivo es un símbolo mundial de la paz. En la antigua Roma y Grecia una corona de ramas de olivo era el premio más alto otorgado a los ciudadanos, así como el premio más alto en los Juegos Olímpicos.

Francisco Javier Flores Zúñiga, Relaciones Internacionales.

Leo del texto de Lucas, el médico evangelista, las palabras de Jesús. “Pero a ustedes que me escuchan les digo: Amen a sus enemigos, hagan bien a quienes los odian, 28 bendigan a quienes los maldicen, oren por quienes los maltratan. 29 Si alguien te pega en una mejilla, vuélvele también la otra. Si alguien te quita la camisa, no le impidas que se lleve también la capa. 30 Dale a todo el que te pida y, si alguien se lleva lo que es tuyo, no se lo reclames. 31 Traten a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes. Lucas 6:27-36 Nueva Versión Internacional.

Este verso luminoso, me permite recordar unas palabras que don Pepe escribiera a propósito de los embates de la guerra y la política, de los cuales salió siempre victorioso, porque en ellos ofrecía a sus adversarios un ramo de olivo. En la antigüedad la rama de olivo era el símbolo de la paz, y se usaba como una oferta de paz a ejércitos enemigos y los que eran vencidos, y pedían paz, cargaban ramas de olivo en sus manos.

Estamos a treinta días o menos de elegir entre dos fuerzas completamente opuestas, y sin embargo iguales, en su cuota de mujeres y hombres costarricenses que aman el país por encima de toda vanidad, orgullo e interés personal. Se aproxima la hora de que el pueblo soberanamente se pronuncie sobre su destino y que defina con claridad la Costa Rica que vendrá en el año uno de su bicentenario.

No conozco al Ingeniero José María Figueres Olsen, en persona, no soy parte de su equipo de campaña, pero soy liberacionista desde 1980. Tampoco conozco al Doctor Rodrigo Chaves Robles y no soy parte de su campaña, ni soy partidario del Partido Progreso Social Democrático. Respeto la voluntad de los costarricenses de la que fui parte al ejercer mi voto en la primera ronda electoral. Escribí muy temprano un artículo sobre mi voluntad de apoyar en la segunda ronda la propuesta de don José María y aunque en mi familia haya diferencias de opinión al respecto, la voluntad de la mayoría de ellos es coincidente: debemos ejercer el sufragio como un acto de responsabilidad con el país que amamos.

He cultivado siempre mi derecho a expresarme, como lo hacen los habitantes de un país, donde más de un siglo y medio de educación pública y desarrollo cultural han hecho posible disponer de un dique para contener los desbordes emocionales y las pasiones extremas que suelen levantarse cuando el miedo y la división amenazan nuestra existencia. Tenemos dos interrupciones del orden constitucional en el siglo XX, pero una línea continua de fe en el orden democrático e institucional que cumple casi cien años.   Sobre ambos desarrollos:  la unión y la cultura, hemos levantado un país donde ambos han sido la fragua que une el pasado y proyecta el porvenir de Costa Rica.

Si alguien quiere merecer el favor de los costarricenses, para asumir el difícil y desafiante oficio de Presidente de la República, tiene que entender que su ascenso no puede estar fundado en la ausencia de sabiduría o en el desconocimiento de los valores que identifican lo mejor de nuestro pueblo. Siempre tendremos diferencias, eso natural y perfecto, siempre habrá que elegir entre opciones distintas, esas son las reglas, pero lo que no se puede hacer, es escalar sobre un resentimiento aupado por la desesperación, o lo que es peor, conducido por la irracionalidad de quienes sintiéndose excluidos, descalifiquen a otros para poder concretar sus aspiraciones.

Quien desee resultar electo, debe antes de conocer la voluntad del pueblo, promover la concordia, establecer vínculos, construir puentes, elevar el valor civil de la palabra y acometer la indispensable empresa de no abrir heridas profundas en el alma nacional.  Sumar a su causa política la voluntad expresa de respetar, al contrario, y reconocer en su adversario a otro costarricense con similares esperanzas de servicio y compromiso, para fundar un gobierno donde todos los habitantes de este pequeño país estén representados.

El dilema nacional es escoger un gobierno que tenga presente, que gobernar no es un acto individual, sino colectivo, y que elegir, es decantarnos por aquella opción que derive condiciones para la realización plena de la justicia en libertad.  El pueblo costarricense, en todo caso tiene la capacidad para advertir los derroteros que no son seguros, y las visiones que no le son propias. El pueblo sabe cuándo delibera con plena conciencia de su responsabilidad, que más valen la unión y la cultura para corregir, rectificar y enderezar nuestro destino, que el odio a nuestros semejantes y la ofensa cruel e injustificada sobre todo aquel que piensa diferente.

Propongo que todos saquemos de nuestra generosidad infinita la fuerza para ejercer el verso bíblico del Evangelista Lucas, y que ofrezcamos un ramo de olivo a todo aquel que nos ofenda. Solo así llegaremos al anochecer del 3 de abril, unidos y cobijados por nuestra única bandera nacional, la cual confirmará en nosotros, el deseo compartido de que vivan siempre el trabajo y la paz.

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