Fraser Pirie: A los 75 años de la Guerra Civil

Esta era la suerte de bandidos que operaban en el gobierno de Costa Rica. Juan José Tavío y Silva, el cubano inspector de policía, que amedrantaba a la población civil y Áureo Morales Vindas, un criminal que solo inspiraba terror porque mataba al que se le ponía en su camino. El general Modesto Soto también se inspiraba en estos dos sujetos: robaba y mataba a quien caía en sus manos.  

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Fraser Pirie Robson.

Hoy, 19 de marzo cumplimos 75 años de la terrible guerra civil que enlutó nuestra patria. Hermanos en contra de hermanos y primos contra primos, los jóvenes no aguantaron tanto las políticas del gobierno de Teodoro Picado, sino el maltrato físico de los militares y los policías.

Lic. Isaac Ortiz, Óscar Esquivel, Juan Bautista Solano, Fernando Runnebaum, Alfonso Fernández, Federico Monge y Franco Gutiérrez en la Junta de Gobierno de la ciudad de Cartago. 1948.

La noche del 20 de julio de 1947

La profesora Margarita Méndez Arias de Soto cuenta como en esa época y siguiendo una costumbre de muchos años, en que las diversiones en la ciudad eran escasas, por las noches, con el fin de echarles por lo menos una miradita a los galanes que a las jóvenes gustaban y ellos recíprocamente a ellas, por supuesto, se solía ir después de la retreta o del cine a la Avenida del Comercio, y frente al costado sur del Mercado, en forma ordenada hacíamos un desfile que nos divertía mucho.  Una fila de jóvenes varones caminaba de este a oeste y por el frente o mejor dicho al lado en la misma avenida, la otra fila de mujeres lo hacía de oeste a este. Al llegar a la esquina se giraba, de tal suerte que formaban lo que se llamaba la rueda.  Había que estar alerta para ver al muchacho que nos gustaba cuando pasaba al frente a fin de lanzarle con coquetería una mirada que persistía hasta perderlo de vista; como él correspondía en la misma forma a esto le llamábamos “dar cuerda”.

A la izquierda la maestra de música la niña Aída González de Peña y a la derecha la niña Margarita Méndez de Soto y al frente su hija Ana Zulay Soto Méndez y demás compañeritos del Kínder de la Escuela Winston Churchill de Cartago. 1948.

—El 20 de julio del 47, por la noche muchas personas se arriesgaron a ir a la “rueda” a pesar de haber sabido de los desmanes de la policía contra hombres, mujeres y niños, cuando fueron golpeados los jóvenes Franco Alvarenga B. y Joaquín (Piquín) Garro J. la noche anterior por policías.

—Los ciudadanos más distinguidos de la sociedad cartaginesa se reunieron como era su costumbre, para conversar, en la esquina del Salón París, frente a la cantina del señor Frías y en la avenida donde se acostumbraba a hacer la “rueda”, cuando de pronto una voz fuerte rasgó el aire con un ¡Viva Otilio Ulate!  Como si esa fuera la señal que esperaban, de los vagones del Ferrocarril, del Parque Jesús Jiménez, del Cuartel, de las Ruinas de la Parroquia y de todas partes surgieron los policías con sus ametralladoras mandando ráfagas a diestra y siniestra y salió a relucir la cincha que se ensañó contra los ciudadanos más distinguidos como el Lic. Fernando Volio Sancho, que era el Presidente del Congreso, su hijo del mismo nombre, quien salió en defensa de su padre y resultó con el cráneo fracturado, el Lic. Agustín Monge, el magistrado Jacobo Murillo, el Lic. Jorge Luis Villanueva, el Dr. Vesalio Guzmán, (quien fuera Benemérito de la Patria), Bruce Masís, el Ing. Alfredo Volio M. y otros honorables ciudadanos más a quienes persiguieron hasta el hospital adonde iban para ser tratados.

