Hámer Salazar, Biólogo. info@hamersalazar.com
Nunca antes, como en los últimos meses, la humanidad ha visto amenazada su existencia por un agente quasi biológico, como lo es un virus. Hay quienes protestan por la aplicación de medidas estrictas por parte de las autoridades de salud, en todo el mundo, porque el virus no los ha afectado directamente, sino de manera indirecta cuando han visto disminuidas sus finanzas y su libertad individual. Estos creen que los cientos de muertes que se ven en la televisión de ciudades de Madrid, Lombardía, Nueva York, Londres, Sao Paulo y Guayaquil, entre otras, no tienen que ver con su propia existencia.
Lo mismo podría pensarse con el tema del cambio climático. Si el coronavirus representa una amenaza inmediata para cada individuo, el cambio climático lo es para comunidades y ecosistemas enteros. El virus que ronda por el mundo amenaza solamente a la especie humana y, a juzgar por el grado de letalidad que tiene, no va a ser el motivo de la extinción de la especie humana. Sin embargo, el cambio climático es la mayor amenaza conocida que enfrenta la humanidad y la biodiversidad del planeta. Pero como la amenaza no es individual sino colectiva, y tampoco es inmediata, sino que es paulatina, hay muchos políticos en todos los niveles (internacional, nacional y local) que ven con desdén la amenaza del cambio climático.
Hemos visto que ante la amenaza del coronavirus, los políticos y las autoridades correspondientes, en todo el planeta, han tomado las medidas urgentes y drásticas para evitar males mayores, pero no hemos visto actitudes similares para enfrentar el cambio climático.
¿Será que nos va a pasar como la rana, que plácidamente estaba en una olla con agua fría, sobre una estufa que fue calentando el agua poco a poco y terminó muerta porque no le hizo caso al cambio de temperatura? Este informe nos llama la atención acerca de la necesidad de que, los tomadores de decisiones, asuman el papel que les corresponde para la generación de políticas públicas que permitan mitigar los efectos del cambio climático, en particular en la región centroamericana y el Caribe.
La gran pregunta que se plantean los investigadores de la CEPAL es ¿Seguimos esperando la catástrofe o pasamos a la acción?
La advertencia está hecha. La catástrofe podría ser inminente si no tomamos acción. Y la acción debemos tomarla todos: políticos, empresarios, funcionarios públicos, estudiantes, todos. Aunque Costa Rica ha venido haciendo grandes esfuerzos a lo largo de casi cincuenta años con un sistema de áreas silvestres protegidas, el pago de servicios ambientales, la producción limpia de energía eléctrica y acciones tendientes a disminuir la contaminación por desechos sólidos y líquidos, aún queda mucho por hacer.
Hemos visto con el tema del coronavirus que las enfermedades y las catástrofes naturales no observan el color de la piel, ni la nacionalidad, ni la edad, ni la belleza; todos somos igualmente vulnerables y todos debemos “pasar a la acción”.
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