Fraser Pirie Robson.
Lo más importante en la vida, es el amor. Los errores de la humanidad se resumen cuando olvida compartir el pan y los bienes materiales. La lucha invisible en el mundo de hoy es entre los que aman y los que aun no lo han conocido. En todos los países por toda la tierra, la lucha más importante es entre el bien y el mal, entre la luz y la oscuridad.
Ultra derecha: Un día me acusaron de ser de la ultra derecha. Yo ni sé lo que es eso. Pero creo que tanto los de la ultra izquierda y los de la ultra derecha, son de esas personas que no conocen lo que es dar de si mismos. No conocen del amor. Quizás no son amigos de la tolerancia y se molestan con las personas, ricas o pobres, … que son humildes. Las personas que se tachan de ultras sienten mucho temor y se aferran a una sola realidad. Más, los que son amigos de la tolerancia se han llenado de una de las cualidades más elevadas. La dicha de vivir en nuestra amada Costa Rica es no formar parte de un batallón militar, tener la oportunidad de estudiar y mejorarse en la vida. El camino del centro ha sido el mejor de los senderos políticos en la vida. Porque te permite escuchar y comprender los sentimientos y deseos de todos.
Racista: Me preguntaron si soy racista. Cuando era joven y apenas empezando el largo recorrido, ¡me preguntaba a mí mismo, porque sería que Martin Luther King molestaba tanto! Esas huelgas eran muy molestas. Ignoraba por completo el dolor de la gente.
La vida misma me condujo a conocer la verdad, cuando me encontré manejando las millas entre Montgomery, Alabama, …el puente y Selma.
De pronto, sin que lo pudiera refrenar, me empecé a sentir muy sensitivo. Era como un Pablo camino a Damasco. Fuera del control propio. ¿Qué me estaba pasando? A medio camino ¡no podía frenar las lágrimas! Lloré… y mi corazón estaba como partido del dolor y el sufrimiento que nunca había sentido antes. Ese día me hice más amigo de Martin Luther King, porque empecé a entender su gloriosa gesta. Entender con el corazón, es diferente a entender con la solo la mente. Las escamas venenosas del racismo caían al polvoriento camino y me volvía más humano.
A los días de esa experiencia dolorosa, la vida tenía un mayor brillo. Me di cuenta en lo propio, que vivía una vida con algunos vacíos que eran precisos llenar. En mi familia de alguna manera era o somos bastantes orgullos. Pero al fin, ¿orgullosos de que? Bueno, no se sabe a ciencia cierta. ¿Será que nos educaron como si fuéramos los reyes de Siam (Tailandia)? De tal suerte que, en nuestras familias, aprendemos lo bueno y lo negativo. Es como un pintor que traza sus primeras pincelas sobre un lienzo. Cuesta mucho, pero si se pueden borrar las pincelas menos favorables.
Aun así, en una época era yo él que no sabía amar. Me costaba mucho borrar la formación de un colegio medio militar. No expresar emoción. Como nunca pude olvidar la experiencia de la carretera a Selma, empecé a entender que fue la divina providencia o como lo quieran llamar, que me marcó el paso esa mañana. ¡Es que no fui yo! Simplemente me pasó con tal fuerza que me dejó marcado para siempre. Era una fuerza superior.
A esa fuerza superior, la fuerza que hace que los planetas giren, y las lluvias que lleguen su debido tiempo, como el sol que cada mañana nos baña en calor, le suplicaba en secreto que me enseñara a no tener temor de…amar. Yo quería ser barro en las manos del divino alfarero. Mi propia armadura de piedra también presentó fisuras y poco a poco fui cambiando.
Puedo asegurar que no soy racista. Porque en vez de anotar en que somos diferentes, ahora puedo apreciar en todo lo que nos parecemos. Por eso también puedo asegurarte, que, al conocer, entender y vivir el amor a la humanidad, a mi amado país, a su gente, y amada familia, … yo soy…feliz.
Claro, quitarme esas ataduras me costaron lágrimas y esfuerzo. No sabía que me había puesto grilletes yo mismo, que me tenían encadenado. Gracias a esa fuerza sublime que un día me llevó por la carretera a Selma, empezaron a caer las ataduras.
Los manifestantes demandaron protección para los marchistas de Selma y una nueva ley federal de sufragio que permitiera registrarse y votar sin hostigamiento. El presidente Lyndon Johnson, tuvo una sesión conjunta del Congreso el 15 de marzo de 1965 para pedir la nueva ley.
Con el rechazo del gobernador Wallace de proteger a los marchistas, el presidente Johnson se comprometió a hacerlo. La tercera marcha comenzó el 21 de marzo. Protegidos por dos mil soldados del ejército, mil novecientos miembros de la Guardia Nacional de Alabama bajo comando federal, y muchos agentes del FBI y alguaciles federales, los manifestantes recorrieron en promedio diez millas por día a lo largo de la Ruta 80. Los marchistas arribaron a Montgomery el 24 de marzo y al Capitolio del Estado de Alabama el 25 de marzo. Con miles que se unieron a la campaña, veinticinco mil personas entraron a la ciudad capital ese día en apoyo al sufragio.
Policías del Estado de Alabama atacan a los manifestantes el domingo 7 de marzo de 1965 en las cercanías de Selma en la primera marcha.

Sueño que mis cuatro hijos pequeños vivirán un día en una nación donde no serán juzgados por el color de su piel sino por el contenido de su carácter.
Martin Luther King
Hoy, pocos recuerdan los del terrible odio en Alabama. Recordamos más bien a los valientes, que recibieron golpes y vejámenes, a favor de los demás.
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