Fraser Pirie: El tesoro perdido de William Walker
Fraser Pirie Robson.
Muchos años después de la muerte de William Walker, surgió una leyenda urbana al explicar un tal Samuel Lyons, uno de los filibusteros que quedaron con vida, la siguiente historia:
“Por su valentía y pericia militar, Samuel Lyons llegó ser uno de los hombres de más confianza de Walker y fue uno de los cuatro oficiales que le ayudaron a enterrar su tesoro. Había cinco mulas cargadas de oro y plata en moneda acuñada y barras, junto con muchas riquezas, fruto del saqueo de iglesias, capillas y casas particulares. En una noche de luna, Walker y cuatro oficiales enterraron el tesoro debajo de un árbol grande, cerca de la cumbre de un cerro. Oí referir a Samuel que removieron las hojas del suelo antes de cavar el hoyo. Yo mismo tengo una idea bastante clara del lugar, pero Samuel lo conoce con exactitud y puede dar con él, aunque el árbol haya sido derribado. El tesoro fue enterrado muy poco antes de los dos últimos combates que dieron en tierra con las esperanzas de Walker”.

“El primero de estos combates ocurrió en la mañana siguiente de aquella excursioncita a la luz de la luna y en él fueron muertos dos de los oficiales que habían enterrado el tesoro. Después de este combate, el ejército-si así puede llamarse- de plátanos durante dos semanas y pasó muchos trabajos. Entonces se verificó el último combate, en el cual Walker, Samuel y los demás fueron hechos prisioneros. De los cuatro oficiales que acompañaron a Walker en el entierro del tesoro, de uno no se da cuenta; pero como no se supo más de él después del último combate, Samuel ha creído siempre que fue muerto en esta ocasión o fusilado con los prisioneros. Con seguridad no se hallaba entre los que milagrosamente escaparon con Samuel y que según creo, fueron los únicos que salieron con vida de la refriega. Si ha muerto, o, mejor dicho, si murió entonces, Samuel es el único que conoce el secreto. Los aficionados a lo maravillosopodrían declararse satisfechos con este precioso cuento de tesoro y sangre;
“Pero hay otro sobreviviente dotado de imaginación más robusta aún, que con la seriedad del caso corrige el relato anterior así:
“El que esto escribe sabe algo de ese tesoro y lo examinó personalmente. En vez de las cargas correspondientes a cinco mulas, había cinco toneladas. Es cosa bien sabida que el capítulo más horrible de esta guerra, la más horrible de todas las guerras, fue el incendio y saqueo de Granada por el general Henningsen, obedeciendo a órdenes de Walker, en noviembre de 1856. Las iglesias, que eran unas treinta é inmensamente ricas en objetos de plata y joyas, fueron sistemática y secretamente saqueadas, y este gran botín se ocultó en lugar seguro, a bordo de uno de los vapores del lago de Nicaragua, antes de que la ciudad condenada a muerte fuese entregada al saqueo”.
“El paradero de este inmenso tesoro fue un secreto y así lo consideraron los filibusteros en aquel tiempo. Valía millones. Para alejar sospechas acerca de su verdadero destino, Walker hizo circular el rumor de que lo había enviado a Nueva Orleans para ser vendido allí por cuenta de su gobierno y su producto empleado en la compra de material de guerra. El tesoro fue enterrado y, según me consta, el oficial a quien se le confió y que mandaba la escolta que lo custodiaba estaba vive ahora en San Bernardino, California”.
“Me ha referido éste, y a menudo hemos discutido el asunto, que, bajo la vigilancia personal de Walker, él y otros cuatro oficiales con unos veinte hombres enterraron el tesoro en la aldea de San Jorge, bajo el piso de la casa en que el botín estaba guardado con el mayor sigilo. Walker les exigió juramento solemne de que guardarían el secreto y los recompensó generosamente, prometiéndoles a todos futuras remuneraciones si cumplían fielmente su promesa de no revelar el sitio donde se hallaban los despojos de las iglesias de la ciudad incendiada”.
“Antes de un mes todos los que estaban en el secreto, menos el amigo que me ha dado estos informes y dos o tres de los oficiales que habían jurado, fueron enviados a una expedición fingida, acusados de deserción y perseguidos por una gran fuerza de caballería que Ios mató a todos por orden de Walker. Poco después…, en una terrible batalla librada en San Jorge el 16 de enero de 1857, el último de los que asistieron al entierro del tesoro, si se exceptúa a mi amigo de San Bernardino, fue muerto y en tal forma que mi informante se acabó de convencer de que a todos los habían matado por orden de Walker, y de que la intención de éste era llegar a ser el único dueño del secreto del tesoro oculto. Y aunque mi amigo era un oficial de confianza y fiel, a quien Walker estimaba en alto grado, el pronto y trágico fin de sus compañeros y participes en el terrible misterio, le causó tal impresión que desertó en el acto. Se llevó el secreto y todavía lo posee, y es el único hombre sobre la tierra que sabe dónde está escondido el botín de Granada, y sin embargo no lo sabe. ¿Por qué?”
“Por esto, porque el tesoro fue enterrado en diciembre (1856); en enero (1857) el enemigo se apoderó de San Jorge haciendo una marcha forzada; Walker se situó en Rivas, a tres millas de distancia, y durante los tres meses siguientes acabó totalmente con su ejército… ¡en vanos esfuerzos para recuperar la insignificante aldea que contenía aquella inmensa riqueza!”
“En los terribles conflictos que hubo con este motivo, la aldea fue completamente arrasada. Esto lo sabe bien el que suscribe, por haber pelearlo en todas esas luchas”.
De hecho, después del saqueo de Granada, los filibusteros partieron por el gran Lago de Nicaragua. No se tienen noticias de que lograron escaparse de Nicaragua, ya que más bien se unieron al rey de los filibusteros, …Guillermo Walker.
Sobradamente se puede estipular que Walker mandó a Byron Cole a inventariar haciendas y propiedades desde Granada a Juigalpa Chontales, así como de Granada a Rivas todo con el fin de confiscarlas y revenderlas. Una de las grandes islas en el lago fue vendido por 50,000 dólares/oro a un inversionista. Las armas, municiones, y pertrechos le eran enviados desde los estados sureños por ruta de Nueva Orleans y otros, pero no fueron necesariamente comprados, sino más bien donados por sus simpatizantes esclavistas.
El resultado final, el botín del pillaje y robo, nunca se esclareció.
Historia de los filibusteros. James Jeffrey Roche.
Imprenta Nacional. 1908. Procedencia original: Universidad de Texas.
Comentarios