Fraser Pirie Robson.
Conscientes de la espiral de violencia que se estaba viviendo y generado por los hombres, un grupo de heroicas señoras se reúnen para ver qué pueden hacer. Las señoras Cristina de Esquivel, viuda del Expresidente don Ascensión Esquivel; María Teresa Obregón de Dengo, madre de Jorge Manuel Dengo; Rosario de Facio, madre de Rodrigo Facio; Aurelia de Ross, una anciana, viuda de Víctor Ross, quien fuera un empresario de gran influencia y prestigio en el país y la maestra de escuela Etilma de Romero. Con ellas las jóvenes Emma Gamboa, María del Rosario Quirós, Margarita Baudrit, Victoria Garrón, y Clarisa Mora. Nunca las mujeres se habían manifestado tan públicamente. Tías, hermanas, hijas con sus madres y abuelas, todas van a desfilar. ¡Los hombres no encontraban una solución viable al conflicto, por lo que las mujeres se empeñaban en buscan la salida correcta! En la siguiente fotografía las vemos desfilando pacíficamente por las calles de San José y Cartago.
Las mujeres deciden efectuar una marcha hacia la Casa Presidencial, a un costado del Parque Nacional, en donde hoy se ubica el Tribunal Supremo de Elecciones. A este sitio llegaron desfilando en búsqueda de paz, las mujeres del 2 de agosto de 1947.
Esta es una antigua foto, quizás un poco dañada por el paso del tiempo, de un nutrido grupo de señoras que con mucha determinación y empeño avanzan para cumplir su cometido. Fueron auténticas heroínas, que al despojarse de sus temores salieron a la calle a defender el derecho a la paz y de la libertad.
Estas pinceladas dan una idea de cómo la mujer costarricense aportó con sus actos y presencia a la vida nacional, a la vida política, al dar pasos seguros y firmes en búsqueda de la paz social. Ni Tavío ni las fuerzas gobiernistas, las pudieron sacudir como se pretendía hacer. Las mujeres de Costa Rica dieron un gran paso ese recordado 2 de agosto de 1947. Era el día de la amada Virgen de los Ángeles, patrona nacional.
La marcha se desarrolló de la siguiente manera: Las mujeres del 2 de agosto, ante la indiferencia de las autoridades y la ausencia del apoyo de la policía, dirigen un comunicado al gobierno, en el cual indican que van a marchar solas hasta la Casa Presidencial. Las mujeres primero asisten a una misa de rogación, y luego empiezan a desfilar hasta la Casa Presidencial. Vestidas de negro, pero cada una con una banderita blanca en sus manos desfilan pidiendo la paz, la tranquilidad y la justicia para su amada Costa Rica. Dirigidas por la afamada doña Emma Gamboa, cientos de damas y jóvenes desfilaron la mañana del domingo 2 de agosto de 1947. Una joven llamada María Felicia Quirós va de primera, portando el Pabellón Nacional, por lo que sería conocida como “la Abanderada”.

El nutrido grupo de mujeres desfila hasta la Casa Presidencial, pero desafortunadamente no son atendidas por el Presidente Picado, por lo que se retiran a reunirse en el Parque Nacional. Después de horas de espera, Picado las atiende por una ventanilla para luego burlarse de ellas, diciéndoles que tal vez, la Virgen de los Ángeles les podría hacer el milagro, por ser ese 2 de agosto el día de la Virgen. Esto enardeció a los presentes. No sólo era una burla al esfuerzo patriótico de las mujeres, sino que también era un desplante a la Virgen.
Las naguas: Durante la tarde las señoras se agrupan en el costado oeste del Parque Nacional, lugar donde se conmemoran las Glorias Nacionales. Los comunistas y los gobiernistas les lanzan burlas y amenazas, pero ellas se mantienen firmes en su lucha. Los comunistas están del lado del gobierno de Picado. Al caer la noche se retiran algunas señoras, en especial las abuelas mayores, que debido al cansancio ya no podrían permanecer en el sitio. Pero las demás se mantuvieron siempre erguidas frente a la bandera nacional.