No se salvó la Institución del salvajismo policial pues fue también atacada a metralla limpia y bombas lacrimógenas, sembrando el pánico y el terror entre los enfermos, las monjas y los doctores que estaban atendiendo a los heridos, así como a los pacientes en general.  Ahí la confusión fue terrible y el dolor provocado fue mayor. Al enterarnos de lo ocurrido esa noche, sentimos pasos de animal grande.  La cosa iba en serio.  Ya no era solo toyotonas cargadas de militares encañonando con sus rifles a la gente que caminaba pacíficamente por las aceras.

Después de esa noche sangrienta, los jóvenes de Cartago desaparecían, pero nadie preguntaba adónde, porque todos sabían que pasaban por los cafetales de El Molino, y luego aparecían en los cerros de La Lucha.

La misión de Monseñor Sanabria:

El militar de quepis de pie sobre el auto podría ser el temido cubano Juan José Tavío y Silva. Nótese a las señoras y niñas descalzas que acompañan a Monseñor Víctor Manuel Sanabria Martínez, segundo Arzobispo de San José (1898- 1952).

En un intento por atraer nuevamente la paz a nuestro país, Monseñor Víctor Sanabria desea viajar hasta El Empalme donde se encontraban las fuerzas armadas, con la intención de llegar a un acuerdo político entre las partes.  Como tiene a don Otilio Ulate refugiado en el Palacio Arzobispal, antes de salir le solicita a don Eduardo Mora Valverde, del Partido Vanguardia, un destacamento para proteger el Palacio. Para Monseñor, los vanguardistas eran hombres confiables. No lo era así la policía bajo el mando del siniestro Juan José Tavío y Silva, pistolero enviado por el dictador cubano Fulgencio Batista.

Fue así como bajo la sana protección de los partidarios de Vanguardia Popular, sale la comitiva en dirección a La Sierra. El peligro constante proviene de los rumores que corrían en la capital sobre el hecho que el propio Tavío quería asesinar a Monseñor.   Tavío era una figura tenebrosa que de igual forma atacaba a oposicionistas como a Vanguardistas. Se rumoraba que inclusive cobraba sumas hasta de diez mil colones para sacar a rebeldes de la cárcel del Bellavista.  Este hombre también fue instrumental en el asesinato del Dr. Valverde Vega.

El sábado 3 de abril de 1948, después de pasar el primer retén gobiernista, la pequeña caravana avanza sobre la ruta entre La Sierra y El Empalme.  En este lugar es interceptada por un ingeniero Castillo quien les informa que la policía de Tavío está escondida dos cerritos más adelante, con la intención de emboscarlos para efectuar el temible atentado. Ante esta situación, don Eduardo Mora llama a todos los vanguardistas que iban con ellos y al frente de destacados militares y oficiales, les ordena disparar contra la policía nacional, si hubiera algún peligro serio contra el convoy.  Tavío se acerca hacia ellos y ante su conocida y siniestra maniobra, Monseñor se cubre con la bandera del Vaticano para llamarle fuertemente la atención.  La caravana logra continuar hasta llegar a El Empalme y luego se dirigen a Santa María de Dota donde son rápidamente conducidos por Martén a una reunión con don Pepe Figueres.  Mientras tanto, inmediatamente después de haber pasado la comitiva, las fuerzas del gobierno atacan de nuevo a las fuerzas figueristas de Frank Marshall, destacadas en El Empalme, hiriendo de muerte a los oficiales Marcelino Jiménez y Carlos Luis Rojas.

Las negociaciones fracasan debido a que ellos sugerían colocar en la presidencia a un calderonista.  Después de este intento fallido, la comitiva regresa a las líneas gobiernistas y empieza el difícil retorno a Cartago. ¡De pronto se enfrentan con los jeeps de Tavío y la tensión sube a lo máximo, porque podría ser el momento decisivo!  De nuevo aparece Tavío detrás de ellos y en una peligrosa maniobra se coloca a la par del carro de Monseñor. Don Eduardo Mora ya había ordenado a los hombres de la seguridad disparar la pesada ametralladora si Tavío lograba intentar algo contra ellos. En eso van llegando a Tejar.

