Jeanette Amit.
Mínimas prisiones
Hoy me convierto en puma.
Harta de viajes
que me promete el mar
pero que olvida.
Y abro la boca al sol
para tocar el rastro del mañana,
para dejar sangrando
cada campo de besos incendiados
donde quizá cruzó
este roce invasivo
de tu sangre a mi sangre:
mi fantasma golpeado
por este incierto surco
de tu tacto en la niebla.
Hoy voy a creer
que la pasión perfora la ceniza
entre la flecha sola de mis párpados,
que esta deriva insomne de tus barcos
aún sigue arando
de semilla a semilla mis fronteras.
Hoy abandono mi primera sombra.
Hoy anuncio la hora
de mi primera muerte.
¡No hay mañana o todo es el mañana!
Todo se suma innumerablemente
a la nada y al olvido.
Ahora tomo este día
porque sé que él existe
como existe el poema,
como habita el deseo
en mis dos manos vivas.
Hoy me convierto en río
y empiezo a andar totalmente desnuda
junto a las últimas manadas.
Este poema marca nuestro encuentro:
es tu lengua trepando
desde el mar a mi cuello,
son tus ojos creciendo
en los pozos nocturnos de mis ojos,
es tu mano que expande
su filo de navajas
por los mapas cruzados de mi cuerpo.
Vamos, déjame creer
que en la plaza silente
de este día hay un árbol,
un encuentro mordiendo
nuestra infancia secreta,
una daga apuntando
a todos mis olvidos.
Dímelo con tus labios
de animal transparente,
con un silbido ciego
de gaviotas surcándote.
Dímelo así,
fingiendo que todas las mareas
del tiempo se rasgaron,
negando desde ahora
sus mínimas prisiones
hasta que todo el sueño nos traspase
totalmente de lámparas,
totalmente de fuego…
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