Hámer Salazar. 2021: vacunas, zozobra financiera y actividades en línea

El 2021, con el retorno a las aulas, nos reflejará la cantidad de universidades e institutos que se quedaron con la educación virtual, así como las tendencias de los jóvenes a continuar sus estudios en línea, tanto en universidades nacionales como extranjeras.

Hámer Salazar, Biólogo. info@hamersalazar.com

El 2020 fue el año del virus, de la pandemia. O mejor dicho, de las pandemias. De la pandemia económica y la pandemia sanitaria. Fue tal el asombro de las autoridades sanitarias, que nos enviaron a confinamiento cuando había unos cuantos casos al día y nos dieron libertad cuando hay cientos de casos diarios. Se cerraron muchos de negocios, se perdieron miles de empleos y la economía del país llegó a niveles tan bajos, así como la de muchas empresas y familias, hasta llegar casi al borde de la ruina y la desperación.  Hoy, el Ministro de Salud, reconoce que volver a los cierres de principios de la pandemia, sería incrementar los efectos de la pandemia económica. Pero también afloraron actividades de las que se creía que no era recomendable realizarlas, no por la falta de tecnología, sino por la costumbre de hacerlas en espacios confinados y con el público cautivo. Tales son los casos de la educación y de muchos empleos, que migraron, obligatoriamente, a la educación virtual y al teletrabajo. Y en medio de la pandemia, el movimiento social despertó y se tiró a las calles no solamente a manifestarse, sino a hacer bloqueos, con lo cual se agravó la crisis económica. Y es sobre estos cuatro aspectos que quisiera compartir mi humilde opinión.

Vacuna.

Si el 2020 fue el año del coronavirus, el 2021 será el año de la vacuna. Virus, vacuna y ADN, son tres palabras que parecen formar el triángulo para volver a la “normalidad”. Estas tres palabras, que se utilizan fundamentalmente como parte de léxico científico, se han vuelto parte del lenguaje cotidiano, pero más como una metáfora que por su significado real. Es así como la palabra virus se adoptó como parte del lenguaje informático para referirse a ciertos programas maliciosos que tienden a “infectar” o incrustar un código dañino en algún programa ejecutable, de tal manera que dicho programa se convierte en portador del virus y por tanto, en una nueva fuente de infección. De tal suerte que la palabra virus forma parte de léxico cotidiano de muchas personas.

Otra palabra es “vacuna”, que se usa con frecuencia para referirse a la solución de los problemas. Por ejemplo, la vacuna contra la corrupción puede ser la aplicación de la Ley de Enriquecimiento Ilícito o las denuncias ante el Tribunal de Ética. Así que el vocablo vacuna ha trascendido el significado original, para aplicarlo a otras actividades humanas.

Finalmente, las siglas que identifican al Acido Desoxirribonucleico, mejor conocido como ADN, que es el material genético que contiene toda la información que la célula requiere para su funcionamiento, es utilizado también en el lenguaje cotidiano. Es así como, por ejemplo, la Revista Forbes (México), publica un artículo en que se afirma que “el ADN organizacional es un modelo que ayuda a los ejecutivos a ser más efectivos en su rol como arquitectos organizacionales”.

He querido referirme a estas tres palabras: virus, vacuna y ADN, porque algunas de las vacunas con las que se pretende atacar la pandemia, consideran estos tres conceptos. En el caso del ADN hay una variante, y es que se trata del ARN, por ser el SARS-CoV2 un retrovirus. Por tratarse de palabras conocidas, es más fácil de asimilar por el público en general y así convencer (nos), de que la vacuna sería efectiva.  Sin embargo, no existe ninguna experiencia previa, acerca de los efectos secundarios, de las vacunas que transportan las instrucciones genéticas para que las células humanas fabriquen el antígeno deseado. Las mismas autoridades científicas, de todo el mundo, reconocen que el proceso de fabricación de las vacunas tardan años, y estas, que son de una nueva generación, se fabricaron en unos pocos meses. Incluso, el virus de SIDA, que se parece al coronavirus porque es también un retrovirus (de ARN), tiene más de 30 años de estar afectando un gran número de personas en todo el mundo y, hasta hoy, no se había ensayado una vacuna similar.

El problema está en que la vacuna consiste en insertar vectores, que no son otra cosa más que instrucciones genéticas similares a las del patógeno, en el ARN mensajero de los humanos, para inducir respuestas inmunes, tal como si se tratara de virus informáticos. Pero ¿qué pasa si las instrucciones comienzan a salir mal? ¿Qué pasa si los procesos bioquímicos, comienzan a comportarse de manera diferente, según cada persona? Esto nadie lo sabe.

