Fraser Pirie: El jardín de los duendes
Mañana, tal vez, voy a ver si los logro ver en el Jardín de los Duendes.
Fraser Pirie R.
Esa mañana de verano, en Agua Caliente, era un día muy especial, porque íbamos a buscar a los duendes. Ya teníamos informes, porque un chiquito dijo que él había visto un duende. Estábamos muy confiados en poder ver y, tal vez, hasta hablar con los duendes.
A eso de las 8:00 de la mañana salimos de la casa, que antes existía frente a la Escuela Juan Vásquez de Coronado, en Agua Caliente de Cartago. Pasamos por debajo del antiguo higuerón y seguimos para adentro por el callejón empedrado. Después de diez minutos llegamos al frente del antiguo beneficio con sus patios, y al frente, en la esquina, el galerón de la leña. El misterioso galerón era un edificio sin paredes, donde se dejaba secando la leña en grandes esquivas. A un lado estaba la antigua volanta que usaban los Troyo cuando viajaban a Cartago.
Al frente del galerón, el callejón doblaba al sur y frente al bambú, seguía bajando hasta pasar el famoso y muy antiguo puente que daba paso a un lote llamado El Espinal. La cuadrilla de los peones estaba en el cafetal llamado El Galerón, efectuando una poda a las matas de café que ya habían pasado por su ciclo y así se generaba nueva madera y a la vez una nueva cosecha de café en fruta.
Los patios de café en Agua Caliente 1928. Note las grandes matas de bambú detrás del Dr. Pirie. El galerón de la leña al fondo, a la derecha.
Del camino que bajaba al puente, hoy principal entrada a la hacienda, se tomaban unos pasos al este y ahí estaban las primeras matas de bambú. En total, eran cuatro manzanas totalmente de bambú amarillo. Nosotros entramos al bosque de bambú amarillo con mucho sigilo y cuidado para no asustar a los duendes. Caminamos casi en puntillas, para escondernos detrás de los matones y esperar pacientemente.
Según fue publicado hace muchos años en el periódico Excélsior de Costa Rica, el señor Rafael Troyo solicitó ayuda para traer bambú chino al país. Un año después llegaron dos chinos, con su largo cabello recogido en trenzas y con las preciadas matas de bambú. Llegaron a Cartago y sembraron las matas y luego partieron de nuevo. Las matas de Bambusa Vulgaris Vittata, o bambú pintado, florecieron en Agua Caliente. Curiosamente al inicio crecen despacio, porque la mata tiende a extender sus raíces en forma muy amplia antes de crecer verticalmente. A los años se fueron extendiendo los matones con ejes de 15 a 20 metros de alto.
Después del tiempo de los Troyo, que vendieron la finca en 1925, a la Sociedad Pirie & Pacheco la empezó a administrar. Cincuenta años después, mis hermanos decidieron seguir trabajando en Florencia de Turrialba. Yo tuve el recuerdo de mi padre, que en algún momento ya muy remoto, había dicho que si era necesario vender, se quedaran con Agua Caliente. Yo recordé esa premonición y tuve el honor de quedarme en Agua Caliente.
“Agua Caliente Coffee Company, Limitada” era su antiguo nombre, en las grandes historias de los pueblos, los lugares, y de las haciendas. En los años de 1970 la fábrica de cemento destruyó los cafetales y causó inmensos daños difíciles de cuantificar. En una ocasión, se logró vender las largas varillas de bambú a la bananera en Guápiles. El chapulín cargaba un viaje de bambú y subía a Cartago a la Estación de la Northern, en donde se cargaba un carro plataforma. De ahí hacía un recorrido a los llanos de la Zona Atlántica en donde sembraron un semillero cerca del cruce moderno a Río Frío en la finca denominada “La Alajuelense”.
Los puntales de bambú los usaron para apuntalar el banano en las plantaciones de banano. Con el dinero recibido, se pagaron las planillas de la finca durante ese período tan oscuro. Aun así, la finca quedó destruida por el cemento que tapó las hojas de la mata del café. De esa posible ruina, nació el moderno barrio de Cocorí, que reúne gente buena y trabajadora.
El bambú nunca se seca del todo y mantiene su hoja durante el año, pero ya vencida la hoja cae al suelo y va produciendo una suave cama por todo el piso. Al caminar encima se pasa a un mundo silencioso, salvo por los altos puntales que se mueven con la brisa. Al moverse los tallos con el viento, gruñen al retorcerse y parecen estar en dolor. ¡Pero sólo están saludando a quienes disfrutan de su sombra y misterio!
Cuando llegaron los duendes: Esa mañana el movimiento rítmico y la gran paz que rodeaba todo el bosque de bambú me dejó sonámbulo y al rato dormido entre las hojas secas. Fue ahí cuando llegaron los duendes. Claro, el primero que se animó en acercarse, me lanzó unas arenitas mágicas que hace dormir a un niño. ¡Por eso los niños se rascan los ojos antes de caer dormidos! No saben que el duende de las arenitas ha llegado. ¡Al caer en ese sueño, me brincó encima el primer duende y llamó al Rey de los Duendes y la Hada Madrina para ver que podían hacer para que se despertara y se fuera ese niño muy molesto, y muy dormido del jardín!
Unos pensaron que, tal vez, si una hormiga lo picara, eso lo despertaría. Otros empezaron a brincar en su espalda para ver si acaso así. Cuando por fin se despertó de ese corto sueño en el Jardín de los Duendes, fue porque don Augusto Araya, el mandador, lo alzaba.
“Yo vi un duende”, le contaba a don Augusto, quien se sonreía. Claro, don Augusto también sabía la verdad. El también había visto los duendes salir corriendo a esconderse debajo de las hojas secas y en las macollas del bambú. ¡De eso yo estaba seguro!
Aún quedan los matones de bambú, que fueron traídos desde la lejana China hace ya más de cien años. Los recuerdos inundan a quienes han vivido los años maravillosos, acá en el Valle Sagrado, en Agua Caliente de Cartago.
¡También los duendes recuerdan y se quedaron muy molestos porque al cortar el bosque de bambú, casi se termina el Jardín de los Duendes! Pero se mudaron de casa. ¡Don Augusto los vio salir caminando en fila india y se fueron! Decían que se fueron refunfuñando, pero el Rey de los Duendes ya tenía otro lugar visto.
Unos dijeron que se fueron para Tapantí, a los inmensos bosques montañosos. Pero yo sigo creyendo que los duendes se quedaron en un matón de bambú, cerca del río Agua Caliente, más allá del hormiguero de las zompopas.
Mañana, tal vez, voy a ver si los logro ver en el Jardín de los Duendes.
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