Esa noche a las 11:30 pm, el coronel Enrique Alvarado Jiménez, conocido como Pencho Alvarado, comandante del Cuartel Bellavista, da la orden de cortar la luz eléctrica para dejarlas a ciegas. En ese momento de tanta angustia y temor llega al lugar don Hernán Pacheco Tinoco quien, montado en un yipón, apuntando con una ametralladora de alto calibre, les manda una ráfaga de disparos al aire, para luego gritarles en forma insolente:
—¡Vamos a ver qué hacen ahora, naguas meadas! Pero las mujeres valientes que estaban en el Parque Nacional, frente a la antigua Casa Presidencial, mantuvieron su temple y su dignidad y no se dejaron amedrentar. Entonces las atacan con cinchas, blackjacks y más amenazas, por lo cual algunas buscan refugio en las casas aledañas. Margarita de Guzmán declara al Diario de Costa Rica que fue golpeada por un soldado, pero no desistió a su meta. Otra opositora, Elena López Madrigal, señala que le dispararon al cuerpo y que para ella fue un milagro haber sobrevivido, después de haber sido alcanzada por la bala de un máuser. Ni el Presidente Picado, ni su hermano el general René Picado, dieron la orden de dispararles por lo que más bien, el señor presidente llegó a auxiliarlas ante semejante atropello. Aun así, todavía en el Parque Nacional resuenan las carcajadas de los militares burlándose de las patrióticas mujeres del 2 de agosto.
Los del Gobierno no sabían cómo manejar esta situación, donde son sus madres, hermanas, quizás hasta primas las que se están enfrentándoles. La lucha no fue en balde pues esa misma noche, el Gobierno de Picado ofrece las garantías exigidas para efectuar una contienda electoral más justa. De una manera serena y muy propia de las grandes damas de ese tiempo, sin insultar o maltratar, empezó a dársele una solución viable y pacífica a un problema político que parecía imposible de resolver. No eran activistas, ni revolucionarias. En forma firme pero pausada, dieron un gran ejemplo y paso en pro de nuestra paz. Fueron las madres, las amas de casa, las hermanas y las estudiantes quienes encontraron una salida al enorme conflicto social que se vivía en ese momento. El Gobierno finalmente brinda a la ciudadanía las garantías que ellas supieron conquistar. Esta acción tan digna, heroica y patriótica, les hará merecedoras del derecho del voto.
Después de este hecho histórico, los diferentes partidos políticos que estaban absolutamente enfrentados aceptarían los resultados de la voluntad ciudadana en las venideras elecciones de 1948. Además, es muy importante recalcar que el ejército y la policía quedarían a la orden del nuevo Presidente electo. Este acuerdo es absolutamente transcendental, porque después de tanto dolor y sufrimiento se declara una tregua política en nuestro país.

El atentado al Dr. Carlos Luis Valverde Vega
Nació en la ciudad de San Ramón el 10 de abril de 1903. Se gradúa en la Universidad de París como médico cirujano. Fue un distinguido miembro del Colegio de Médicos y Cirujanos de Costa Rica, así como fundador de la Unión Médica Nacional.
El 1º de marzo de 1948, mientras se realizaba la sesión del Congreso, donde se dieron por nulas las elecciones, el Gobierno mandó a vigilar la casa del Dr. Carlos Luis Valverde Vega, miembro de la oposición, que estaba ubicada en el Paseo Colón, Barrio Don Bosco y era el centro de operaciones del Partido Unión Nacional

¡El coronel Diego López Roig, director general de la policía, dio las órdenes de capturar a Ulate y sus allegados!
Don José Figueres ya se había retirado, y a don Otilio Ulate Blanco lo condujeron por la puerta de atrás a otra casa en donde lo escondieron. La policía rodeó la casa del doctor, quien salió con un pañuelo blanco en la mano que de nada le valió porque inmediatamente comenzó un tiroteo en el que resultó herido de muerte por un tiro de carabina. En este enfrentamiento también murieron dos policías: Adilio González y José Alberto Chaves. Uno de los responsables de este terrible atentado fue José Tavío y Silva, figura tenebrosa, temida y prepotente del régimen de Picado, que estaba al mando de las fuerzas del Gobierno en ese operativo.
Ante tales hechos, don Alfredo Echandi Jiménez, intercede ante Diego López Roig para que no maten a don Mario Echandi y a don Otilio Ulate. ¡Bueno es que Diego López Roig era casado con su hija! Ese lazo familiar fue lo que probablemente los salvó.