Se afirma que los vectores son virus no perjudiciales, sin ninguna posibilidad de replicarse por sí mismos, y es mediante técnicas de ingeniería genética que transportan la información deseada. Esto nos lleva a pensar en los orígenes de la vida y la teoría endosimbionte de la Dra. Lynn Margulis, que explica la aparición de la células eucariotas (con núcleo) y la presencia de cloroplastos, mitocondrias, flajelos y cilios, en estas células. Pero aún no se explica cómo fue que apareció el ADN y el ARN en las células. Los virus podrían incluirse dentro de esta teoría para explicar la existencia de ADN y  ARN en todas las formas de vida, así como para explicar la multitud de formas de vida, de biodiversidad, que existe en el planeta. Y todo por las variantes del ADN y del ARN. Si las células eucariotas (con núcleo verdadero), provienen de asociaciones simbióticas con organismos procariotas tipo bacterias, podría explicarse la aparición de la bacterias por la asociación de macromoléculas tipo virus. ¿acaso no estaremos jugando con el curso de la evolución natural?.

Por otra parte, los biólogos que estudiamos biodiversidad, cuando encontramos un especímen de alguna especie en particular, decimos que si hay uno, hay dos y si hay dos hay tres. En relación con el coronavirus, ya en el 2003 había aprecido el SARS-CoV por sus siglas en inglés “sever acute respiratory syndorme coronavirus” (coronavirus del síndrome respiratorio agudo grave). En aquel momento, y hasta el 2019, era solo uno. Hasta que apareció el mismo, pero ahora conocido como el SARS-CoV2. Es el mismo coronavirus pero con variaciones en su constitución genética, lo que indica que es un virus que tiene una gran capacidad de mutación. Incluso, en vísperas de Navidad, se anunció un nuevo brote del virus, en el Reino Unido, con una variante o cepa, que es 60 o 70 veces más contagiosa que la original. Y desde hace meses, los médicos informan que hay diferentes variantes del virus, según la localidad. Entonces, sí hay un CoV2, ampliamente distribuido por todo el planeta, más que el CoV1, el tiempo para que aparezca el CoV3, será mucho menor. Quizás en 5 u 8 años, tal vez menos, nos estarán anunciado la aparición del SARS-CoV3.

La vacuna de los rusos es un poco más comprensible, desde el punto de vista de las técnicas de fabricación de vacunas. Esta trata de partículas virales con una cubierta lipo-proteíca o carcasa, muy similar a la del coronavirus, con la presencia de la proteína S en las espículas o proyecciones, y en el interior de la carcasa con un adenovirus, de los que causan un resfrío común (un virus de ADN y no de ARN).  Esta combinación hace que la particula viral que forma la vacuna, no invada el material genético, como si lo hacen las vacunas que se están aplicando en este continente.  Solo el tiempo nos dirá si la duda que aquí planteo es razonable o no.

La mejor vacuna contra el coronavirus no es la de las grandes compañías farmacéuticas.  Y tiene un solo nombre: RESPONSABILIDAD, para la aplicación de lo que se ha dicho hasta la saciedad: lavado de manos con agua y jabón, desinfección con alcohol, distanciamiento interpersonal y uso de mascarilla, lo cual implica la puesta en práctica de la “raciocinio” humano. De tal manera que la vacuna se hace necesaria por la no aplicación de esa caraterística de razonar que se dice tenemos los humanos. Sin embargo, seguimos siendo, como decía en un artículo anterior, animales de manada.

Será a finales del 2021, que iremos descubriendo si las vacunas realmente fueron efectivas y dentro de varias generaciones, si las mismas tuvieron algún efecto a largo plazo en la fisiología o anatomía de las personas.

Economía.

Sin lugar a dudas, el desastre económico que ha dejado, no la pandemia, sino las medidas adoptadas por las autoridades de gobierno, son de carácter astronómico. Hasta hoy, hemos tratado como nación, como empresarios y como familias, de mantener la salud física, haciéndole frente a las necesidades diarias, recortando gastos y consumiendo lo mínimo necesario. También pidiendo financiamiento extra, readecuando deudas, solicitando créditos, etc. Pero eso fue en el 2020. Pronto se agotarán los plazos de alivio financiero y los bancos y acreedores comenzarán a reclamar los pagos pendientes y la continuidad de los pagos mensuales.  Aquí se incluyen los créditos para la compra del carro, de electrodoméstios, de vehículos de transporte de turistas, del celular, de la casa, de inmuebles para actividades productivas, de inventarios, y cuanta cosa accedemos mediante créditos. Es cuando los bancos y demás acreedores, comenzarán a exijir a los pequeños y medianos empresarios, así como a las personas que se quedaron sin empleo, a honrar las deudas y compromisos adquiridos como parte del “alivio financiero” que pactaron durante la pandemia. Será entonces cuando el pulgar y el índice, portarán las llaves de las casas, edificios y vehículos, para decirle al banco: “aquí están las llaves, hagan ustedes como quieran porque yo no puedo pagar”. Y para esto si que no hay vacuna. Los acreedores no perdonan.