Nerviosos se bajan frente a la iglesia de Tejar con el fin de buscar refugio, cuando salta Tavío de su unidad y les estrecha la mano, como si nada hubiera pasado.  Monseñor estaba pálido del susto, ya que todos temían a Tavío. Que gran daño le hace Tavío a la causa del Gobierno de Picado y a Costa Rica en general. Todos lo detestaban en general, tanto Vanguardistas como oposicionistas.

Monseñor fue instrumental en la incorporación a la Constitución Política de las Garantías Sociales, así como del Código del Trabajo. Contribuyó eficazmente para que los costarricenses pudieran disfrutar de importantes beneficios como: vacaciones pagadas, seguro social, seguros de enfermedad, maternidad e invalidez, pago de cesantía y otras prestaciones laborales. Nuestro gran país le debe mucho a este valeroso y decidido costarricense que una vez arriesgó su vida en los cerros del Sur en búsqueda de una paz duradera para Costa Rica.

El general Modesto Soto

Entre algunas personas extranjeras que aparecieron de la nada, antes de la guerra civil de 1948, fue un nicaragüense llamado Modesto Soto. El mismo se autonombró general. Estaba ubicado en la hermosa ciudad de San Ramón de Alajuela. Cuando don Chico Orlich se lanzó en armas a tomar control de la ciudad, un fuerte contingente armado fue enviado desde San José, logrando controlar a los rebeldes.

El 22 de abril de 1948, con ráfagas de ametralladora y descargas de rifles al aire, este general de mil batallas preparaba su salida triunfal de la ciudad de San Ramón. En aproximadamente veintisiete camiones, cargó toda la mercadería que él y sus secuaces habían robado en las ciudades y pueblos aledaños. Al principio saqueaban los comercios de la oposición, para luego buscar botines en cualquier establecimiento. En San Ramón el pillaje fue inmenso.  Eventualmente la tropa de vehículos partió de San Ramón con su botín, vandalizando comercios en Esparza y toda la carretera hacia el norte rumbo a Nicaragua.

Liberia se encontraba en poder de la oposición, y la carretera obligadamente pasaba frente al cuartel. Una fuerte balacera del coronel Santos no logró frenar la caravana del pillaje. El general Modesto Soto llegó a la frontera con todo lo que había robado y desapareció en Nicaragua. Nunca se pudo explicar como un bandido llamado “general” Soto logró tomar el poder en San Ramón para dedicarse a robar y asaltar.

El coronel Áureo Morales

El coronel Áureo Morales Vindas de la República Dominicana, tenía sus antecedentes en gobiernos anteriores y era conocido en el medio.  Este coronel fue el que fue amarrado en San Isidro de El General, por Carlos Luis Fallas “Calufa,” para luego ser entregado a las autoridades.  Era un criminal de guerra.

En los últimos días antes de que los figueristas entraran a la ciudad de San José, Áureo Morales iba de oficina en oficina buscando información que le fuera de utilidad. Cuando la situación se tornó irremediable en la capital se dirigió muy armado al aeropuerto de La Sabana, donde había un avión lleno de armas y municiones que los vanguardistas resguardaban, con el fin de salir hacia la zona sur para seguir combatiendo. Morales Vindas asesina al guarda vanguardista y a punta de pistola obliga al piloto a levantar vuelo llevándose las municiones.

De camino asesina al ayudante del piloto y lo lanza al vacío.  Una hora después aterriza en Managua donde entrega el botín de guerra al gobierno de Somoza.

Esta era la suerte de bandidos que operaban en el gobierno de Costa Rica. Juan José Tavío y Silva, el cubano inspector de policía, que amedrentaba a la población civil y Áureo Morales Vindas, un criminal que solo inspiraba terror porque mataba al que se le ponía en su camino. El general Modesto Soto también se inspiraba en estos dos sujetos: robaba y mataba a quien caía en sus manos.

Dicen por ahí que el mismo Fidel ajustició a Tavío. Áureo se escapó de la justicia así como el general Soto quien huyó con su esposa, … ¡la generala!

Información detallada en el libro “Tiempos de héroes” del autor.

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