El Dr. Valverde murió en San José el 3 de marzo de 1948, a la edad de 45 años. Fallece a pesar de los esfuerzos por salvarlo dos días después de haber sido baleado y de haberse desangrado por varias horas en su casa de habitación. Los gobiernistas no permitieron su traslado inmediato al hospital San Juan de Dios, a solo unas pocas cuadras de su casa, y donde él era el jefe de cirujanos. Esto sucedió en los días previos al inicio de la revolución. Fue una época tenebrosa y oscura.
Este trágico hecho consternó a la opinión pública y terminó de encender los ánimos, ya que el Dr. Valverde gozaba del cariño y la admiración de sus conciudadanos. Fue tan serio, que algunas personas especulaban que al Gobierno lo que realmente le interesaba era capturar al candidato electo y a la alta dirección del su Partido. De hecho, Ulate fue apresado al día siguiente e ingresado a la Penitenciaria.
En honor de este distinguido médico, un cantón de la Provincia de Alajuela lleva sus apellidos (Valverde Vega) y el Hospital de su ciudad natal -inaugurado en 1955- también lleva su nombre, por acuerdo de la Junta de Protección Social de la localidad, del 5 de julio de 1953. En honor a su mérito patriótico la Asamblea Nacional Constituyente le confirió el título de Benemérito de la Patria por decreto No. 5 del 3 de marzo de 1949.
Las elecciones presidenciales de 1948
Las elecciones presidenciales de Costa Rica de 1948 se realizaron el domingo 8 de febrero de 1948. Los dos candidatos principales fueron Otilio Ulate Blanco candidato de la oposición y el Dr. Rafael Ángel Calderón Guardia, candidato oficialista. Calderón Guardia contaba con el apoyo del Republicano Nacional y el del Partido Comunista Costarricense. Forman el Bloque de la Victoria.
Los principales partidos de oposición; el Partido Demócrata, el Partido Unión Nacional y el Partido Social Demócrata celebran una convención conjunta para escoger un candidato único. Los precandidatos fueron Fernando Castro Cervantes, Otilio Ulate Blanco y José Figueres Ferrer. Figueres es eliminado en la primera ronda y con su apoyo gana Ulate en la votación final y definitiva. Figueres es nombrado jefe de acción y Mario Echandi secretario de la coalición.
Se crea por primera vez el Tribunal Nacional Electoral el cual se encarga de supervisar las elecciones y dar el veredicto de las votaciones, garantizando la transparencia y la limpieza en el sufragio. Pero el ambiente nacional es tremendamente tenso entre gobierno y oposición. Las juventudes de la coalición opositora se enfrentan violentamente a las brigadas de choque comunistas durante el debate de los presupuestos de los organismos electorales en la Asamblea Legislativa. La oposición asegura que no derogará las garantías sociales, mientras los calderonistas indican que deben ganar una vez más para consolidarlas permanentemente y que la oposición las derogará en caso de ganar las elecciones. Era una situación muy tensa y delicada.
La tensión incrementa e incluso grupos de la oposición se tornan subversivos. La provincia de Cartago, uno de los bastiones de la oposición, inicia una huelga general y una serie de sublevaciones sociales que obligan a Picado a remover al gobernador y a otros gobernantes locales. Además, la huelga de brazos caídos unos meses antes ha dejado como saldo numerosos muertos y múltiples rencillas personales.
En estos comicios del 8 de febrero de 1948, según el fallo del nuevo Tribunal Electoral, Ulate obtiene 54.931 votos y el doctor Calderón Guardia 44.438. Se declara a Ulate como vencedor. Pero, veinte días después de las elecciones, el 28 de febrero de 1948, el Tribunal Nacional Electoral emitió un nuevo fallo sobre los comicios con dos dictámenes: el de mayoría suscrito por los magistrados Gerardo Guzmán y José María Vargas, y el de minoría suscrito por el magistrado Max Koberg Bolandi.