Las consecuencias de esto es que, quienes no puedan honrar sus deudas, entrarán en una categoría roja para el sistema financiero nacional y nunca más podrán tener acceso a créditos, como para volver a levantarse. Es aquí, donde los políticos deberían comenzar a pensar en las enmiendas a las leyes correspondientes para que, como excepción, quienes lleguen a caer en esta condición, puedan volver a ser sujetos de crédito. Pues la falta de pago no se debe a irresponsabilidad o mal manejo de las finanzas, sino a una situación provocada por la declaratoria de emergencia nacional debido a la pandemia.

En diciembre del 2021, es cuando se podrá hacer el balance real de la cantidad de empresas que no lograron superar la pandemia, así como la cantidad de empleos perdidos y los niveles de empobrecimiento a que llegaremos.

Educación.

De las grandes lecciones que nos deja la pandemia es que hay otras formas de comunicarse efectivamente y, en particular de hacer “educación”. Muchas universidades han experimentado como pueden obtener los mismos recursos económicos con el mínimo de gastos. Ha quedado demostrado que pagar alquileres de edificios o constuirlos para dar clases, es un gasto innecesario. El profesor puede dar sus clases desde la casa y la universidad no tiene necesidad de asignarle una oficina, ni computadora, ni teléfono, ni nada. Solo el salario. Tampoco requiere de pupitres para los estudiantes, ni de equipos de proyección, ni pantallas, ni conserjes, ni guardas… Y, bueno, al final de cuentas, los estudiantes pueden cumplir con los planes de estudio, sobre todo de las carreras que no requieren de laboratorios y formarse como profesionales.

El aprendizaje desde la casa podría incrementar el desarrollo personal de manera autodidacta. Ya hay quienes se cuestionan para qué pagar una universidad si casi todo la información se puede conseguir en internet y, con disciplina, se pueden llegar a dominar temas como para poder insertarse en el mercado laboral, ya sea como empleado o como emprendedor. La dinámica de muchas empresas modernas implica el desarrollo personal dentro de la misma empresa, por encima de la obtención de títulos en las universidades.

El 2021, con el retorno a las aulas, nos reflejará la cantidad de universidades e institutos que se quedaron con la educación virtual, así como las tendencias de los jóvenes a continuar sus estudios en línea, tanto en universidades nacionales como extranjeras.

Movimientos sociales.

Las manifestaciones y bloqueos, en medio de la pandemia, demostraron varios aspectos de la realidad de la democracia costarricense. El primero  de ellos es que un puñado de personas se pueden arrogar la representatividad del pueblo, sin haber sido elegidos popularmente y sin estar inscritos en ningún lado como organización formal, a contrapelo de lo que prescribe la Constitución Política, y no pasa nada. Es decir, las autoridades judiciales se volvieron inmunes a este tipo de agrupaciones. Así mismo, por más rudos y feroces que fueron los bloqueos, también se evidenció que las autoridades de gobierno también se volvieron inmunes a este tipo de manifestaciones. Pasaron los días de bloqueos y manifestaciones y las autoridades gubernamentales ni se inmutaron. La lección es que si los bloqueos y las manifestaciones no cumplen con el objetivo deseado, hay que cambiar la forma de hacer las cosas. Lo que vimos fue la vieja y añeja forma de llamar la atención de las autoridades. Así se hacía hace años, y así era necesario porque era la forma en que nos podíamos reunir para compartir un mismo sentir. Hoy nos podemos reunir a cualquier hora y en cualquier lugar, a través de las redes sociales. Pero los líderes de los movimientos sociales de los últimos meses, han sido los mismos que han hecho lo mismo durante décadas. Esta es otra de las lecciones de la pandemia y es de esperar que de aquí en más, los líderes de los movimientos sociales, definan estrategias de manifestación y bloqueos acorde a las posibilidades tecnológicas de los tiempos modernos.


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