Hámer Salazar: Tesoro sueco en Costa Rica
Biblioteca de Olof PalmePara honrar el espíritu de Palme y que sus ideales permanezcan activos en esta parte del mundo donde se encuentra esta que podría ser su biblioteca, se espera de organizaciones hermanas que fomenten los mismos principios y valores de Palme, la donación de cierta suma de dinero a cambio de la colección de libros.
Hámer Salazar, Biólogo. info@hamersalazar.com
Una tarde fresca y ventosa de febrero de 2014, recibí una llamada del maestro José León Sánchez mediante la cual me invitaba a tomarnos un café en su casa de habitación, cuando vivía en Calle Lobo, en las montañas de San Rafael de Heredia. Correspondí con la invitación pocos días después.
Apenas llegué a la casa, perfumada con el aroma del ciprés de aquellas montañas, observé la gran banca rústica de madera del corredor desbordada de libros, apilados de manera horizontal hasta en el piso. La llovizna, empujada por la briza, amenazaba con mojar aquel cúmulo de libros. Luego, aparece la figura pequeña, de pelo largo y cano del maestro, quien me encontró con la boca abierta observando aquella escena.
–De esto quería hablarte– fue su saludo.
Era como si no hubiera tiempo para la cortesía, ni de su parte ni de la mía. Los libros necesitaban cuidado con urgencia.
–¡Mira! Si tu no te los llevas, tendré que mandarlos a reciclar, pero yo no tengo espacio para ellos ni corazón para destruirlos– me dijo.
De inmediato, buscamos unos plásticos para colocarlos sobre los libros que corrían más peligro de mojarse. Luego vino el momento de saludarnos y reforzar nuestros votos de amistad y pasar a la casa, conversar de la familia, de los proyectos editoriales y otros temas, mientras él mismo chorreaba el café.
Tanto por el asombro como por la premura de resguardar los libros de la lluvia, no detallé ningún libro y sospeché que se trataba de su propia biblioteca, en la que mantenía una colección de más de diez mil volúmenes, algunos de ellos, los de su autoría, como crucificados con largos clavos que los traspasaban y los mantenían pegados a la pared. Pero no se trataba de sus libros.
Estaba ansioso por escuchar la explicación. No nos habíamos tomado el primer sorbo de café cuando se levantó de la mesa, sin decir palabra, y regresó con una carpeta amarilla, se sentó, extrajo un documento y me lo mostró.
Se trataba de una escueta carta, escrita en inglés y suscrita por una señora de nombre Ann (q.d.e.p), quien pedía mantener su nombre en el anonimato. Ann afirma en su nota que los libros pertenecieron al maestro Olof Palme, y su interés era que esta colección de libros estuviera en una institución de educación. Solamente pedía, a quien quisiera dejársela, un estipendio de unos cuantos cientos dólares que se utilizaría en la compra de zapatos para niños pobres de Costa Rica.
Cuando terminé de leer la nota. Don José León me muestra otro documento, este de varias hojas, que contenía una nota del director del Liceo de Carrizal, así como una larga lista de títulos de libros. El docente le informaba a José León que le devolvía los libros por dos razones principales: una, porque no tenían el dinero para corresponder con el pedido de la señora Ann y, la otra, porque la mayoría de los libros están en idioma sueco, y nadie lee sueco.
Fue hasta entonces que me explicó lo sucedido:
–Hace poco más de un año convinimos, el anterior director del Liceo de Carrizal y yo, en que podría ser buena idea que la colección de libros las conservara este colegio; sin embargo, como ya lo ves, hubo cambio de director y este, sin dinero y sin saber nada de sueco, decidió que lo mejor era devolver la colección de libros y ahí están.
–¿Y qué piensa la señora, doña Ann? – le pregunté.
–Pues lo mismo. Que busque a alguien que le cierta suma de dinero y por eso pensé en ti. Pero es que se trata de la biblioteca de un gran hombre. ¿Sabes quien fue Olof Palme?– me preguntó.
Me encogí de hombros. La verdad es que no sabía quien era Olof Palme.
–Pues Olof Palme fue primer ministro sueco durante dos periodos, estuvo involucrado en los procesos de paz en Centroamérica, fue un gran líder mundial y, lo peor, fue asesinado la fría noche del 28 de febrero de 1986, mientras salía del cine con su esposa– me explicó.
El crimen nunca fue resuelto y, casualmente, la plataforma de streaming Netflix exhibe la serie El asesino imposible, basada en el libro del periodista Thomas Pettersson.
Tenía ante mi la posibilidad de salvar esta biblioteca o dejar que la devoraran las máquinas de reciclado. Pero no era cosa, nada más, de ir con un camión y cajas para empacarlos y llevarlos a mi casa. Había que pagar un peaje por ellos y no tenía certeza de la veracidad del origen de los libros.
Ante estas dudas, don José León me comentó algunos detalles laborales y afectivos entre la señora Ann con el eminente Olof Palme. Ella vino a Costa Rica con su esposo y trajeron consigo la colección de libros y una fotografía grande de Olof. Al parecer ella lo veneraba mucho y el hombre terminó por pedirle que se deshiciera de los libros, así tuvo que hacerlo para lo cual se puso en contacto con don José León.
Y ahí estaba yo, disfrutando de una taza de café con una gran compañía y con el reto de hacerme responsable de este gran tesoro. Pronto nos pusimos de acuerdo en relación con la retribución debía dar a cambio de la colección, así como para regresar tres días después para trasladar la colección a mi casa.
En el ínterim reacomodé mi estudio, compré estantes de metal, reubiqué mis libros y dispuse el mueble principal de mi biblioteca para la colección de Palme.
La colección es tan grande como que si colocáramos todos los libros en un solo estante, ocuparía poco más de 20 metros de longitud. Pero lo más paradójico es que no he podido leer ni uno y solo he echado alguna ojeada a las enciclopedias, varias de las cuales están en idioma inglés, pues la mayoría de los libros están en sueco.
¿Qué hace esta colección en Costa Rica y en Tacares de Grecia? La verdad es que nada. Nada en las condiciones actuales. Sin embargo, después de tantos años de tener esta colección de libros y la fotografía de Olof Palme colgando en la pared de mi estudio junto con la de mi padre, he comprendido que el verdadero valor no está en los libros, sino en el espíritu que ellos representan, que no es otra cosa más que el espíritu de aquel gran ser humano sueco que creía en un mundo más solidario, en los derechos humanos, la paz y el desarrollo sostenible, conceptos con los que me he identificado a lo largo de mi vida y que me motivaron, en 1995, a crear la Fundación para el Desarrollo en Equilibrio con el Medio Ambiente (FUNDEMA).
Para honrar el espíritu de Palme y que sus ideales permanezcan activos en esta parte del mundo donde se encuentra esta que podría ser su biblioteca, se espera de organizaciones hermanas que fomenten los mismos principios y valores de Palme, la donación de cierta suma de dinero a cambio de la colección de libros. Ese dinero sería invertido en infraestructura en las regiones más remotas de la Cordillera de Talamanca para facilitar el acceso a la educación y la salud de los grupos indígenas que allí habitan.
He hecho fotografías de toda la biblioteca, con la intención de que sus amigos o familiares intenten reconocer la colección o parte de ella para que puedan verificar si perteneció o no a Palme, así como para que quienes estén interesados tengan una idea de este tesoro sueco en Costa Rica.
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