Anulan los resultados: Finalmente, el Congreso, acogiéndose al fallo de minoría, se decide a favor de anular las elecciones, con un voto a favor de 27 diputados y otro en contra de 19 diputados. Curiosamente, el Congreso no anula las elecciones parlamentarias donde la coalición oficialista había salido favorecida. Solo anularon donde habían perdido. ¡En un acto sin precedentes, el 1° de marzo de 1948, a las dos de la tarde, el Congreso, convoca para conocer sobre el resultado de las elecciones del 8 de febrero y en ese mismo acto, ¡anula las elecciones nacionales!
Esto sucede mientras Juan José Tavío y Silva y sus hombres atacan la casa del Doctor Valverde Vega acabando con su vida. En su residencia que en el futuro sería la Embajada de España en el Paseo Colon, dos policías nacionales también mueren en la refriega. Algunos indican que Tavío llega a la casa acompañado por los cinco pelotones a su mando y el coronel Diego López Roig, ex mayor egresado de la Guardia Nacional de Nicaragua. Luego de someter a la familia, la casa fue ampliamente registrada y sus valores confiscados. Entre ellos dinero en efectivo, obras de arte, alhajas y licores.
Ulate se entrega: El 3 de marzo, luego de la muerte del Dr. Valverde Vega, Ulate se entrega a las autoridades, frente a dos embajadores ante nuestro país y Monseñor Sanabria. Ulate se había refugiado en la casa aledaña de don Gonzalo Jiménez Flores y sale de allí para entregarse. En esta entrega también están presentes los coroneles Amadeo Vargas y Áureo Morales Vindas. Al candidato electo en las urnas lo iban a matar o a encarcelar. Dicen que los dos coroneles tenían sus armas a mano y la tensión era muy evidente. En el acto también estaban presentes el coronel Diego López Roig, como director de la policía nacional, Víctor Manuel McLean, Claudio Fonseca Z. y Manuel Chamberlain.
Don Otilio, el candidato electo, es conducido a la Penitenciaria Central e inmediatamente es confinado en un calabozo. Luego llegaría el malintencionado Tavío a impresionar al director de la Penitenciaria, el mayor Célimo García Picado, para exigir que le entregara a Ulate.
—A este mono lo voy a llevar para cortarle la cabeza. Muerto el perro, muerta la rabia, habría dicho Tavío.
Su fin era liquidarlo. Pero el director se mantiene firme y no lo entrega. Más bien, les sale en bata, a altas horas de la noche, con una ametralladora en mano, listo para defender su cargo y a don Otilio. Tavío se retira con amenazas de muerte dirigidas a ese tal Célimo. ¡Le había salvado la vida a Ulate!
Finalmente, don Otilio es liberado y llevado al Palacio Arzobispal donde disfruta de su plena libertad luego de habérsele salvado su vida.
Esto fue el detonante final de tantos conflictos que se tornaron insoportables en el 48. Ya muchos jóvenes empezaban a despedirse de sus hogares para salir rumbo hacia La Lucha.
La cárcel del Bellavista: Un joven gritando en contra del gobierno es capturado y llevado al cuartel Bellavista, hoy el Museo Nacional de Costa Rica. El temible Tavío le informa que lo van a fusilar. La ronda cuando lo van a sacar es a las dos o tres de mañana. Llamaban un nombre y lo desaparecían. Si era de una familia más acomodada, le podrían cobrar hasta diez mil colones. Otros no tenían con que pagar.
Una noche lo sacan de la celda y lo colocan contra la pared para fusilarlo. ¡Era en serio! Van por la cuenta de dos, cuando el telegrafista sale corriendo y le informa a Tavío de un telegrama del presidente Picado, en donde le ha perdonado la vida. Tavío, con una cara de agresor fuera de control, lo insulta y le dice que si lo vuelve a ver, …ahí mismo lo tira.
El joven sale de la cárcel y corre hasta su hogar. Esa tarde desaparece de las calles de San José. Se ha ido a las montañas del sur.
La masacre: El miércoles 10 de marzo de 1948, don Rigoberto Pacheco Tinoco, se fue a investigar rumores de hombres alzados en armas en las montañas de San Cristóbal. En efecto, don Rigoberto Pacheco salió por San Miguel de Desamparados y con el fin de pedir direcciones, se baja frente a una casa cerca de la carretera, llamada La Guaria. Los hombres que estaban adentro de la pequeña vivienda escuchan el ruido de un motor y al abrir la puerta, se encuentran con unos hombres armados. Ambos grupos se volvieron a ver y sin palabras, cada uno se retiró por su lado. Pacheco se montó en su todoterreno y se fue de prisa de vuelta hacia hasta San José, donde efectivamente reportaría la presencia de hombres armados en los alrededores de la Sierra. Dicen que lo molestaron bastante, diciéndole que después le iba a tocar regresar a la montaña para traer a esos carajillos de las orejas.

