Fraser Pirie: Un joven en Israel 1974

Al final de la tarde, el horizonte precioso de Costa Rica que no tiene límite visual me señala de nuevo, que no deja de ser el mejor país.

Fraser Pirie Robson.

Esta historia inicia en 1967, en donde arrecostado en un potrero frente al colegio estudiaba el inglés en el Canadá. Ese 7 de junio de 1967, mientras estudiaba para los exámenes finales, escuchábamos también las noticias por radio de transistores los avances informativos de la Guerra Árabe- Israelí.

La población judía en la gran ciudad de Toronto, entregaron diez millones de dólares al esfuerzo bélico. Para nosotros era una suma tan cuantiosa, al igual como inimaginable. Nosotros los jóvenes de ese tiempo apoyábamos a los israelitas, porque nos podíamos identificar más ampliamente con ellos. En cambio, los árabes utilizaban armamentos rusos, y parecía ser una lucha entre Estados Unidos que apoyaba a Israel y Rusia que pertrechaba a los árabes. Para un joven de dieciséis años, era fácil identificar al bueno y al malo. Esa misma disyuntiva se observa hoy con los que apoyan la guerra malsana de Rusia y quienes la adversan en defensa de su patria.

En 1974, una persona de mi familia mayor no estaba de acuerdo con la joven con quien yo quería compartir mi vida. Entonces me mandaron a pasear para que lo pensara bastante. Al final de mi peregrinaje en Israel, tenía claro mi propio horizonte y plan de vida.

Llegada a Israel: Antes de abordar el vuelo que me llevaría a Tel Aviv, un inspector de seguridad muy molesto de la línea aérea El Al, me indagó la razón por querer visitar a Israel. Me mandó un insulto en árabe que, como no entendía, no me llegó. Luego, en la sala de espera me llevaron a un cuarto aparte y me registraron cuidadosamente. Por ejemplo, mi jacket la aplanaron contra la pared, para ver si había algo de peligro. En el vuelo algunos pasajeros mayores me observaban, quizás pensando si iba en Aliyah o en una búsqueda personal. ¿Que habrá pasado por su imaginario?

Al salir de la aduana en Tel Aviv había una cantidad inmensa de personas esperando abalanzadas sobre las puertas. Al caminar entre el desorden de la multitud un taxista me recogió. Pensé que tendría que haber sido un sargento de la fuerza militar por sus grandes bigotes. Él también se extrañó que yo fuera a Jerusalén. Pero en ese tiempo, todos querían subir a Jerusalén. La eterna ciudad se había abierto y llegaban los peregrinos.

Aliyah: Al empezar a salir del aeropuerto viajamos por los caminos vecinales, pasando frente a las casas. La gente estaba afuera de sus casas, todos vestidos en pantalón corto. Entendí luego que eran inmigrantes sefardíes, que llegaban a Israel en el Aliyah, o migración final, sin pertenencias personales, pero con la increíble promesa de iniciar la aventura de una nueva vida.

Fuerte Tegart: Al no más salir de la ciudad, el sargento taxista me señaló la antigua frontera jordana, en donde se apreciaba una torre de piedra, un bastión militar, llamados fortines Tegart. La distancia entre esa frontera jordana y el mar era de apenas 13 kilómetros en el punto más angosto.  Con poco, la naciente nación podría ser cortada en dos.

La misma fortaleza de Latrún, …hoy un monumento histórico.

Bab el Wad: Al ascender hacia Jerusalén se ha de subir una montaña por la hoy antigua carretera llamada el Bab el Wad. El sargento me señalaba a la izquierda los camiones y vehículos quemados por los insurgentes árabes o fedayín que hoy han quedado como una reliquia, un recuerdo de la lucha por Jerusalén.

El presidente Gamal Abdel Nasser: El 14 de octubre de 1956 Nasser dejó clara su intención:

—No estoy luchando únicamente contra el propio Israel. Mi tarea es liberar al mundo árabe de la destrucción a través de la intriga de Israel, que tiene sus raíces en el extranjero. ¡Nuestro odio es muy fuerte! No tiene sentido hablar de paz con Israel. Ni siquiera hay el lugar más pequeño para las negociaciones.

Fedayín a la espera de un convoy israelita en Bab el Wad, 1948. Si los capturaban la muerte era segura y el resto un botín.

Han destruido un camión blindado. Hoy quedan los restos de los vehículos al lado del camino como testigos mudos de lo que un día sucedió.

Ante los continuos ataques y emboscadas, resultaba imposible enviar suministros, comidas, medicina, y armamentos a la zona hebrea de Jerusalén. Pero algún religioso recordó una hazaña bíblica en donde pudieron ascender a la ciudad por un sendero de cabras. Entonces trajeron equipo y cortaron una nueva trocha y lograron su cometido.

In berra: La innovación y el coraje de los nuevos israelitas, lo suman ellos con las palabras: “in berra”, sin alternativa. Sin posibilidad alterna. Para ellos, era vencer o morir. ¡In berra!

Jerusalén: Ya en la antigua ciudad, de donde el señor Jesús lamentó:

—¡Jerusalén, Jerusalén, tú que matas a los profetas y apedreas a los que son enviados a ti!

La nueva ruta salvadora.

Estuve frente a la puerta de Yaffa y caminé por los antiguos callejones. Al almorzar un pan árabe, escuché a un hombre vestido de blanco explicar el milagro en la guerra de 1956, cuando el ejército panárabe iniciaba su ataque al sur del lago de Galilea. Los israelitas colocaron dos cañoneros para no decir tanques, en el llano sin protección. In berra.

Los jordanos sospechaban un engaño y frenaron su avance, dando tiempo para concentrar más armamento. Cuando se dieron cuenta del engaño, ya era tarde. Los jordanos fueron retirándose del centro de Israel. Esa fue la historia contada por el monje. Yo solo escuchaba.

Pero al final de ese extraño peregrinaje, yo estaba yo muy seguro, que quería tomar mis propias decisiones con quien compartir mi humilde vida.

La moderna ciudad de Tel Aviv, un emporio económico y cultural.

La República de Costa Rica: Es muy amiga del Estado de Israel, dando su voto afirmativo en la Naciones Unidas para el establecimiento de la nación.

Hoy Costa Rica ha ampliado su horizonte político internacional y buscamos ser amigos políticos y comerciales de múltiples países árabes. Respetamos a todos. Nuestro país es tan diferente a otros, porque no proyectamos odio hacia otros, sino los baluartes nacionales: el respeto, la tolerancia, y el deseo de disfrutar de una buena relación en paz.

Al final de la tarde, el horizonte precioso de Costa Rica que no tiene límite visual me señala de nuevo, que no deja de ser el mejor país.

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