Así fue cómo a la mañana siguiente, el jueves 11 de marzo de 1948, montados en un todoterreno salieron primero para Cartago y luego rumbo a la Sierra, el coronel Rigoberto Pacheco Tinoco, el coronel Carlos Brenes, bastante mal querido en Cartago, el capitán César Fernández, Luis Quinto Vaglio y un baqueano. Primero pasaron por Tejar de El Guarco para comprar una soga que, según ellos, les serviría para amarrar a Figueres y traerlo de vuelta a San José.
Posteriormente se demostró que, en esa ocasión, Pacheco ordenó a la Unidad Móvil del Gobierno esperar media hora antes de seguirlo en el todoterreno. En un tramo de la carretera se les unió una cazadora con trabajadores de la Mills -que iban a trabajar en la construcción de la carretera interamericana- así como un camión abierto con más gente de la Mills. Hasta donde se especula, el todoterreno iba adelante de esta curiosa caravana, con el fin de evitar el polvazal del camino de lastre. En el trayecto, también se especula, que los jóvenes de la Sierra, sin experiencia y en estado de exaltación, al ver el convoy compuesto por un todoterreno militar, un bus y un camión, imprevisiblemente empezaron a abrir fuego cruzado hacia la caravana dando por un hecho que eran tropas del Gobierno. Los trabajadores perdieron su vida inútilmente. Don Bruce Masís al ver que la caravana había pasado inadvertida, empezó a disparar alertando a sus compañeros.
Al empezar el nutrido fuego, el todoterreno se estrelló. El capitán Fernández y el baqueano murieron en la emboscada. Rigoberto Pacheco y César Brenes, junto con Luis Quinto Vaglio, lograron alcanzar una cuneta para refugiarse y con sus armas pesadas devolvieron el fuego. En medio de la balacera, el coronel Pacheco ordenó a Luis Quinto Vaglio volver a Cartago en busca de refuerzos. Brenes y Pacheco estaban heridos y se quedarían ahí. Vaglio se escurrió y saliendo hacia el Norte, cruzó la carretera para bajar por La Ventolera, llegando a Cartago dos días después. Otros relatos señalan que Pacheco y Brenes no quisieron esperar y emprendieron el regreso y llegaron a una casa solitaria.
Perro negro: ¡Al pedir ayuda fueron enfrentados por dos hombres armados! Pacheco fue ejecutado al instante. Al Capitán Brenes, llamado Perro Negro, lo culpaban por el asesinato de un familiar aquel terrible 13 febrero de 1944, cuatro años antes en Llano Grande de Cartago y en esta ocasión moría en una emboscada figuerista. Ese mismo día, el día que mataron a Perro Negro, se inicia la guerra civil que cobraría tantas vidas y marcaría para siempre la vida nacional.
Después de esta masacre también se encontraron los cuerpos de muchos trabajadores de la carretera, que equivocadamente se habían tildado de gobiernistas: ¡había estallado la guerra civil! La muerte por error de esos trabajadores nunca se ha hecho pública. Fueron traídos a Cartago en silencio, sin nunca saber ni siquiera, …como se llamaban.
El Dr. Calderón Guardia quedó consternado y muy dolido por la muerte de su buen amigo y compañero, Pacheco Tinoco y ante la terrible noticia de la muerte de don Rigoberto, el Partido Comunista Vanguardia Popular se militariza y junto con los calderonistas se van a la guerra contra los figueristas. La guerra había empezado.
La intolerancia política: Se pagaría con creces, enlutando a muchas familias. El odio caracterizó esa generación, pero dejó una valiosa lección a las futuras generaciones. Lo correcto y lo noble, lo hizo el hijo de don Pepe Figueres al día siguiente de perder las elecciones, al saludar al candidato opositor ante las cámaras de los noticieros como, … ¡señor Presidente!
Comentarios